jueves, 25 de junio de 2020

Manuel Belgrano: mucho más que el creador de la bandera




Prof.Martin Fioretti[i]




E20 de junio de 2020, se cumplieron 200 años del fallecimiento de Manuel Belgrano, uno de los máximos próceres de la independencia americana. La Historia Oficial lo ubicó, junto a José de San Martin, por encima de cualquier otro personaje histórico, haciendo hincapié en una de sus acciones más ilustres: La creación de la bandera nacional. Este hecho, muy importante para cualquier comunidad nacional, no fue lo único que hace destacar a la figura de Manuel Belgrano. Sus innumerables escritos y acciones son quizás más importantes, pero estas resultaban incómodas para la clase dirigente de fines del siglo XIX que construyó un relato histórico a imagen y semejanza de la oligarquía terrateniente.  
Manuel Belgrano fue parte del ala más radical del frente antiabsolutista que participó en la Revolución de mayo de 1810, sector que también integraba Mariano Moreno, Juan José Castelli, Domingo French, José de San Martín y otros. Este frente antiabsolutista era totalmente heterogéneo en sus objetivos, pero que iban desde llevar a cabo una ampliación de las ideas democráticas de la Ilustración europea y en ganar autonomía con respecto de la metrópoli.
Convengamos que la Revolución de Mayo no fue un proceso separatista, anti hispánico, realizado por la “gente decente” y que solo quería liberar el comercio en los términos que necesitaban los ingleses. Este relato que inculcó la Historia Oficial liberal mitrista, y que hoy está hecho carne en el sentido común y en los manuales de Historia, lo descartamos totalmente. La Revolución de Mayo, en el sentido historiográfico de Norberto Galasso y otros[ii], fue un proceso de ampliación democrática pero que no pretendía independizarse de España (por lo menos en un principio). Tampoco fue anti hispánico, pues en sus filas había nacidos en la península. Muchos menos elitista, pues la presencia de los “chisperos” French y Berutti habla de que la plebe urbana estaba del lado del frente antiabsolutista.
También decimos que la Revolución de Mayo fue un capítulo de la Revolución Española iniciada en 1808 tras la invasión napoleónica en la península. Cuando Napoleón nombra a su hermano José Bonaparte como rey de España, el pueblo español comenzó una guerra de liberación nacional contra los invasores. Inmediatamente se conformaron juntas provinciales elegidas democráticamente y comenzó un proceso de ampliación de las libertades civiles. Es decir, en España, de un proceso de Revolución nacional devino en un proceso de Revolución democrática.

jueves, 18 de junio de 2020

A 150 AÑOS DE CERRO CORÁ: EL “DELIBERADO EXTERMINIO” EN LA GUERRA GUASÚ

Prof. Viviana Civitillo
INDEAL - Facultad de Filosofía y Letras (UBA)











“La guerra empieza a ser un crimen desde que su empleo excede la necesidad estricta de salvar la propia existencia.  No es un derecho sino como defensa.  Considerada como agresión, es un atentado.  Luego en toda guerra hay un criminal.” [1]  


            El 1º de marzo de 1870, la persecución y magnicidio del presidente Francisco Solano López en Cerro Corá ponía fin a la Guerra de la Triple Alianza contra el Estado y el pueblo de la República del Paraguay. Una “guerra total” por más de una razón que constituye el último episodio de una larga contienda política y militar por la consolidación de las nuevas unidades políticas constitucionales rioplatenses en la segunda mitad del siglo XIX, devenidas del desmembramiento de los antiguos imperios luso-hispanoamericanos.  A diferencia de las guerras independentistas, no exentas de la crueldad, violencia y destrucción inherente a todo conflicto bélico, la Guerra Guasú materializa, en una región fronteriza del Cono Sur, los crímenes contra la humanidad que conlleva el “deliberado exterminio” que la caracteriza y que es posible de ser observado también en las operaciones técnico-militares desatadas por la expansión colonialista e imperialista del mismo período en las áreas “periféricas” del planeta.   
Se trata, entonces, -además de dar cuenta de los hechos criminales- de comprender la racionalidad histórica de la violencia política constitutiva de los Estados nacionales en (y no sólo) la cuenca del Plata,  habida cuenta de que la configuración territorial nacional, se resolverá, históricamente, de la mano de una alianza político-militar regional entre diferentes facciones partidarias que comparten y expresan un ideario liberal y que sólo logra imponerse militarmente al interior de sus propios territorios sociales -hoy Argentina, Brasil y Uruguay- y sobre una entidad estatal -hoy Paraguay- que, en la década de 1860, era la única que ameritaba su denominación como “nacional”. 
            En su Análisis de situaciones, señala Antonio Gramsci que el tercer momento de las relaciones de fuerzas “es el de la relación de las fuerzas militares” y  distingue en él dos grados: “uno militar en sentido estricto, o técnico-militar y otro que puede denominarse político-militar[2].  Esta distinción nos permite un par de observaciones:  la primera es que  la Guerra Guasú es una “guerra total” no sólo porque habría significado “la extensión del campo de batalla a todo el espacio social[3] sino porque el “deliberado exterminio” que implicó su resultado, requirió de la imposición de la fuerza técnica conjunta de una dirección político-militar formada por una facción política en el ejercicio del  gobierno del Estado en proceso de formación en el caso de Argentina –el mitrismo- y de Uruguay –el partido colorado de Venancio Flores-, y por la monarquía y el imperio del Brasil en el que, a diferencia de sus vecinos, el resquebrajamiento de su poder será consecuencia de aquel resultado;  la segunda, es que el carácter de esa “guerra absoluta” (como la denominaba  Clausewitz), en el contexto de la expansión colonialista de la “era del capital” (como Hobsbawm delimita el periodo que abarca desde las revoluciones del ’48  a la Comuna de París) requiere del exterminio.  Dice Luc Capdevila: “‘Exterminar’  va de la mano con ‘colonizar’ en la literatura colonial del siglo XIX … [y] … significaba en primer lugar la voluntad de reprimir un adversario empleando una violencia sin límites.[4]   
            En el imaginario civilizatorio de la segunda mitad del  siglo XIX, en el espacio americano pos independentista se reproduce, por tanto, la misma práctica política de la colonización española: “civilizar significaba eliminar, sea por extinción física, sea por asimilación forzada, todos los obstáculos que se opusiesen al proceso de civilización.[5]  
La historia política del periodo ha sido atravesada por el conflicto entre civilización y barbarie, de la mano de la idea de progreso como matriz del pensamiento liberal, constitutiva del universo ilustrado.[6]         También forma parte del mismo origen cultural y político –aunque de aplicación tardía- una “representación de la guerra, como pueblo en armas y lucha a muerte … en el imaginario de las élites políticas y culturales inspiradas por la Europa de las Luces en el siglo XIXLas guerras imperiales llevadas a cabo en regiones remotas … hicieron de la masacre una parte acostumbrada del dispositivo militar de conquista[7], razón por la cual la militarización formó parte de la naturaleza del régimen político en pos de la defensa territorial.  
Sin embargo, con excepción del Imperio del Brasil, ni la Argentina de Mitre, ni el Uruguay de Flores, habían logrado monopolizar aún el uso de la fuerza como razón de Estado.
El primero, enfrentaba a las montoneras federales que, aún en inferioridad de recursos técnicos, ofrecían resistencia armada a las intervenciones del gobierno central.  El segundo, en franco conflicto civil y amenazado por la intervención extranjera.
            En El crimen de la guerra, Juan Bautista Alberdi explora el origen histórico del derecho de
la guerra y su fundamento en el Derecho de Gentes: “… el derecho del homicidio, del robo, del incendio, de la devastación en la más grande escala posible … son crímenes … La guerra los sanciona y convierte en actos honestos y legítimos, viniendo a ser en realidad la guerra el derecho del crimen El derecho de gentes que practicamos, es romano de origen como nuestra raza y nuestra civilización … [y] era el derecho del pueblo romano para con el extranjero.  Y como el extranjero para el romano, era sinónimo de bárbaro y de enemigo, todo su derecho externo era equivalente al derecho de la guerra.[8] 
Ramón Torres Molina introduce el concepto de “deliberado exterminio” que se sustenta en el Derecho de Gentes, considerado en la modernidad como sinónimo  de Derecho Internacional.[9] Sería asimilable al que Daniel Feierstein define como “genocidio moderno”, entendido “como práctica social…cuya aparición definitivamente moderna se centra en los siglos XIX y XX.[10]   Agrega Rafael Cullen: “Una práctica social implica un proceso que requiere, su gestación, su ejecución y su legitimación y consenso.[11]
El objetivo reorganizador y los propósitos de la guerra ya estaban presentes catorce años antes de su inicio en 1865. Escribe Mitre sobre los orígenes de la alianza contra el Paraguay: “La alianza de 1851 [contra Rosas] es el punto de partida y la base sobre la que reposa la política liberal en el Río de la Plata ¿Qué nos falta para alcanzar los propósitos de 1851? Que las provincias de la República Oriental y el Paraguay se den gobiernos liberales regidos por instituciones libres. Viene ahora el turno del Paraguay”.[12]