martes, 20 de octubre de 2020

¡QUE VIVA LA AMÉRICA LATINA!


Laura Stroppolo

Reflexión y análisis de los rasgos medulares de los “Movimientos Nacionales Latinoamericanos”: etapa superior del capitalismo-antiimperialismo. Matriz de pensamiento en relación a los problemas del colonialismo cultural: hegemonía positivista – pensamiento nacional y popular. Tensiones entre la cuestión nacional y la cuestión social. Sistemas políticos: las participaciones de la movilización popular de “los de abajo”, las contradicciones que delimitan el espacio político y el campo social. La aparición de líderes populares y la relación líderes-pueblo. Nuevo paradigma: pensamiento latinoamericano para el mundo “Vivir Bien”.

Palabras claves: movimientos nacionales - antiimperialismo – matriz de pensamiento – cuestión nacional-cuestión social.




¡QUE VIVA LA AMÉRICA LATINA!
HE ARADO EN EL MAR
Y HE SEMBRADO EN EL VIENTO
(SIMÓN BOLIVAR)

El siglo XXI despierta en una América Latina que revisa su conciencia de unidad en esa Patria Grande que nunca pudo ser. Los movimientos nacionales y populares inician un recorrido marcado por gobiernos de centro-izquierda en escenarios políticos donde la presión de la sociedad civil y los movimientos de masas renuevan sus fuerzas para hacerse escuchar. Es entonces, donde el pensamiento “antiimperialista moderno” de los albores del siglo XX se entrecruza con los aportes de los líderes de la Región, titulares de los gobiernos nacionales y populares de una década larga que hará diferencia en el análisis histórico de “Nuestra América”. La denominación “moderno”, que alude a la nueva etapa del capitalismo mundial, la etapa superior, imperialista, no implica un corte con los planteaos anticolonialista anteriores. Alcira Argumedo y su concepción de matriz de pensamiento nos permite establecer una línea de permanencia de un conjunto de ideas que se “actualizan” para dar respuesta a los nuevos desafíos históricos, nutriendo a la matriz nacional, popular y latinoamericana. La propuesta de este artículo es reflexionar sobre los llamados “movimientos nacionales latinoamericanos”, que se han venido manifestando durante el siglo XX como movimientos nacionales concretos, con característica externas específicas, para analizar aquellos rasgos sustantivos que los definen como tal: la articulación entre cuestión nacional y cuestión social, las participaciones de la movilización popular de “los de abajo”, las contradicciones que delimitan el espacio político y el campo social, la aparición de líderes populares y la relación líderes-pueblo.




El 21 de diciembre de 2012, en el solsticio de verano, Evo Morales, el entonces presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, presentó su Manifiesto de la Isla del Sol en ese sagrado territorio. Invitaba al resto de los Estados latinoamericanos a torcer el rumbo del planeta, dominado por la crisis del sistema capitalista que ha llevado a la destrucción de la naturaleza y a un consumo desenfrenado como parte de una crisis moral. Su propuesta es establecer un “socialismo latinoamericano”, de raíz nacional y popular, donde las raíces indígenas, criollas y mestizas debían ser recuperadas a través de los diálogos, las alianzas (…) entre “pueblos y comunidades”, entre “estados y gobiernos” y entre “patriotas, nacionalistas y socialistas” con “voluntad política de poder e integración regional”[1]

Enfrentar al capitalismo “salvaje” y construir la cultura de la vida a partir de esas líneas de continuidad de los valores y conceptos, marcando el “fin del NO TIEMPO y el inicio del TIEMPO” como la recuperación de esa matriz de pensamiento propio, pensamiento latinoamericano (…) el poder del trabajo, el poder de las comunidades, el poder de la solidaridad de los pueblos y de la comunión de todos los seres vivos para que juntos constituyamos la Madre Tierra y el Vivir Bien.[2]


Desde el saber popular, como tantos otros líderes de América Latina lo supieron hacer, Evo Morales expresaba los idearios de las masas reivindicando al actor social indígena, sus raíces e identidad. En una propuesta original, distante de aquellas concepciones estrechas de formas de pensamiento eurocentrista que no permiten analizar y valorar las lógicas temporales, espaciales, espirituales de nuestra región, Evo Morales convida a recuperar esa tarea pendiente de construir una América Latina moderna pero respetuosa de su identidad, donde el Manifiesto Nos impulsa hacia lo urgente: una nueva institucionalidad. Transformar las constituciones liberales para subvertir el Estado, donde el Pueblo deje de ser beneficiario y sea protagonista en la construcción de un futuro digno.[3] Será la toma de conciencia de esa “doble colonización”, del “doble encubrimiento cultural” que moldeó en América Latina un “modelo europeo” de cultura que buscó justificar las formas de colonialismo, hipotecando el futuro, lo que permita la transformación. 


Martí intentó romper esas superposiciones culturales, yuxtaposiciones que encubrieron la identidad de nuestros pueblos. Refirió a la necesidad de recuperar la naturaleza de la sociedad latinoamericana, como lo propio, lo indígena, lo mestizo, pero dejando fuera lo hispano. Pregonó que los pueblos de América no podían seguir mirando hacia Europa, acomodándose a las formas universales extranjeras. Pero la incapacidad no 
está en el pueblo, decía Martí, sino en los que quieren regir los gobiernos de nuestros pueblos El espíritu del gobierno ha de ser del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país (Nuestra América; pp.337). Complementaría Arturo Jauretche con su idea de “Política criolla –Política científica”, refiriéndose a Juan B. Justo y su calificación sobre la política criolla como todo aquello que no era científico y política científica como la de los países cuyos partidos políticos Justo buscaba imitar. Leopoldo Zea agregaría su idea del proyecto asuntivo, no negar la herencia hispánica, no dejar de ser críticos con ella, pero tomarla para sacar a flote nuestro mundo oculto, encubierto. Los pensadores antiimperialistas modernos reimpulsaron el unionismo continental del siglo XIX expandiendo un pensamiento nacional y popular desde las nuevas formas de identidad concebidas desde la necesidad de terminar con la dominación oligárquica de nuestras sociedades, cuestión sustantiva de las luchas por la modernización. Pero, expresa Piñeiro Iñiguez[4], si este movimiento no logró ser considerado parte de las nuevas ideas, fue por la relativa ausencia de intelectuales de fama entre sus adherentes. Sin embargo, serán los movimientos sociales del siglo XX y XXI los que lleven adelante la tarea de modernización económica y social afirmando la identidad latinoamericana ¡Qué sea inclusiva!

Conversatorio


 

sábado, 17 de octubre de 2020

EL 17 DE OCTUBRE DE 1945. ENTRE LA MEMORIA Y LA HISTORIA.

 

 

EL 17 DE OCTUBRE DE 1945. ENTRE LA MEMORIA Y LA HISTORIA.

Juan Carlos Cantoni

 

 

¡Cielito, cielo que sí!

¡Cielito del 17!

¡Cielito del General!

                                                                                                                            Que cumple lo que promete!

 

Agüita que vas corriendo

Repara mi condición.

Liberada de mis males

Por Evita y por Perón

 

Tengo todo. Humilde sigo.

Por eso guardo mi fe.

Si el General me lo ordena

“Presente!”, contestaré.

  Anónimas[1]

 


 

                Estas coplas, por su carácter anónimo, son un producto folklórico, vale decir,  de auténtica creación popular. Tienen características similares a las coplas y cantares históricos del siglo XIX. Cantares que nuestra  literatura registra y nuestros antropólogos y folkloristas rescatan y estudian como  evidencia  del sentir y pensar popular. Tienen además otro valor, el que le confiere la historia cuando se piensa  y se escribe desde la base de ese actor colectivo, que llamamos pueblo. Estos materiales no son  solo componentes pintorescos sino  legítimas fuentes  de la expresión colectiva de quienes fueron testigos y actores anónimos, pero reales, del 17 de octubre de 1945..

 

            Nuestra intención es abordar el tema del 17, teniendo en cuenta el carácter de acontecimiento cuya trascendencia histórica, ha movido a intensos debates. Estos debates han sido sesgados por distintas ópticas ideológicas, casi siempre destinados a dar explicación, a resultados políticos negativos. Los distintos puntos de vista de los “varios  antiperonismos  pretenden encontrar en el acto originario del movimiento,  una auto justificación de sus fracasos políticos.

            Frente a estas actitudes las producciones peronistas encuentran en el 17 la exaltación triunfal, del hecho originario del proyecto nacional y popular, de independencia  económica y transformación social. Por esa razón  el peronismo dio al 17 de octubre el valor de un  hecho fundacional, que sus opositores  consideraron “mito” entre muchos otros,  construidos deliberadamente y al servicio de políticas de  “manipulación de masas.”

            Consideraremos inicialmente algunos testimonios, visión de “testigos calificados” por su condición de historiadores; para más adelante: las “teorías explicativas”  emergentes de la consideración de los hechos en su trascendencia y como constitución de la “identidad popular”

            Es frecuente en la historiografía, apelar al testimonio de los actores políticos, obreros, empresarios, etc, para indagar acerca de las “intencionalidades”  y proyectos sectoriales que eclosionaron en aquel 17 de octubre de 1945.  

            Reproducirlos aquí, excede los límites de este trabajo. No obstante  
corresponde señalar que, en su mayoría reflejan dos aspectos que han dado pie a distintas interpretaciones del acontecimiento. Por un lado marcan la sorpresa y hasta el estupor por la presencia de “esas multitudes” desfilando por las calles céntricas de Buenos Aires;  por otro,  el carácter  espontáneo de su movilización.

            No era la primera vez que las “multitudes” ocupaban el espacio público del centro,  si se recuerdan la ocupación de la Plaza para escuchar la palabra de Uriburu en septiembre de 1930, o en el acompañamiento de los restos de Yrigoyen en su sepelio. Lo que en este caso asombraba era su carácter espontáneo, festivo y fundamentalmente su composición social. Una franja que surgía de los suburbios industriales de la Argentina en transformación, y que,  para muchos,  era el inicio triunfal de una revolución  en paz; para otros la súbita reaparición de una “barbarie” no redimida y ominosa. Vale la pena transcribir la apreciación de un intelectual de la época, visión a la que se mantuvo fiel hasta su muerte:

 

           “Era así mismo la Mazorca, pues salió de los frigoríficos como la otra salió de los saladeros. Eran las mismas huestes de Rosas ahora enroladas en la bandera de Perón, que a su vez era el sucesor de aquel tirano (…) Y aquellos siniestros demonios de la llanura que Sarmiento describió en el Facundo, no habían perecido. Están vivos en este instante y aplicados a la misma tarea, pero bajo techo en empresas muchísimo mayor que las de Rosas, Anchorena, Terrero y Urquiza. El 17 de octubre salieron a pedir cuenta de su cautiverio, a exigir un lugar al sol, y aparecieron con sus cuchillos de matarifes en la cintura, amenazando con una San Bartolomé del barrio norte. Sentimos escalofríos  viéndolos desfilar en una verdadera horda silenciosa con carteles que amenazaban con tomarse una revancha  terrible”  [2]

 

            Seleccionamos el testimonio de tres historiadores, no como quienes reconstruyeron con interés científico la historia contemporánea de los argentinos, sino en su calidad de contemporáneos de  aquellos días.

            De sus testimonios es posible rescatar su visión, cómo vivieron, cómo experimentaron  un tempo cuya magnitud y trascendencia histórica no estaban en condiciones de dimensionar.

             Muchos de nuestros historiadores han incursionado en la autobiografía, desde el Deán Funes hasta Tulio Halperin Donghi, pasando por Vicente Fidel López, Carlos Ibarguren, Ramón Cárcano, José Maria Rosa o Julio Irazusta, entre otros.  Desde sus escritos se plantea un desafío  a la interpretación y rescate de lo que realmente les impactó de su tiempo y lo que proyectan sobre el mismo desde su condición profesional. No obstante tienen un innegable valor historiográfico, merecedor de un estudio que también excede los límites de este trabajo.

            Ahora bien, de acuerdo con el tema, hemos elegido a José María Rosa[3], Felix Luna[4] y Tulio Halperin Donghi.[5]

            Una ubicación temporal de los autores con respecto al año de 1945, nos permite inicialmente identificar su condición generacional y su nivel de formación alcanzado.        


Así,  José Maria Rosa  había nacido en Buenos Aires el 20 de agosto de 1906, en el seno de una familia patricia, fuertemente vinculada a la tradición roquista. En octubre de 1945, a los 39 años  se desempeñaba como abogado, titulo que había obtenido en 1926. Su trayectoria en el foro y en la justicia lo llevó a participar en la intervención a la provincia de  Mendoza  durante el gobierno de Uriburu. En  Santa Fé también se desempeñó en la enseñanza  universitaria y en la Justicia. Por aquellos años militó en las filas del Partido Demócrata Progresista de Santa Fe. A fines de la década de los ´30, ya identificado con el nacionalismo, publicó sus primeras obras. En 1938 se vinculó con los grupos “federalistas”, núcleos originarios del revisionismo histórico santafesino, y de allí comenzó su carrera como historiador  “heterodoxo” frente a la hegemonía de la historiografía liberal mitrista.

lunes, 12 de octubre de 2020

“La cuestión colonial”

 


“La cuestión colonial”   

Prof. Araceli Ibañez    

El siguiente escrito pretende abrir el debate acerca de la cuestión colonial entorno a la Conquista y expansión española sobre el territorio americano. Desde fines del siglo XV hasta el último cuarto del siglo XIX, vastas regiones quedaron bajo el poder de la Corona española que, a lo largo de esos siglos, elaboró una legislación que caracterizó los dominios de la monarquía compuesta en el antiguo régimen. La diversidad regional, étnica y cultural se complejizó con el avance de los años. ¿Es posible entonces caracterizar la sociedad novohispana de mediados del siglo XVI en los comienzos de los contactos, con la de fines del XVIII? ¿podemos afirmar que la colonización implicó integración? El estudio del espacio peruano ¿alcanza para contextualizar las formas de trabajo forzado indígena en toda la expansión del sur del continente?. Las preguntas que surgen son diversas e inmersas en las discusiones que historiadores, entre otros especialistas, presentan sobre el largo espacio de tiempo que constituyó la dominación española sobre los territorios de ultramar.

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