La política ejercida por el peronismo en materia
universitaria había conllevado al alejamiento y la separación de numerosos
catedráticos que, opuestos al programa nacionalista “totalitario” del gobierno
optaron por conllevar sus estudios y la ampliación de los mismos al margen de
la tarea oficial, desarrollándose principalmente en el Colegio Libre de
Estudios Superiores.
Muchos lo alternaban con las cátedras adquiridas en
Uruguay y en ambiciosos trabajos de campo historiográfico que tenía por fin
renovar el paradigma hegemónico, por otro lado, en amplia decadencia y sin un
proyecto alternativo coherente por parte del peronismo (1).
Uno de los principales referentes de esta renovación
será José Luis Romero, fundador de la revista Imago Mundi que albergaba a otros
ex catedráticos como Francisco Romero, Vicente Fatone, Roberto Giusti, Jorge
Romero Brest, Alberto Salas, Jaime Rest, Tulio Halperin Donghi. Al decir de
éste último: “la generosidad de Alberto
Grimaldi hizo posible la publicación de Imago Mundi, esa revista de historia de
la cultura en por primera vez la historiografía argentina ofrecía una imagen de
conjunto de sí misma más allá de la historia nacional e hispanoamericana”.
Posteriormente, el propio Romero asumirá que el
verdadero motivo de ese emprendimiento era realizar “una universidad preparada, una shadow university preparada para
reemplazar a la otra”. El puntapié de la renovación historiográfica se
llevará a cabo luego de la caída del peronismo en setiembre de 1955 y con la
llegada al poder del gobierno de facto denominado Revolución Libertadora. Lo
curioso será que el auge renovador que emprendería la Historia Social a nivel
oficial será perpetrado entre dos denominadas revoluciones: la mencionada
anteriormente y la Revolución Argentina encabezada por el general Onganía, que,
mediante la denominada noche de los bastones largos en 1966, destruiría en
magnitud los espacios construidos por este paradigma historiográfico.
Con el gobierno de la “Libertadora”, José Luis Romero
será designado interventor de la Universidad de Buenos Aires (1955/56).
Asimismo, Halperín Donghi ocuparía el cargo de Decano de la Facultad de
Filosofía y Letras y rector de la Universidad del Litoral en 1957. La aparición
de la llamada Historia Social se produciría bajo la acción del interventor
Romero, cuando se crean los Institutos de Sociología, a cargo de Gino Germani y
de Economía, a cargo de Julio Olivera, al tiempo que nace la cátedra de
Historia Social General.
La mencionada corriente historiográfica está sumamente
influenciada, aparentemente, por la llamada Escuela de los Annales, iniciada en
Francia en 1929, por Marc Bloch y Lucien Febvre. La relación que podía haber
tenido Romero con el renombrado historiador Fernand Braudel en sus cuantiosos
viajes a América, pueden haber servido de influencia directa. La Escuela
Histórica de los Annales se caracterizaba por la interdisciplinariedad cuyo fin
es abordar las distintas problemáticas para enriquecer el objeto de estudio, y
también su carácter supranacional, que en cierta medida habían sido defendida
tempranamente por Marc Bloch y Henry Pirenne quien defendería la necesidad de
abandonar los marcos nacionales y abrirse a las perspectivas comparativas.
La necesidad de una búsqueda de una nueva corriente
que abandone la postura conflictiva de la corriente revisionista y la falta de
sentido de la Nueva Escuela para ese entonces, fue planteada por Tulio Halperín
Donghi en un número especial de la revista Sur que saludaba al gobierno de
facto: “La historiografía argentina seguía encerrada sobre sí misma, vivía,
si es que puede decirse que vivía, de la gran herencia del romanticismo
liberal, sobre la cual se habían construido los esquemas aplicables a la
historia argentina, a mediados del siglo XIX “.
La
Nueva Escuela con Emilio Ravignani había rechazado la imagen heredada de la
época de Rosas, como periodo de lucha cerrada entre la libertad y la tiranía.
Pero no supo con qué reemplazarlas. “Los revisionistas no revisan los
esquemas heredados; invierten tan sólo los signos valorativos que
tradicionalmente marcaban a cada uno de los términos en ellos contrapuestos… La
investigación historiográfica debe permanecer cerca de los problemas vivos de
nuestro tiempo. No significa esto que debe trasformar las luchas del pasado en
una alegoría de las del presente; debe sí alcanzar esa forma de actualidad que
es propia de la historia... “La investigación debe además apoyarse en
una cultura histórica más sólida y moderna; es intolerable que de los debates
en los que se decide la suerte de su disciplina los historiadores argentinos
suelan no tener siquiera conocimiento. “La Liberación no sólo implica el fin de
la dura presión del estado contra toda actividad cultural seria, no sólo
permite esperar razonablemente que dentro de la penuria de los años que vienen
esas actividades podrán contar con auxilios, ya que no cuantiosos, sensatamente
distribuidos de origen estatal. (...) la hora de la Liberación significa algo. Significa
que se inaugura un nuevo modo de dar testimonio de una lealtad tan duramente
mantenida en los años que pasaron. Un modo a la vez más sincero y más audaz,
cuya sinceridad y audacia no se han de ejercer ya polémicamente sobre los
adversarios, sino sobre el propio pensamiento y las propias costumbres
intelectuales moldeadas por un decenio de convivencia, aunque sea hostil, con
la dictadura” (2).
En
cierta medida, Halperín apela a la renovación historiográfica, que no descuide los
nuevos avances obtenidos en el exterior para aplicarlo a la problemática
nacional, evitando caer en las divisiones partidarias y a favor de un objeto de
estudio de alcance supranacional propenso a las comparaciones que facilite un
estudio integral. Sin embargo, la llamada hora de la libertad con la
proscripción del peronismo no contribuirá a esas ambiciones que invocará la
Historia Social en nuestro país. No obstante, se podría decir que en materia de
principios y alcances cuyo fin sería el abordaje desapasionado (esto es,
dejando de lado la vehemente pasión que caracterizaba a las corrientes
historiográficas precedentes como menciona Halperín Donghi en su introducción
en “Argentina, sociedad de masas” donde se inserta sin condicionamientos
dentro del proyecto de integración desarrollista que ensayaría sin mucho éxito
Frondizi.
El
economista Rogelio Frigerio en un prólogo sobre las corrientes ideológicas,
invocaba también la formación de “un concepto que tiende a integrar, no a
disociar; que une, en lugar de dividir. Un nuevo concepto de la economía que
supera al tradicional librecambismo de la oligarquía, a la falacia doctrinaria
y económica del peronismo, y a las tesis europeístas no nacionales del
socialismo y del comunismo locales” (3). Esa necesidad de la búsqueda de una síntesis
integral de la historia nacional, que buscaba a partir del apoyo
interdisciplinario por parte de la Historia social se asemejaba en cierta
medida a la perspectiva desarrollista de Frigerio que intenta “hacer
conciliables las contradicciones de los bandos combatientes, demostrando que en
la historia argentina "no hay fracturas", sino una especie de proceso
dialéctico a la vaselina”, logrando así “una aparente objetividad con un
"bendigo a tutti” como menciona mordazmente Jauretche a la hora de
criticar el libro de Merchensky (4) .
Evidentemente
era poco creíble alcanzar una armonía histórica en un proceso de amplia crisis
social y de representatividad política como fueron los sesentas. Volviendo al
carácter de la Historia Social, su asociación con la Sociología se dio como uno
de los rasgos más notables de la consolidación y modernización de ambas, de ahí
también que además de la Escuela de los Annales, la Sociología funcionalista
norteamericana sea el otro modelo de producción de gran influencia gracias a la
actividad de Gino Germani. Fruto del perfil interdisciplinario será “Argentina,
sociedad de masas” (1965) de la que participarán sociólogos,
historiadores y economistas. En él se vislumbrarán la metodología ejercida en
cuanto a la problemática del objeto de estudio. Como ejemplo, en “La
formación de los partidos modernos” de Ezequiel Gallo y Silvia Sigal se
evidencia los distintos modelos teóricos aplicados a la problemática nacional,
sumándose el trabajo exhaustivo en cuanto a datos estadísticos: “En cuanto
al proceso de asimilación, utilizamos el modelo propuesto por Gino Germani,
aunque aplicándolo a otra situación histórica, y manteniendo el concepto
originario de “movilización” de K. Deutsch...” Además, se advierte en
dicho trabajo la necesidad de incorporar el objeto de estudio en una estructura
más amplia, cuyo fin es la posibilidad de contextualizarlo y establecer
comparaciones pertinentes con otros sucesos contemporáneos a fin de vislumbrar
las similitudes y diferencias entre diversos fenómenos históricos. El uso de
diversos recursos interdisciplinarios, esta vez enfatizando el desarrollo
económico, se evidencia en el trabajo “Etapas de desarrollo económico
argentino” de Guido Di Tella y Manuel Zymerman, en el cual, para el
análisis del mismo, los autores recurren al modelo de las etapas del desarrollo
económico presentadas por W. W. Rostow.
El
citado trabajo es más que significativo en cuanto al modelo desarrollista que
se pondera a partir de los sesenta. Este aludido trabajo, que sigue los
lineamientos estudiados exhaustivamente (como afirman los autores) por la
CEPAL, obtiene las mismas cuestiones elaboradas por el llamado Plan
Prebisch: “creemos que después del período de prosperidad de 1948 y el
receso de 1952 la economía empezó a evidenciar algunos signos de desajuste estructural.
Este desajuste se debió a la sobreinversión y mala distribución de la inversión
en el sector industrial, a la deficiente inversión en el sector agrícola y al
abandono del sector social básico. Esta situación se agravó con el deterioro de
los términos del intercambio. Este fenómeno afectó la capacidad de obtener
divisas en tal forma que redujo la importación de bienes de capital.
Actualmente los capitales disponibles para la inversión tienen que ser
canalizados a la reconstrucción del capital básico social y a la rehabilitación
del sector agrícola, afectando, por lo tanto, el desarrollo normal que hubiera
tenido el sector industrial. Las nuevas políticas, después de 19555 y 1958,
implican solamente una aceleración de este proceso de reajuste” (5).
Debido
al supuesto desastre económico que había dejado en consecuencia el peronismo,
los gobiernos posteriores adhirieron a las recetas económicas recomendadas por
Raúl Prebisch, reconocido economista argentino miembro de la CEPAL. Dicho plan
era para Arturo Jauretche (que el tiempo le daría desgraciadamente la razón)
el retorno al coloniaje, tal como lo denunciaba desde el diario de
la resistencia El 45 y posteriormente en el libro “El Plan
Prebisch”, donde rebate todo el informe expuesto por la CEPAL: “La
vuelta al campo que se propone, y mayormente tecnificándolo con la aplicación
de todos los recursos del país a esa empresa, significa el desastre de la
industria, la desocupación y la miseria de los argentinos, cuya mayoría va a
estar de más en una economía que no le dará cabida en sus cuadros. (...) No
insistiremos en los aciertos o en errores que se hayan cometido, pero es fácil
encontrar la analogía de este setiembre con el otro setiembre (en referencia al
golpe de Uriburu). Los mismos "maestros de la जुवेंतुद", la misma capacidad de los estudiantes para
ubicarse históricamente,
las mismas figuras consulares, las mismas invocaciones de la moral y de las
luces, y los mismos técnicos...” (6)
Lo
mencionado en cuestión no es superficial, por el contrario: demuestra que, en
cierta medida, la Historia social con el fin de establecerse en un marco
teórico serio o reconocido a nivel supranacional, termine alejándose de la
verdadera problemática social y política. La importancia que adquiere la
sociología durante los sesenta brinda el respaldo teórico a la llamada Historia
Social, y como mencionamos anteriormente, el surgimiento de ambos en nuestro
país está intrínsecamente vinculadas, destacándose la figura del italiano Gino
Germani en la formación de estudios sociológicos de amplia influencia en los
trabajos historiográficos de este nuevo paradigma. El tránsito de la sociedad
tradicional a una sociedad moderna, será un modelo teórico desarrollado por el
propio Germani y adoptado por los historiadores de esta corriente.
La
recopilación de los trabajos de Germani serán publicados en una colección
dedicada a América Latina, dirigida por Ezequiel Gallo, Nicolás Sánchez
Albornoz y Tulio Halperín Donghi titulándose “Política y sociedad en una
época de transición”, en el cual brinda especial atención al fenómeno del
peronismo y su carácter totalitario, dándole particular importancia al
movimiento migratorio del interior que conformarían una nueva masa proletaria,
donde se apoyaría el régimen peronista; distinguiéndose de los llamados obreros
de la vieja guardia sindical con conciencia de clase. “La tragedia
política argentina residió en el hecho de que la integración política de las
masas populares se inició bajo el signo del totalitarismo, que logró
proporcionar, a su manera, cierta experiencia de participación política y
social en los aspectos inmediatos y personales de la vida del trabajador,
anulando al mismo tiempo la organización política y los derechos básicos que
constituyen los pilares insustituibles de toda la democracia genuina. La
inmensa tarea a realizar consiste en lograr esa misma experiencia, pero
vinculándola de manera indisoluble a la teoría y a la práctica de la democracia
y de la libertad” (7).
Sin
lugar a dudas, la auténtica problemática que no pudo resolver la Historia
Social es en cuanto a la importancia del peronismo, formulándose la
contradicción por quienes buscaban el estudio de la problemática
historiográfica desapasionada de discusiones políticas cuando sin embargo, el
fenómeno que había acarreado dicho gobierno, terminó socavando notablemente las
justificaciones de dichos representantes de la corriente que no dejan de
perderse en el resentimiento o la resistencia a reconocer la importancia del
mismo, perdiendo gran parte del rigor histórico al que tanto hacen alarde para
diferenciarse del revisionismo. Sus máximos referentes (Romero, Germani,
Halperín Donghi) no pueden evitar la tentación de vincular al gobierno de Perón
con el fascismo, retornando a la denuncia opositora de aquellos años. No obstante,
desde distintas posiciones reconocen las grandes diferencias frente al fenómeno
italiano o alemán pero eso no quita de que busquen justificaciones, a veces
algunas cerca del delirio sistemático (8), para presentar al peronismo como un fascismo
criollo (Romero) o bien como un intento de aplicar un régimen fascista-que
debido a las circunstancias- no pudo materializarse; no se pueden comprobar en
sus acciones y políticas prácticas concretas, tampoco en sus discursos...
entonces: el peronismo originario no fue fascista, pero si la
“mentalidad” de Perón (Halperín Donghi).
Esa
justificación, casi caprichosa, demuestra la falta de seriedad y de rigor
histórico del prestigioso historiador Halperín Donghi al momento de tratar
analizar el fenómeno peronista (9). Esa suerte de fascismo que a simple vista no es
fascismo lo presenta Halperín en la revista Contorno en julio
de 1956, número dedicado a la problemática que había dejado el peronismo dentro
de la sociedad: “Su fundador, ante la experiencia de los hechos, elaboró lo
que alberdianamente podríamos llamar el fascismo posible, estableció la máxima
dosis de fascismo que la Argentina de la segunda posguerra era capaz de
soportar” (10).
Excediendo
el marco temporal al que me remito para tratar la Historia social, solo haré
mención que a medida que pasa el tiempo, Halperín se vuelve más reaccionario en
cuanto al peronismo se refiere: en febrero de 2008 en una entrevista para
la Revista Ñ sostiene: “Mi sincera opinión del
peronismo –creo que no tengo ningún motivo para cambiarla –es que es un
mamarracho”.) Para finalizar, si bien la Historia Social perdura como
paradigma hegemónico, su tiempo de auge tiene un cierre abrupto con el gobierno
de facto de 1966 que terminó destruyendo los espacios construidos para la elaboración
de dicha corriente. Vale mencionar, frente a lo expuesto que la Historia social
significó un notable cambio dentro de la historiografía nacional, sobre todo
gracias a la apertura de interdisciplinariedad con otras ciencias, aunque no
pudo resolver ciertas contradicciones, como la importancia del peronismo para
entender la problemática nacional, que terminó abocándolo a una suerte de
modernización de la historia oficial sin inmiscuirse en la parcialidad de su
construcción generada en el siglo XIX.
Citas:
(1)En materia universitaria, la Constitución nacional
de 1949 rezaba que: “Las universidades establecerán cursos obligatorios
y comunes destinados a los estudiantes de todas las facultades para su
formación política, con el propósito de que cada alumno conozca la esencia de
lo argentino, la realidad espiritual, económica, social y política de su país,
la evolución y misión histórica de la República Argentina, y para que adquiera
conciencia de la responsabilidad que debe asumir en la empresa de lograr y
afianzar los fines reconocidos y fijados en esta Constitución”. (INDICE
ANALÍTICO DE LA CONSTITUCIÓN NACIONAL. Buenos Aires. Presidencia de la Nación.
Subsecretaria de Informaciones. 1950. Cap. III, Art. 37 –IV.) Nota:
No obstante, al gobierno le faltó un coherente plan de adoctrinamiento
cuyas consecuencias fueron la mezcla entre las adulaciones al líder con una
verdadera cultura nacional: esto se vincula incluso a nivel historiográfico
donde existían conflictos de interpretación entre el llamado revisionismo
histórico con el tradicional liberal, del cual Perón no decidió apartarse.
(2) HALPERÍN DONGHI. “La historiografía argentina
en la hora de la libertad” en Sur. Nov- dic. 1955. N° 237. pp. 114 –121.
(el subrayado es mío).
(3) FRIGERIO, R. “El estudio de la Historia como
base de la acción política del pueblo” en MERCHENSKY, M. Las
corrientes ideológicas en la Historia Argentina. Buenos Aires. Concordia.
1961. p. 27.
(4) JAURETCHE, A. “FORJA y la década infame”.
Buenos Aires. Peña Lillo. 1984. p. 10.
(5) DI TELLA, G. –ZYMELMAN, M. “Etapas del
desarrollo económico argentino” en DI TELLA –GERMANI y otros. Argentina,
sociedad de masas. Buenos Aires. EUDEBA. 1965. p. 187-१९५.
(6) JAURETCHE, A. “El Plan Prebisch. Retorno al
coloniaje”. Buenos Aires. Peña Lillo. 1984. pp. 14 –18.
(7) GERMANI, G. “Política y sociedad en una época
de transición”. Buenos Aires. Paidós. 1971. p. 353.
(8) Tomo el atrevimiento de aplicar la misma
calificación con que Halperín Donghi critica la labor de Scalabrini Ortiz en su
libro “Política británica en el Río de la Plata”. “HALPERÍN DONGHI.
El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia
nacional” Buenos Aires. Siglo XXI. p. 28.
(9) Sobre el mismo véase “GALASSO, N. “Halperín
Donghi y el rigor científico” en La Historia Social. Buenos
Aires. Centro Cultural Enrique Santos Descépolo. 2004. pp. 10 –12.
(10) HALPERÍN DONGHI, T. “Del fascismo al peronismo”
en Contorno. Julio de 1956. N° 7 –8. p. 21.v
BIBLIOGRAFÍA
DEVOTO, F. “Braudel y la renovación histórica”.
Buenos Aires. CEAL. 1991.
DI TELLA – GERMANI y otros. “Argentina, sociedad
de masas”. Buenos Aires. EUDEBA. 1965
FRIGERIO, R. “El estudio de la Historia como
base de la acción política del pueblo” en MERCHENSKY, M. “Las corrientes
ideológicas” en la Historia Argentina. Buenos Aires. Concordia. 1961.
GALASSO, N. “La Historia Social”. Buenos
Aires. Centro Cultural Enrique Santos Discépolo. 2004.
GERMANI, G. “Política y sociedad en una época de
transición”. Buenos Aires. Paidós. 1971.
HALPERÍN DONGHI. “El revisionismo histórico
argentino como visión decadentista de la historia nacional”. Buenos Aires.
Siglo XXI.
HALPERÍN DONGHI, T. “Del fascismo al peronismo”
en Contorno. Julio de 1956. N° 7 –
HALPERÍN DONGHI. “La historiografía argentina en
la hora de la libertad” en Sur. Nov- dic. 1955. N° 237. pp. 114 –121.
JAURETCHE, A. “El Plan Prebisch. Retorno al
coloniaje”. Buenos Aires. Peña Lillo. 1984.
JAURETCHE, A. “FORJA y la década infame”.
Buenos Aires. Peña Lillo. 1984.
ROMERO, J. L. “Las ideologías de la cultura
nacional y otros ensayos”. Buenos Aires. CEAL. 1982.
SPINELLÍ, M. E. “La renovación historiográfica en la Argentina y el
análisis de la política del siglo XX, 1955 –1966” en DEVOTO, F. (comp.) “La
historiografía en el siglo XX (II). B”
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