Prof.Martin
Fioretti[i]
El 20 de junio de 2020, se cumplieron 200 años del fallecimiento de Manuel Belgrano, uno de los máximos próceres de la independencia americana. La Historia Oficial lo ubicó, junto a José de San Martin, por encima de cualquier otro personaje histórico, haciendo hincapié en una de sus acciones más ilustres: La creación de la bandera nacional. Este hecho, muy importante para cualquier comunidad nacional, no fue lo único que hace destacar a la figura de Manuel Belgrano. Sus innumerables escritos y acciones son quizás más importantes, pero estas resultaban incómodas para la clase dirigente de fines del siglo XIX que construyó un relato histórico a imagen y semejanza de la oligarquía terrateniente.
Manuel
Belgrano fue parte del ala más radical del frente antiabsolutista que participó
en la Revolución de mayo de 1810, sector que también integraba Mariano Moreno,
Juan José Castelli, Domingo French, José de San Martín y otros. Este frente antiabsolutista
era totalmente heterogéneo en sus objetivos, pero que iban desde llevar a cabo una
ampliación de las ideas democráticas de la Ilustración europea y en ganar
autonomía con respecto de la metrópoli.
Convengamos
que la Revolución de Mayo no fue un proceso separatista, anti hispánico, realizado
por la “gente decente” y que solo quería liberar el comercio en los términos
que necesitaban los ingleses. Este relato que inculcó la Historia Oficial
liberal mitrista, y que hoy está hecho carne en el sentido común y en los
manuales de Historia, lo descartamos totalmente. La Revolución de Mayo, en el
sentido historiográfico de Norberto Galasso y otros[ii], fue un proceso de ampliación democrática pero
que no pretendía independizarse de España (por lo menos en un principio). Tampoco
fue anti hispánico, pues en sus filas había nacidos en la península. Muchos
menos elitista, pues la presencia de los “chisperos” French y Berutti habla de
que la plebe urbana estaba del lado del frente antiabsolutista.
También
decimos que la Revolución de Mayo fue un capítulo de la Revolución Española iniciada
en 1808 tras la invasión napoleónica en la península. Cuando Napoleón nombra a
su hermano José Bonaparte como rey de España, el pueblo español comenzó una
guerra de liberación nacional contra los invasores. Inmediatamente se
conformaron juntas provinciales elegidas democráticamente y comenzó un proceso
de ampliación de las libertades civiles. Es decir, en España, de un proceso de
Revolución nacional devino en un proceso de Revolución democrática.
Las
Juntas provinciales se centralizaron en una Junta Central Suprema y comenzó a
tomar decisiones políticas de corte liberal, como por ejemplo decretar en enero
de 1809 que los territorios de ultramar no era más colonias, sino “parte esencial e integrante de la monarquía
española”. Sin embargo, el avance francés por toda la península hizo caer
la Junta Central Suprema y se conformó un Consejo de Regencia en la ciudad de
Cádiz. Este llamó a Cortes, en donde cada provincia debía enviar representantes
para discutir y dictar una Constitución Nacional de corte liberal, incluyendo
los territorios americanos.
Mientras
se llevaba a cabo ese proceso en España, y volviendo al Río de la Plata y a
Manuel Belgrano, entendamos que este último era funcionario de la Corona
española. El cargo que desempeñaba era el de Secretario del Consulado Real de
Buenos Aires y su misión era mejorar la estructura económica del Río de la
Plata en el marco de las Reformas Borbónicas.[iii]
Manuel
Belgrano había tenido la oportunidad de formarse académicamente en España, ya
que pertenecía a una de las familias más ricas del Río de la Plata. Su padre,
Domingo Belgrano Peri, quería que su hijo Manuel se formara en las ciencias
económicas y así poder continuar con los negocios de la familia. Sin embargo,
cuando estaba en pleno proceso de formación, llegaron a él la ideas que lo
cambiaron para siempre. Esto escribió Belgrano en su Autobiografía:
“Como en la
época de 1789 me hallaba en la España y la revolución de Francia hiciese
también la variación de ideas, y particularmente en los hombres de letras con
quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad,
seguridad, propiedad, y solo veía tiranos en los que se oponían a que el
hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la
naturaleza le habían concedido.”[iv]
Belgrano se acerca a las nuevas ideas del
liberalismo español de Campomanes, Floridablanca o Jovellanos, pero también al
liberalismo ingles de Locke y al pensamiento Ilustrado de Voltaire, Montesquieu
y Rousseau. Por último, se forma en la corriente económica fisiocrática, cuyo
mayor exponente es el francés François Quesnay. Pide permiso a la Santa sede
para poder acceder a esas lecturas prohibidas y se lo conceden. Todo este
compendio lo transforman en un hombre ilustrado y es por ello que lo nombran en
1794 como Secretario del Consulado Real de Buenos Aires. Belgrano acepta el
cargo y se traslada a su ciudad natal, asumiendo con casi 24 años de edad.
Entendamos que estos cargos de carácter vitalicio, hace de un joven ilustrado amoldarse
a las circunstancias y a no pretender cambiar las cosas. Nada de eso ocurrió
con nuestro prócer.
Como secretario del Consulado Real, Belgrano debía escribir y leer
anualmente en público Memorias sobre
el trabajado en su cargo público.
Las Memorias son una primera columna
discursiva de Belgrano, cuyo objetivo es el mejoramiento del país, aumentando
la riqueza del territorio y de sus pobladores. Belgrano, entendía que para
llegar a eso se debían incorporar prácticas fisiocráticas en el campo
económico, fomentando la agricultura, principalmente, pero también la
circulación de mercaderías al mejorar caminos y puertos, promoviendo la
educación entre la población más humilde, suprimir impuestos y premiar a
aquellos que realicen proyectos de mejora de sus campos, como forma de divulgar
e imitar el ejemplo.
A su primera
Memoria
la denominó Medios generales de fomentar la Agricultura, animar la industria y
proteger el comercio en un país agricultor, cuya lectura se efectuó el
15 de julio de 1796. Como buen fisiócrata, Belgrano dice que “la
agricultura es el verdadero destino del hombre (…) Todo depende y resulta del
cultivo de las tierras; sin él no hay materias primeras para las artes, por
consiguiente la industria no tiene como ejercitarse, no puede proporcionar
materias para que el comercio se ejecute.”[v]
El secretario, que tiene como objetivo fomentar la agricultura, ve como
principal culpable a la ignorancia del labrador, y algo para destacar de
Belgrano es que no solamente escribía sobre lo que habría que hacer, sino que
explicaba las causas de la malograda situación y de cómo mejorarla. Es por ello
que concibe como importantísimo favorecer el establecimiento de entidades
educativas:
“¿Y de qué modo manifestar estos
misterios y corregir la ignorancia? Estableciendo una escuela de agricultura,
donde a los jóvenes labradores se les hiciese conocer los principios generales
de la vegetación y desenvoltura de las siembras, donde se les enseñase a
distinguir cada especie de la tierra por sus producciones naturales, y el
cultivo conveniente a cada una, (…) los diferentes abonos y el tiempo y la
razón para aplicarlos (…) la calidad y cantidad de simientes que convengan a
esta o aquella tierra (…) el verdadero tiempo de sembrar (…) la causa y origen
de los insectos, (…) etc.”[vi]
Lo
interesante de esta Memoria es el sentido social que tiene el discurso
belgraniano y su rechazo a la concentración de la riqueza. Por ejemplo, realiza
una crítica a los sectores terratenientes que monopolizan las producciones
agrícolas, “calificándolos como desprendidos de todo amor hacia sus semejantes
ya que solo aspiran a su interés particular.”[vii]
Este no es
el Manuel Belgrano que la Historia Oficial se encargó de institucionalizar pues,
como dijimos anteriormente, va en contra de los intereses de la elite dirigente
que construyó el relato histórico belgraniano. También se preocupaba en este
mismo escrito por los sectores populares de ese Río de la Plata de fines del
siglo XVIII: “Esos miserables ranchos donde uno ve la multitud de criaturas que
llegan a la pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad deben será
atendidos hasta el último punto”[viii]
Estamos ante la presencia de políticas sociales a fines del siglo XVIII y bajo
una monarquía absolutista. Eso es lo que se destaca de Manuel Belgrano.
A la Memoria
de 1797 la denominó “Utilidades que resultan a esta provincia y a la península del cultivo
del lino y cáñamo; modo de hacerlo; la tierra más conveniente para él; modo de
cosechar estos ramos, y por último se proponen los medios de empeñar a nuestros
labradores para que se dediquen con constancia a este ramo de agricultura.”
En ella, propone incentivar el cultivo de estos productos como forma de
fomentar la fabricación de textiles. Obviamente, el cultivo y preparación de
los hilados de lino y cáñamo se haría en América, para enviarlo y con ellos
fabricar textiles en la península. Belgrano sabe muy bien, y lo manifiesta en
el escrito, que los lienzos que existen en América y en España son de
fabricación extranjera, implicando una desventaja en el comercio nacional. El
fomento de esta producción, y el envío a los puertos españoles alentaría a la
fabricación en la península. En esta Memoria se dedica a explicar la mejor
manera de producir estos cultivos, los tiempos de siembra y de cosecha, la
preparación de la tierra y la forma de prepararlos para su elaboración. Termina
este escrito citando a Quesnay, diciendo que la verdadera mina es la tierra, y
que “el
Estado Agricultor debe estar poblado de ricos labradores.”[ix]
La tercera Memoria,
de 1798, la dedica al comercio. Como vimos, la primera propiciaba la
agricultura, la segunda al cultivo de un producto que incentivara la industria,
y la tercera al comercio. Primeramente habla de la dependencia que tienen la
agricultura y el comercio, y que si este último no existiera, “será
un país miserable y desgraciado.”[x]
El comercio
es indispensable para la industria y la agricultura, pues esta, si no se
fomentase el comercio, se reduciría al consumo de sus habitantes y por ende a
la holgazanería de los productores. En esta Memoria Belgrano vuelve a
hacer hincapié de su postura fisiocrática, dándole a la agricultura la
actividad fundamental del Estado.
“Porque ¿Cuáles son los objetos de
comercio sin la agricultura? ¿Acaso las manufacturas? Y estas ¿A quién deben
sus materias primas? ¿No es la agricultura quien se la suministra? Si, señores,
ella es la nutriz de las artes, y del comercio.”[xi]
Estos
escritos hablan de un hombre comprometido con su tiempo, cuyas ideas habían
recalado en aquellos años en Europa durante la coyuntura que abrió la
Revolución Francesa. Esas ideas de igualdad y de libertad no solo estarán en
los escritos o en las palabras, sino que cuando existió la oportunidad de
llevarlas a cabo, no dudó en hacerlo.
El primer
intento fu en su participación con el movimiento carlotista. El carlotismo fue un movimiento político
americano, integrado principalmente por criollos liberales, cuyo objetivo era
la continuidad de la dinastía Borbón cuando se produce la ocupación napoleónica
en España.
En el Río de
la Plata, su principal propósito sería instalar una monarquía constitucional
con asiento en Buenos Aires, coronando a la infanta Carlota Joaquina de Borbón,
hermana del rey cautivo Fernando VII y esposa del príncipe regente Juan de
Portugal, el futuro Juan VI. Es decir, la invasión francesa en España generó la
oportunidad de establecer una monarquía que reconociera derechos civiles entre
los ciudadanos.
Tras la
invasión napoleónica en Portugal (1807), la corona portuguesa se trasladó a sus
colonias americanas y Río de Janeiro se transformó en el lugar de residencia de
la corte lusitana. La primera que dio el paso fue la mismísima Joaquina Carlota,
enviando dos escritos: El primero de ellos se dirigió a las autoridades del
Virreinato del Río de la Plata, y el segundo, a su esposo. Al primero lo denominó Manifiesto
dirigido a los fieles vasallos de su majestad católica el rey de las Españas e
Indias, y el otro, Justa Reclamación. El que llegó al Río de la Plata
manifestaba que ante la situación europea ella se haría cargo de la situación
con el objetivo de conservar los dominios coloniales a la Casa Borbón, por otro
lado, el segundo, le pedía a su esposo protección de los dominios americanos de
España.
También
elevó correspondencia a las principales personalidades políticas de Buenos
Aires, a la par que envió colaboradores para que allanen el camino a su
nombramiento. Belgrano y
otros criollos tuvieron una importante correspondencia con la princesa regente,
pero el movimiento carlotista no prosperó. Había muchos resquemores entre los
funcionarios españoles y los portugueses, pues últimos nunca desistieron de
lograr el control de la cuenca del Plata.
Los
escritos y las acciones de Manuel Belgrano lo transformaron en un líder
político. Sus ideas y su participación política en el movimiento carlotista lo
catapultaron a ser parte del movimiento revolucionario de mayo cuando España
estaba totalmente perdida. Efectivamente, Manuel Belgrano integró la Junta de
1810 como vocal, siendo parte de esa ala radical de la revolución. Si en
España, como decíamos, comenzó en 1808 un proceso de liberación nacional contra
un invasor y que después devino en una Revolución democrática, en el Río de la
Plata fue al revés. Es decir, de un proceso de ampliación democrática devino en
un proceso de liberación nacional. Cuando Fernando VII retoma el trono español
en 1814, quiso volver todo atrás, no solo en la España que se había dictado una
Constitución Liberal en 1812, sino también en los procesos de ampliación
democrática que se habían instalado en América. A partir de aquí, las ideas de
independencia se profundizan y se llega al congreso de Tucumán de 1816 que dio
ese paso.
En los 10
años que sobrevivió a la Revolución, Belgrano intentó llevar a la práctica esas
ideas que venía barajando desde los tiempos de la colonia: Igualdad, libertad,
reforma agraria, Patria Grande, etc. Sin embargo, en el devenir del proceso
revolucionario se impuso el ala más conservadora de ese frente antiabsolutista
que desplazó al virrey. Esa ala conservadora no llevó a cabo todas esas ideas
belgranianas y de tantos otros revolucionarios, sino que se fue construyendo un
modelo de país para unos pocos.
Cuando
acabaron las guerras civiles en lo que hoy es la Argentina, ese sueño de la
Patria Grande se había desmembrado. Tampoco la tierra fue repartida de forma
igualitaria como propugnaba Belgrano a fines del siglo XVIII. Una oligarquía terrateniente construyó las
bases de esa Argentina para pocos y que hoy seguimos combatiendo. No solo construyó
un modelo económico agroexportador que solo beneficiaba a los poseedores de las
ricas tierras de las pampas, sino que impuso a través de varios mecanismos, un
discurso histórico y hegemónico que hasta el día de hoy se sigue reproduciendo
en las Escuelas del país.
¿Y si los
hijos de la patria hubiésemos querido parecernos a ese padre que nos negaron? Después
de 200 años del paso a la inmortalidad de Manuel Belgrano, aun no terminamos
con llevar a cabo sus sueños.
[i] Profesor de la cátedra de Historia
argentina y americana II en el Instituto superior del Profesorado Joaquín V.
González y miembro fundador del CEHPNAL
[ii] Para mayor información ver
Galasso, Norberto (2012) La larga lucha
de los argentinos. Y cómo la cuentan las diversas corrientes historiográficas,
Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires. Galasso, Norberto (2010) Verdades y mitos el bicentenario. Una
interpretación latinoamericana, Colihue, Buenos Aires. Galasso, Norberto
(2009) La Revolución de Mayo (El pueblo
quiere saber de qué se trató), Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos
Aires.
[iii] Se denominan así a los cambios
implementados por los reyes borbones en el orden administrativo, económico,
militar y eclesiástico.
[iv] Belgrano,
Manuel (1960) Autobiografía, en
Biblioteca de Mayo (1960) Congreso de la Nación, Buenos Aires, p. 956.
[v] Belgrano, Manuel (1954) Escritos
económicos, Editorial Raigal, Buenos Aires, pp.
64-65.
[vi] Ibídem, p. 68.
[vii] Fioretti, Martin (2015) Manuel
Belgrano antes de la Revolución, en: Fioretti, Martin y otros. El otro Belgrano. Lejos del mito, cerca de
una visión, Editorial Museo Archivo Raggio, Buenos aires, p. 128.
[viii] Belgrano, Manuel (1954) Escritos
económicos, Op. Cit, pp. 78.79.
[ix] Ibídem, p. 97.
[x] Iibídem, p.
100.
[xi] Ibídem, p. 101.
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