martes, 20 de octubre de 2020

¡QUE VIVA LA AMÉRICA LATINA!


Laura Stroppolo

Reflexión y análisis de los rasgos medulares de los “Movimientos Nacionales Latinoamericanos”: etapa superior del capitalismo-antiimperialismo. Matriz de pensamiento en relación a los problemas del colonialismo cultural: hegemonía positivista – pensamiento nacional y popular. Tensiones entre la cuestión nacional y la cuestión social. Sistemas políticos: las participaciones de la movilización popular de “los de abajo”, las contradicciones que delimitan el espacio político y el campo social. La aparición de líderes populares y la relación líderes-pueblo. Nuevo paradigma: pensamiento latinoamericano para el mundo “Vivir Bien”.

Palabras claves: movimientos nacionales - antiimperialismo – matriz de pensamiento – cuestión nacional-cuestión social.




¡QUE VIVA LA AMÉRICA LATINA!
HE ARADO EN EL MAR
Y HE SEMBRADO EN EL VIENTO
(SIMÓN BOLIVAR)

El siglo XXI despierta en una América Latina que revisa su conciencia de unidad en esa Patria Grande que nunca pudo ser. Los movimientos nacionales y populares inician un recorrido marcado por gobiernos de centro-izquierda en escenarios políticos donde la presión de la sociedad civil y los movimientos de masas renuevan sus fuerzas para hacerse escuchar. Es entonces, donde el pensamiento “antiimperialista moderno” de los albores del siglo XX se entrecruza con los aportes de los líderes de la Región, titulares de los gobiernos nacionales y populares de una década larga que hará diferencia en el análisis histórico de “Nuestra América”. La denominación “moderno”, que alude a la nueva etapa del capitalismo mundial, la etapa superior, imperialista, no implica un corte con los planteaos anticolonialista anteriores. Alcira Argumedo y su concepción de matriz de pensamiento nos permite establecer una línea de permanencia de un conjunto de ideas que se “actualizan” para dar respuesta a los nuevos desafíos históricos, nutriendo a la matriz nacional, popular y latinoamericana. La propuesta de este artículo es reflexionar sobre los llamados “movimientos nacionales latinoamericanos”, que se han venido manifestando durante el siglo XX como movimientos nacionales concretos, con característica externas específicas, para analizar aquellos rasgos sustantivos que los definen como tal: la articulación entre cuestión nacional y cuestión social, las participaciones de la movilización popular de “los de abajo”, las contradicciones que delimitan el espacio político y el campo social, la aparición de líderes populares y la relación líderes-pueblo.




El 21 de diciembre de 2012, en el solsticio de verano, Evo Morales, el entonces presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, presentó su Manifiesto de la Isla del Sol en ese sagrado territorio. Invitaba al resto de los Estados latinoamericanos a torcer el rumbo del planeta, dominado por la crisis del sistema capitalista que ha llevado a la destrucción de la naturaleza y a un consumo desenfrenado como parte de una crisis moral. Su propuesta es establecer un “socialismo latinoamericano”, de raíz nacional y popular, donde las raíces indígenas, criollas y mestizas debían ser recuperadas a través de los diálogos, las alianzas (…) entre “pueblos y comunidades”, entre “estados y gobiernos” y entre “patriotas, nacionalistas y socialistas” con “voluntad política de poder e integración regional”[1]

Enfrentar al capitalismo “salvaje” y construir la cultura de la vida a partir de esas líneas de continuidad de los valores y conceptos, marcando el “fin del NO TIEMPO y el inicio del TIEMPO” como la recuperación de esa matriz de pensamiento propio, pensamiento latinoamericano (…) el poder del trabajo, el poder de las comunidades, el poder de la solidaridad de los pueblos y de la comunión de todos los seres vivos para que juntos constituyamos la Madre Tierra y el Vivir Bien.[2]


Desde el saber popular, como tantos otros líderes de América Latina lo supieron hacer, Evo Morales expresaba los idearios de las masas reivindicando al actor social indígena, sus raíces e identidad. En una propuesta original, distante de aquellas concepciones estrechas de formas de pensamiento eurocentrista que no permiten analizar y valorar las lógicas temporales, espaciales, espirituales de nuestra región, Evo Morales convida a recuperar esa tarea pendiente de construir una América Latina moderna pero respetuosa de su identidad, donde el Manifiesto Nos impulsa hacia lo urgente: una nueva institucionalidad. Transformar las constituciones liberales para subvertir el Estado, donde el Pueblo deje de ser beneficiario y sea protagonista en la construcción de un futuro digno.[3] Será la toma de conciencia de esa “doble colonización”, del “doble encubrimiento cultural” que moldeó en América Latina un “modelo europeo” de cultura que buscó justificar las formas de colonialismo, hipotecando el futuro, lo que permita la transformación. 


Martí intentó romper esas superposiciones culturales, yuxtaposiciones que encubrieron la identidad de nuestros pueblos. Refirió a la necesidad de recuperar la naturaleza de la sociedad latinoamericana, como lo propio, lo indígena, lo mestizo, pero dejando fuera lo hispano. Pregonó que los pueblos de América no podían seguir mirando hacia Europa, acomodándose a las formas universales extranjeras. Pero la incapacidad no 
está en el pueblo, decía Martí, sino en los que quieren regir los gobiernos de nuestros pueblos El espíritu del gobierno ha de ser del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país (Nuestra América; pp.337). Complementaría Arturo Jauretche con su idea de “Política criolla –Política científica”, refiriéndose a Juan B. Justo y su calificación sobre la política criolla como todo aquello que no era científico y política científica como la de los países cuyos partidos políticos Justo buscaba imitar. Leopoldo Zea agregaría su idea del proyecto asuntivo, no negar la herencia hispánica, no dejar de ser críticos con ella, pero tomarla para sacar a flote nuestro mundo oculto, encubierto. Los pensadores antiimperialistas modernos reimpulsaron el unionismo continental del siglo XIX expandiendo un pensamiento nacional y popular desde las nuevas formas de identidad concebidas desde la necesidad de terminar con la dominación oligárquica de nuestras sociedades, cuestión sustantiva de las luchas por la modernización. Pero, expresa Piñeiro Iñiguez[4], si este movimiento no logró ser considerado parte de las nuevas ideas, fue por la relativa ausencia de intelectuales de fama entre sus adherentes. Sin embargo, serán los movimientos sociales del siglo XX y XXI los que lleven adelante la tarea de modernización económica y social afirmando la identidad latinoamericana ¡Qué sea inclusiva!



Álvaro García Linera, ex vice presidente de Evo Morales, expresaba en una entrevista realizada en el marco del “Reencuentro marxista boliviano” (2016), su insatisfacción con las ideas de la izquierda europea. Sostenía (…) No entienden en Bolivia porque no entienden el movimiento indígena, que es mucho más que el tema campesino. Y aun así, sobre el tema campesino, lo que se habla en Bolivia en la izquierda es de manual, es una interpretación deformada, desnaturalizada de lo que el marxismo 
entiende por la temática indígena[5]. Linera se preocupó y ocupó de articular las fuerzas motoras de la historia, las características de una revolución y el movimiento indígena como sujeto de la historia. Linera encuentra que en el proceso de las revoluciones nacionales en América Latina surgieron nuevas tensiones que no fueron pensadas por el marxismo europeo pero que se replican hoy en el continente. Estas tensiones “creativas” denotan dos polos: la necesidad y voluntad de industrialización de las materias primas en tensión con la necesidad del “Buen Vivir”, es decir la relación armoniosa del hombre con la naturaleza.


Los “10 mandatos para enfrentar al capitalismo y construir la cultura de la vida” del Manifiesto de la Isla del Sol, proponen sobrellevar esta contradicción a partir de la construcción del “Socialismo Comunitario del Buen Vivir”, refundando la democracia, en respeto por los derechos de la Madre Tierra para el Vivir Bien, aplicando la categoría de “valor de uso” en lugar de “valor de cambio” para los recursos naturales, enfrentando al colonialismo ambientalista de la “economía verde”, logrando la soberanía de los recursos naturales: saber alimentarse en base a las identidades culturales para el Vivir Bien; abordando un desarrollo propio del conocimiento y la tecnología, construyendo una nueva organización internacional que logre, finalmente, la integración Regional lejos de unas Naciones Unidas que el Manifiesto califica de imperialistas. Con el “empoderamiento de los pobres y marginados”, construyendo un Socialismo Comunitario, dice Evo Morales, lejos de las “falsas democracias que convirtieron a la política en un instrumento de lucro y no en una vocación de servicio”. 

Martí ya había planteado la necesidad de reivindicar el concepto de “democracia”, definiéndola como forma de gobierno del pueblo y no como república oligárquica (Madre América, 1889). Mariátegui propuso contribuir a la creación del Socialismo Peruano, que “no sea ni calco ni copia del europeo, sino una creación heroica”. Jauretche, desde FORJA (1943), había escrito sobre la necesidad de revisar los conceptos de “democracia y legalismo”, realizando una crítica severa a la democracia tomada como republicanismo y no como instrumento para la justicia social. Scalabrini Ortiz expresaba la necesidad de sustituir la República oligárquica parasitaria y extranjerizante por una democracia radical, dignificatoria, justiciera e igualitaria que ponga fin a la democracia deformada. Cooke, en distancia con el marxismo europeo, aseguraba que los partidos políticos tradicionales no eran una herramienta de transformación, pues sólo buscaban cambiar la mentalidad de los oprimidos; exclamaba que sólo a través de la lucha revolucionaria, podría lograr el 
cambio de la estructura liberal burguesa por otra que asegure la justicia social, de corte humanista que “haga de la patria la tierra” en línea con el Manifiesto, porque Cooke (…) concibe a la Nación y a Latinoamérica viviendo en total soberanía y porque concibe un hombre libre en una tierra libre.[6] Morales, Martí, Mariátegui, Jauretche, Scalabrini Ortiz y Cooke polemizan sobre la misma cuestión: la política puesta al servicio del capital extranjero y no del pueblo; la democracia limitada por la dependencia económica no es democracia completa. Democracias del pueblo, expresaba Martí; socialismo “original” proponía Mariátegui; avanzar sobre la nacionalización de la economía decía Jauretche: “Política de Liberación Nacional”; construir “conciencia nacional” que desafíe a la “política invisible” para que Argentina logre construir una Nación nominal, una patria con independencia económica y soberanía política escribía Scalabrini Ortiz; Revolución Socialista enfatizaba Cooke; refundar los Estados y la Política, dice Morales: líneas de pensamiento convergentes, nacional, popular, antiimperialista que sostienen la necesidad de “sistemas políticos entendidos como participación nacional y popular.



El Manifiesto de Evo Morales forma parte, es continuación y permanencia de la oleada de movimientos nacionales antiimperialistas latinoamericanos, donde cristaliza el ideario de “Liberación Nacional”. Atilio Borón expresa la idea del “rasgo universal” del pensamiento emancipador latinoamericano: surge en “Nuestra América” y no en las metrópolis imperiales, recupera Borón de la pluma de José Martí. El Imperialismo de nuestras metrópolis nos obliga a un pensamiento universal que excede esos exotismos o particularidades, es el pensamiento universal antiimperialista y anticapitalista el germen del pensamiento emancipador de América Latina, La sutil, extensa y a la vez férrea tiranía del imperialismo no nos deja otra alternativa que pensar en términos universales, trascendiendo los “exotismos” y los particularismos. No se puede pensar seriamente a América Latina si no es desde el antiimperialismo y el anticapitalismo.[7]

En Latinoamérica sigue hoy vigente la lucha por la “Liberación Nacional” y en el discurso político de conservadores y progresistas continúa la disputa sobre el concepto de “democracia”, en un tránsito de círculo viciado por el odio al excluido, al oprimido, al indio, al mestizo, al afroamericano. La pregunta que todos debemos responder es ¿por qué ese odio? Álvaro García Linera, escribió un artículo en noviembre de 2019 sobre El odio al indio, (…) el odio recorre vorazmente los barrios de las clases medias urbanas 
tradicionales de Bolivia”.[8] El proceso de democratización de derechos del gobierno de los movimientos sociales, que representaron Morales y García Linera, permitió un avance hacia la igualación de clases, poniendo un coto a la etnicidad que caracteriza a la sociedad boliviana que sostiene la superioridad histórica de la clase media por sobre las clases subalternas. Por eso el desborde del odio, el derroche de violencia, porque la supremacía racial es algo que no se racionaliza (…)[9] Es ese patrón socio-cultural oligárquico, esa matriz de pensamiento liberal europeo, diría Argumedo, esa parte del relato, esa versión científica que desoye “los cautos silencios”: la historia de los oprimidos, que sólo ve el rostro del progreso y no el del espanto, que habla de una actualidad y un “nosotros” de selectos e ignora o desprecia a ese “otro” que integra las masas populares de América Latina. El relato hegemónico de patrones culturales impuestos que conforman la matriz teórico-política y que construyen un determinado concepto de sociedad. Es la vigencia de la zoncera madre “Civilización y Barbarie” de Jauretche. 
Beigel sostiene que la ruptura de análisis para la enunciación de América Latina llegó durante las primeras décadas del siglo XX de las voces de los precursores José Martí y Manuel Ugarte, que dieron un paso hacia adelante en la reflexión sobre la “segunda independencia” y la cuestión de los sujetos del cambio social. Para ambos pensadores ya no era el pueblo el enemigo, sino que a éste había que buscarlo afuera, eso es el imperialismo británico y norteamericano en connivencia con las oligarquías nacionales. Pero será un poco más tarde, durante el primer tercio del siglo XX, cuando Mariátegui escriba su trabajo sobre la “Realidad peruana”, tomando distancia de la izquierda europeizada para dar nuevos significados a esta realidad, donde aparezcan los aportes a la teoría de la modernización y del desarrollismo. En la búsqueda de la identificación de los obstáculos para el progreso económico, y en la afirmación de la “ausencia” de desarrollo, la ciencia y la noción de progreso guiarán la idea de transición a la modernidad. 

José Martí, quien supo sintetizar el ideario antiimperialista para verlo crecer desde su propia cuna, las Antillas, pero más precisamente desde Cuba y Puerto Rico, concibió al pueblo como sujeto de liberación, desconfiando de los sectores burgueses, marcando la fractura social de clase y enlazando la cuestión nacional y social. El Panantillanismo o Vanguardia Antillana, presente en la región desde la segunda mitad del siglo XIX mantuvo características comunes con sus continuadores del siglo XX: Antillas unidas por la región y la cultura, la historia, la conciencia antillana que incluía sentirse parte de “Nuestra América”, decía Martí, cuyo objetivo era construir una unión formal de todas las islas, con el compromiso patriótico de incluir a los sectores oprimidos (mestizos y esclavos) en busca de que las independencias de las islas se expandan al continente. ¿Pueden las islas unirse formalmente para irradiar al continente la independencia? 

Esta pregunta se la hacía la vanguardia antillana y también se la hizo Norberto Galasso, ¿cuál es la importancia política sobre si América Latina es una Nación inconstituida o no? Ningún país latinoamericano va a poder constituirse sólo, aislado, refuerza Galasso. La balcanización de la Región fue un proceso que trajo consecuencias decisivas para el presente, porque ese proceso de desmembramiento corrió paralelo a la penetración imperialista política, económica e ideológica, primero inglesa y luego norteamericana. Evo Morales y Álvaro García Linera ven claramente que la cuestión nacional está aún pendiente, y así se encuentra expresado en el Manifiesto, (…) alianza de los pueblos del sur contra el intervencionismo, el neoliberalismo y el colonialismo.[10] Integracionismo regional como base de la lucha antiimperialista. 

Los intelectuales de los movimientos nacionales utilizaban el concepto de Indoamérica para visibilizar al indio, para construir un “nosotros” que tenga anclaje en la autodeterminación y en las luchas de liberación nacional. Desde las izquierdas latinoamericanas, José Carlos Mariátegui supo tener una aguda capacidad para observar el comportamiento histórico del capitalismo peruano atendiendo a sus diferencias geográficas y al conjunto de prácticas económicas coloniales existentes, proponiendo la construcción de un “socialismo indígena”. Julio Antonio Mella, pensador cubano, entra en disputa con esta idea y sostuvo, desde su visión positivista eurocéntrica, que el indio es individualista y tiende a la propiedad privada. Entonces proclama que la base para el movimiento antiimperialista no es racial sino económica puesto que el imperialismo acaba con el problema de la raza debido a que convierte a blancos, mestizos, indios, negros en obreros, en proletariado. En disputa con esta postura, Víctor Raúl Haya de la Torre define al imperialismo desde la realidad económica-social iberoamericana y acuerda con Mariátegui en la presencia de una economía de coexistencia, con esa idea de “niño monstruo” donde conviven distintas prácticas económicas: comunidades indígenas, esclavismo, feudalismo y hasta burguesías nacionales incipientes que, afirma Haya de la Torre, no lograron fortalecerse porque la llegada del capital extranjero impidió su desarrollo nacional. Y ante la pregunta de si puede un Estado Nación negociar con el capital extranjero, este pensador responde que todo dependerá de quién controle y le ponga restricción a ese capital. La llegada de capital extranjero es necesaria para la industrialización, pero debe ser recibido con condiciones, y para ello debe existir un gobierno científico más un movimiento político inspirado en la fe y en la esperanza, en ese mito que todo movimiento político debe tener. Es por esto que Mariátegui plantea a la Revolución Socialista como el instrumento de la transformación. Ese mito es lo que diferencia a la burguesía del proletariado, pues aquélla lo ha perdido porque la “razón” se lo ha extirpado. 

Las décadas del ´40 y´50 verán crecer un nuevo flujo de movimientos nacionales, nutridos de la oleada que los precedió. Ciertas tradiciones de izquierda los conceptualizaron de “bonapartismos” y “Frentes Únicos Antiimperialista”. También se los llamó “comunistas”, con la intención de alinearlos a la URSS. Y “populismos”. No hay intención de análisis inocente, decía Argumedo. Acordemos que fueron “Movimientos Nacionales” desde su concepción de defensa de las autonomías, soberanías, identidades de la cultura nacional y popular, en una América Latina vasta y heterogénea: el Cardenismo, el Varguismo, el Peronismo, el MNR en Bolivia, la Revolución de Guatemala e incluso la Revolución Cubana. Norberto Galasso y Germán Ibañez analizaron el peronismo y el varguismo respectivamente, e identificaron rasgos centrales en una coyuntura compartida: agotamiento del MAE, ausencia de expresiones políticas para darle salida a este agotamiento económico, relación entre la cuestión nacional y el rol del Estado en el control de los recursos naturales para el desarrollo económico (Estado empresario que planifica la economía), presencia antiimperialista. En un contexto de visión “centro-periferia”, donde desarrollo y subdesarrollo formaban parte del mismo proceso, la dependencia era vista como una forma de dominación a través de la cual buena parte del excedente generado en las periferias era apropiado por los países centrales. En ese patrón de progreso universal, el desarrollismo dirigía sus expectativas hacia la industrialización. Los Movimientos Nacionales fueron respuestas del mundo colonial o semi colonial al desafío del mundo imperialista. 

Las Revoluciones nacionales latinoamericanas no contaron con burguesías nacionales como actores principales de esas revoluciones, como sí sucedió en Europa. En América Latina las Revoluciones Nacionales no traerían la creación del mercado interno porque aquí siempre habría necesidad de ser colonia o semi-colonia para que crezca el capitalismo europeo y norteamericano, en esta estructura semi-colonial sostenida por la fuerza de unas oligarquías nacionales puestas al servicio del imperialismo y unas burguesías débiles que oscilaron entre el apoyo a las oligarquías o el descanso en su propia debilidad. Germán Ibañez trabaja en el Brasil del ´30 la contradicción entre pueblo y oligarquía, que no fue tanto la lucha por el control del excedente económico, pues la oligarquía nunca lo perdió, sino por sostener la dominación de su poder “señorial”. El ciclo nacional-popular se tradujo en una ampliación de la base democrática del Estado, y esa 
participación popular permitió la alianza entre sujetos colectivos que le dieron al Estado una base policlasista. Germán Ibañez lo plantea y Norberto Galasso lo toma: identifica en Argentina la coexistencia de diferentes sectores sociales que se manifiestan en contra del imperialismo y que conformarán la base del Estado. En síntesis, para romper el colonialismo se necesita un Estado con base social, y para ello es indispensable la participación popular. Surgió, entonces, un policlasismo con distintos intereses que friccionan, pero establecen coalición. Lenin había pensado que los Frentes antiimperialistas debían darse con acuerdo de partidos. 



Pero esto no sucedió en Latino América; la cuestión nacional requerirá la movilización y participación de los sectores bajos más las alianzas con sectores de contenido de clase profundo, como el Ejército y la Iglesia. Galasso e Ibañez lo nombran como “coalición policlasista”. Al interior de estas alianzas no desaparecen las luchas de clases, pero quedan subsumidas a la cuestión nacional: la lucha contra el imperialismo. No podrá haber una lucha antiimperialista sin pensar la cuestión social, tal como lo habían sabido expresar Martí y Mariátegui. 

Estos Movimientos Nacionales latinoamericanos son llamados frecuentemente “populismos”, con la intención de otorgarles una denominación peyorativa. Existen varias miradas sobre los populismos clásicos[11], pero defino tomar el aporte que hizo al tema el filósofo y psicoanalista Ernesto Laclau, quién expresa que el populismo se inicia cuando los elementos popular-democrático se convierten en la opción contraria a la ideología del bloque dominante. En cualquier práctica política es necesaria la interpelación para rearticular y equilibrar el sistema político, y eso es populismo, lo sustantivo de la política. En el proceso de articulación popular aparece la figura de un líder que canalizará las demandas populares. Laclau define a ese líder como “carismático”, Galasso hace su crítica y afirma que el carisma es sólo un ingrediente más, no es el principal, puesto que el líder aparece como la persona capaz de amalgamar las demandas. 

Es claro que en todos los proyectos políticos se conjugan componentes racionales y emocionales. Todo depende cuál se resalte. Los proyectos políticos nacionales y populares fueron y son acusados de encarnizar los valores de sus líderes. Ibañez (Los liderazgos populares, 2018) analiza tres claves u operaciones de las oligarquías para denostar la relación pueblo-líder: la clave clasista: basada en la zoncera madre “civilización y barbarie”, que considera a las clases populares como irracionales y emocionales en cuestiones políticas; la clave intelectualista, que confunde intencionalmente las tradiciones letradas elitistas con la cultura general, así puede acusar a los sectores populares de “burros que se dejan engañar” (matriz de pensamiento hegemónico) y la clave moralina que agita el fantasma de la corrupción en los gobiernos nacionales y populares. Todas encuadradas en el odio al oprimido, a ese otro excluido del que hablaba García Linera. Hoy, el populismo, es un sombrero que se intenta calzar en cualquier cabeza. 

Al final de este recorrido voy a intentar recuperar los hilos conductores de este artículo. Capitalismo y colonialismo comparten el mismo tiempo, y los Movimientos Nacionales llegaron para quebrar esta diferencia. En América Latina la autodeterminación de los pueblos no se circunscribe a cada Estado-Nación, vimos como la cuestión nacional y la cuestión social se enlazan, en mayor o menor medida, buscando la integración regional. Sistemas políticos con participación popular y soberanía nacional vistos en clave regional con la intención de discutir el orden global hegemónico: antiimperialismo. Debate del rumbo socio-económico y socio-histórico en tensión permanente, desarrollo industrial sustentable en armonía con la Madre Tierra enmarcado en una matriz de pensamiento autóctona. En un mundo atravesado por el auge del capitalismo del desastre[12], América Latina necesita revisitar los mandatos del Manifiesto de la Isla del Sol. Existe una deuda pendiente que sólo podrá encontrar el camino de resolución si los pueblos latinoamericanos establecen la alianza de unidad regional con la fortaleza de los Estados Nación, a partir de la conformación de democracias representativas que generen justicia social, donde los movimientos nacionales y populares representen el tronco del árbol de donde brote la savia de un nuevo paradigma imbuido de nuestra matriz de pensamiento que genere nuevos sujetos políticos responsables y comprometidos con su entorno social. 






Bibliografía: 

· Argumedo A.; Los silencios y las voces en América Latina; Ediciones del pensamiento nacional; Buenos Aires; 1992. 

· Borón, Atilio, “Prólogo”, en Fernández Retamar, Roberto, Pensamiento de nuestra América. Autorreflexiones y propuestas, Buenos Aires, CLACSO, 2006. 

· Cooke, J., W.; La lucha por la Liberación Nacional; en Artículos periodísticos, reportajes, cartas y documentos (1947-1959). Tomo IV; Obras completas; Eduardo L. Duhalde (compilador); Ed. Colihue; Buenos Aires; 2009. 

· Galasso, Norberto, Historia de la Argentina. Desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Tomo II. Buenos Aires, Colihue, 2011, Capítulo XXXIV: “Primera presidencia de Perón”. 

· García Linera, Álvaro, “Cuarta tensión: el socialismo comunitario del Vivir Bien” en Las tensiones creativas de la Revolución. La quinta fase del Proceso de Cambio, La Paz, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, 2011. 

· Haya de la Torre, Víctor Raúl, “El antiimperialismo aprista” en Treinta años de Aprismo, Lima, Biblioteca del Congreso del Perú, 2010. 

· Haya de la Torre, Víctor Raúl, “Programa Mínimo del Partido Aprista Peruano”, discurso del 23/8/1931. 

· Ibañez, Germán, “El movimiento nacional en Brasil”, 6 de abril de 2018, disponible en http://lonacionalypopular.blogspot.com/

· Ibañez, Germán, "Los liderazgos populares", 10 de febrero de 2018, disponible en http://lonacionalypopular.blogspot.com - IBAÑEZ, Germán, "Los liderazgos populares", 10 de febrero de 2018, disponible en http://lonacionalypopular.blogspot.com

· Martí, José, “Madre América”, “Congreso Internacional de Washington” y “Nuestra América” en Escenas norteamericanas y otros textos. Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 2010. 

· Jauretche, Arturo, “Carta al Sr. Dr. José Ávalos del 9 de julio de 1942”, en Nacionalismo y radicalismo¸ Buenos Aires, Publicaciones de FORJA, 1943 

· Laclau, Ernesto, “La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana”, en: Nueva Sociedad, nº 205, septiembre-octubre de 2006, pp. 56-61. 

· Mckinnom, M.M. y, Petrone, M.; “Los complejos de la cenicienta”. En: Moira Mackinnon y Mario Petrone (comp.), Populismo y neopopulismo en América Latina. El problema de la cenicienta. Buenos Aires, Eudeba, 1999. 

· Martí, José, Madre América y Nuestra América en Escenas norteamericanas y otros textos; Buenos Aires; Ediciones Corregidor; 2010. 

· Martí, José; Bases Partido Revolucionario de Cuba; 10 de abril de 1892 y “El tercer año del Partido Revolucionario cubano”; 1894. 

· Morales, Evo; Manifiesto de la Isla del Sol; 2012. 

· Mella, Julio Antonio, ¿Qué es el ARPA?, 1° ed. 1928, varias ediciones (selección). 

· Scalabrini Ortiz, Raúl, “Política británica en el Río de la Plata. Las dos políticas: la visible y la invisible. Cuadernos de FORJA Nº 1”. Buenos Aires, mayo de 1936, en: Ana Jaramillo (comp.), Cuadernos de FORJA. Buenos Aires, Ediciones UNLa. 

· Piñeiro Iñiguez, C.; Pensadores latinoamericanos del siglo XX. Ideas, utopías y destino; Ed. Siglo XXI. Instituto Di Tella; Cap. II. 

· Salmón, J.; Marxismo y katarismo: los primeros pasos hacia la Revolución; En Valor y Comunidad: reencuentro marxista y boliviano. Una conversación con Álvaro Linera, La Paz, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; 2018. 







[1] Morales, Evo; Manifiesto de la Isla del Sol; 2012; pp.3 


[2] Morales, Evo; Op.cit.; 2012; pp.16 


[3] Borello, L.; en “Manifiesto de la Isla del Sol”.; pp.3 


[4] Piñeiro Iñiguez, C.; Pensadores latinoamericanos del siglo XX. Ideas, utopías y destino; Ed. Siglo XXI. Instituto Di Tella; Cap. II. 


[5] Salmón, J.; Marxismo y katarismo: los primeros pasos hacia la Revolución; En Valor y Comunidad: reencuentro marxista y boliviano. Una conversación con Álvaro Linera, La Paz, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia; 2018; Pp 22 


[6] Cooke, J., W.; La lucha por la Liberación Nacional; en Artículos periodísticos, reportajes, cartas y documentos (1947-1959). Tomo IV; Obras completas; Eduardo L. Duhalde (compilador); Ed. Colihue; Buenos Aires; 2009; pp.138. 


[7] - Borón, Atilio, “Prólogo”, en Fernández Retamar, Roberto, Pensamiento de nuestra América. Autorreflexiones y propuestas, Buenos Aires, CLACSO, 2006. Pp.13. 






[10] Morales, Evo; Op.Cit.; 2012; pp.13 


[11] Mckinnom, M.M. y, Petrone, M.; “Los complejos de la cenicienta”. En: Moira Mackinnon y Mario Petrone (comp.), Populismo y neopopulismo en América Latina. El problema de la cenicienta. Buenos Aires, Eudeba, 1999; pp1-15 


[12] Klein Naomi; La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre; Ed. Paidós; Buenos Aires; 2015.

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