sábado, 15 de agosto de 2020

¿Historia social? La shadow university al frente de un nuevo paradigma


Prof. Julian Otal Landi. Inst.Sup.Prof. “Dr.J.V. González”.
 La política ejercida por el peronismo en materia universitaria había conllevado al alejamiento y la separación de numerosos catedráticos que, opuestos al programa nacionalista “totalitario” del gobierno optaron por conllevar sus estudios y la ampliación de los mismos al margen de la tarea oficial, desarrollándose principalmente en el Colegio Libre de Estudios Superiores.
Muchos lo alternaban con las cátedras adquiridas en Uruguay y en ambiciosos trabajos de campo historiográfico que tenía por fin renovar el paradigma hegemónico, por otro lado, en amplia decadencia y sin un proyecto alternativo coherente por parte del peronismo (1).
Uno de los principales referentes de esta renovación será José Luis Romero, fundador de la revista Imago Mundi que albergaba a otros ex catedráticos como Francisco Romero, Vicente Fatone, Roberto Giusti, Jorge Romero Brest, Alberto Salas, Jaime Rest, Tulio Halperin Donghi. Al decir de éste último: “la generosidad de Alberto Grimaldi hizo posible la publicación de Imago Mundi, esa revista de historia de la cultura en por primera vez la historiografía argentina ofrecía una imagen de conjunto de sí misma más allá de la historia nacional e hispanoamericana”.
Posteriormente, el propio Romero asumirá que el verdadero motivo de ese emprendimiento era realizar “una universidad preparada, una shadow university preparada para reemplazar a la otra”. El puntapié de la renovación historiográfica se llevará a cabo luego de la caída del peronismo en setiembre de 1955 y con la llegada al poder del gobierno de facto denominado Revolución Libertadora. Lo curioso será que el auge renovador que emprendería la Historia Social a nivel oficial será perpetrado entre dos denominadas revoluciones: la mencionada anteriormente y la Revolución Argentina encabezada por el general Onganía, que, mediante la denominada noche de los bastones largos en 1966, destruiría en magnitud los espacios construidos por este paradigma historiográfico.


Con el gobierno de la “Libertadora”, José Luis Romero será designado interventor de la Universidad de Buenos Aires (1955/56). Asimismo, Halperín Donghi ocuparía el cargo de Decano de la Facultad de Filosofía y Letras y rector de la Universidad del Litoral en 1957. La aparición de la llamada Historia Social se produciría bajo la acción del interventor Romero, cuando se crean los Institutos de Sociología, a cargo de Gino Germani y de Economía, a cargo de Julio Olivera, al tiempo que nace la cátedra de Historia Social General.
La mencionada corriente historiográfica está sumamente influenciada, aparentemente, por la llamada Escuela de los Annales, iniciada en Francia en 1929, por Marc Bloch y Lucien Febvre. La relación que podía haber tenido Romero con el renombrado historiador Fernand Braudel en sus cuantiosos viajes a América, pueden haber servido de influencia directa. La Escuela Histórica de los Annales se caracterizaba por la interdisciplinariedad cuyo fin es abordar las distintas problemáticas para enriquecer el objeto de estudio, y también su carácter supranacional, que en cierta medida habían sido defendida tempranamente por Marc Bloch y Henry Pirenne quien defendería la necesidad de abandonar los marcos nacionales y abrirse a las perspectivas comparativas.
La necesidad de una búsqueda de una nueva corriente que abandone la postura conflictiva de la corriente revisionista y la falta de sentido de la Nueva Escuela para ese entonces, fue planteada por Tulio Halperín Donghi en un número especial de la revista Sur que saludaba al gobierno de facto: “La historiografía argentina seguía encerrada sobre sí misma, vivía, si es que puede decirse que vivía, de la gran herencia del romanticismo liberal, sobre la cual se habían construido los esquemas aplicables a la historia argentina, a mediados del siglo XIX “.
La Nueva Escuela con Emilio Ravignani había rechazado la imagen heredada de la época de Rosas, como periodo de lucha cerrada entre la libertad y la tiranía. Pero no supo con qué reemplazarlas. “Los revisionistas no revisan los esquemas heredados; invierten tan sólo los signos valorativos que tradicionalmente marcaban a cada uno de los términos en ellos contrapuestos… La investigación historiográfica debe permanecer cerca de los problemas vivos de nuestro tiempo. No significa esto que debe trasformar las luchas del pasado en una alegoría de las del presente; debe sí alcanzar esa forma de actualidad que es propia de la historia... “La investigación debe además apoyarse en una cultura histórica más sólida y moderna; es intolerable que de los debates en los que se decide la suerte de su disciplina los historiadores argentinos suelan no tener siquiera conocimiento. “La Liberación no sólo implica el fin de la dura presión del estado contra toda actividad cultural seria, no sólo permite esperar razonablemente que dentro de la penuria de los años que vienen esas actividades podrán contar con auxilios, ya que no cuantiosos, sensatamente distribuidos de origen estatal. (...) la hora de la Liberación significa algo. Significa que se inaugura un nuevo modo de dar testimonio de una lealtad tan duramente mantenida en los años que pasaron. Un modo a la vez más sincero y más audaz, cuya sinceridad y audacia no se han de ejercer ya polémicamente sobre los adversarios, sino sobre el propio pensamiento y las propias costumbres intelectuales moldeadas por un decenio de convivencia, aunque sea hostil, con la dictadura” (2).
Las mencionadas citas del artículo escrito por Halperín explica mucho de las problemáticas que estaban suscriptas en el orden historiográfico. Sin embargo, no deja de ser curiosa la invitación que hace Halperín por buscar un nuevo impulso acorde a la problemática actual dejando de lado los clásicos antagonismos propio de una historia conflictiva en un número en la cual los demás participantes no solo dejan de lado la problemática social y política que heredará la caída del gobierno, sino que se encuentran tentados a vincular al golpe de la Libertadora con un segundo Caseros que derrota a la segunda tiranía. De hecho, el propio gobierno se hará eco de esta suerte de comparación vinculando a Perón como un nuevo Rosas, que solo agudizará el conflicto y revitalizará a un nuevo revisionismo histórico que acompañará a la resistencia peronista, esta vez revestido de un carácter nacional y popular que denunciará la línea Mayo –Caseros.
En cierta medida, Halperín apela a la renovación historiográfica, que no descuide los nuevos avances obtenidos en el exterior para aplicarlo a la problemática nacional, evitando caer en las divisiones partidarias y a favor de un objeto de estudio de alcance supranacional propenso a las comparaciones que facilite un estudio integral. Sin embargo, la llamada hora de la libertad con la proscripción del peronismo no contribuirá a esas ambiciones que invocará la Historia Social en nuestro país. No obstante, se podría decir que en materia de principios y alcances cuyo fin sería el abordaje desapasionado (esto es, dejando de lado la vehemente pasión que caracterizaba a las corrientes historiográficas precedentes como menciona Halperín Donghi en su introducción en “Argentina, sociedad de masas” donde se inserta sin condicionamientos dentro del proyecto de integración desarrollista que ensayaría sin mucho éxito Frondizi.
El economista Rogelio Frigerio en un prólogo sobre las corrientes ideológicas, invocaba también la formación de “un concepto que tiende a integrar, no a disociar; que une, en lugar de dividir. Un nuevo concepto de la economía que supera al tradicional librecambismo de la oligarquía, a la falacia doctrinaria y económica del peronismo, y a las tesis europeístas no nacionales del socialismo y del comunismo locales” (3). Esa necesidad de la búsqueda de una síntesis integral de la historia nacional, que buscaba a partir del apoyo interdisciplinario por parte de la Historia social se asemejaba en cierta medida a la perspectiva desarrollista de Frigerio que intenta “hacer conciliables las contradicciones de los bandos combatientes, demostrando que en la historia argentina "no hay fracturas", sino una especie de proceso dialéctico a la vaselina”, logrando así “una aparente objetividad con un "bendigo a tutti” como menciona mordazmente Jauretche a la hora de criticar el libro de Merchensky (4) .
Evidentemente era poco creíble alcanzar una armonía histórica en un proceso de amplia crisis social y de representatividad política como fueron los sesentas. Volviendo al carácter de la Historia Social, su asociación con la Sociología se dio como uno de los rasgos más notables de la consolidación y modernización de ambas, de ahí también que además de la Escuela de los Annales, la Sociología funcionalista norteamericana sea el otro modelo de producción de gran influencia gracias a la actividad de Gino Germani. Fruto del perfil interdisciplinario será “Argentina, sociedad de masas (1965) de la que participarán sociólogos, historiadores y economistas. En él se vislumbrarán la metodología ejercida en cuanto a la problemática del objeto de estudio. Como ejemplo, en “La formación de los partidos modernos” de Ezequiel Gallo y Silvia Sigal se evidencia los distintos modelos teóricos aplicados a la problemática nacional, sumándose el trabajo exhaustivo en cuanto a datos estadísticos: “En cuanto al proceso de asimilación, utilizamos el modelo propuesto por Gino Germani, aunque aplicándolo a otra situación histórica, y manteniendo el concepto originario de “movilización” de K. Deutsch...” Además, se advierte en dicho trabajo la necesidad de incorporar el objeto de estudio en una estructura más amplia, cuyo fin es la posibilidad de contextualizarlo y establecer comparaciones pertinentes con otros sucesos contemporáneos a fin de vislumbrar las similitudes y diferencias entre diversos fenómenos históricos. El uso de diversos recursos interdisciplinarios, esta vez enfatizando el desarrollo económico, se evidencia en el trabajo “Etapas de desarrollo económico argentino” de Guido Di Tella y Manuel Zymerman, en el cual, para el análisis del mismo, los autores recurren al modelo de las etapas del desarrollo económico presentadas por W. W. Rostow.
El citado trabajo es más que significativo en cuanto al modelo desarrollista que se pondera a partir de los sesenta. Este aludido trabajo, que sigue los lineamientos estudiados exhaustivamente (como afirman los autores) por la CEPAL, obtiene las mismas cuestiones elaboradas por el llamado Plan Prebisch: “creemos que después del período de prosperidad de 1948 y el receso de 1952 la economía empezó a evidenciar algunos signos de desajuste estructural. Este desajuste se debió a la sobreinversión y mala distribución de la inversión en el sector industrial, a la deficiente inversión en el sector agrícola y al abandono del sector social básico. Esta situación se agravó con el deterioro de los términos del intercambio. Este fenómeno afectó la capacidad de obtener divisas en tal forma que redujo la importación de bienes de capital. Actualmente los capitales disponibles para la inversión tienen que ser canalizados a la reconstrucción del capital básico social y a la rehabilitación del sector agrícola, afectando, por lo tanto, el desarrollo normal que hubiera tenido el sector industrial. Las nuevas políticas, después de 19555 y 1958, implican solamente una aceleración de este proceso de reajuste” (5).
Debido al supuesto desastre económico que había dejado en consecuencia el peronismo, los gobiernos posteriores adhirieron a las recetas económicas recomendadas por Raúl Prebisch, reconocido economista argentino miembro de la CEPAL. Dicho plan era para Arturo Jauretche (que el tiempo le daría desgraciadamente la razón) el retorno al coloniaje, tal como lo denunciaba desde el diario de la resistencia El 45 y posteriormente en el libro “El Plan Prebisch”, donde rebate todo el informe expuesto por la CEPAL: “La vuelta al campo que se propone, y mayormente tecnificándolo con la aplicación de todos los recursos del país a esa empresa, significa el desastre de la industria, la desocupación y la miseria de los argentinos, cuya mayoría va a estar de más en una economía que no le dará cabida en sus cuadros. (...) No insistiremos en los aciertos o en errores que se hayan cometido, pero es fácil encontrar la analogía de este setiembre con el otro setiembre (en referencia al golpe de Uriburu). Los mismos "maestros de la जुवेंतुद", la misma capacidad de los estudiantes para ubicarse históricamente, las mismas figuras consulares, las mismas invocaciones de la moral y de las luces, y los mismos técnicos...” (6)
Lo mencionado en cuestión no es superficial, por el contrario: demuestra que, en cierta medida, la Historia social con el fin de establecerse en un marco teórico serio o reconocido a nivel supranacional, termine alejándose de la verdadera problemática social y política. La importancia que adquiere la sociología durante los sesenta brinda el respaldo teórico a la llamada Historia Social, y como mencionamos anteriormente, el surgimiento de ambos en nuestro país está intrínsecamente vinculadas, destacándose la figura del italiano Gino Germani en la formación de estudios sociológicos de amplia influencia en los trabajos historiográficos de este nuevo paradigma. El tránsito de la sociedad tradicional a una sociedad moderna, será un modelo teórico desarrollado por el propio Germani y adoptado por los historiadores de esta corriente.
La recopilación de los trabajos de Germani serán publicados en una colección dedicada a América Latina, dirigida por Ezequiel Gallo, Nicolás Sánchez Albornoz y Tulio Halperín Donghi titulándose “Política y sociedad en una época de transición”, en el cual brinda especial atención al fenómeno del peronismo y su carácter totalitario, dándole particular importancia al movimiento migratorio del interior que conformarían una nueva masa proletaria, donde se apoyaría el régimen peronista; distinguiéndose de los llamados obreros de la vieja guardia sindical con conciencia de clase. “La tragedia política argentina residió en el hecho de que la integración política de las masas populares se inició bajo el signo del totalitarismo, que logró proporcionar, a su manera, cierta experiencia de participación política y social en los aspectos inmediatos y personales de la vida del trabajador, anulando al mismo tiempo la organización política y los derechos básicos que constituyen los pilares insustituibles de toda la democracia genuina. La inmensa tarea a realizar consiste en lograr esa misma experiencia, pero vinculándola de manera indisoluble a la teoría y a la práctica de la democracia y de la libertad” (7).
Sin lugar a dudas, la auténtica problemática que no pudo resolver la Historia Social es en cuanto a la importancia del peronismo, formulándose la contradicción por quienes buscaban el estudio de la problemática historiográfica desapasionada de discusiones políticas cuando sin embargo, el fenómeno que había acarreado dicho gobierno, terminó socavando notablemente las justificaciones de dichos representantes de la corriente que no dejan de perderse en el resentimiento o la resistencia a reconocer la importancia del mismo, perdiendo gran parte del rigor histórico al que tanto hacen alarde para diferenciarse del revisionismo. Sus máximos referentes (Romero, Germani, Halperín Donghi) no pueden evitar la tentación de vincular al gobierno de Perón con el fascismo, retornando a la denuncia opositora de aquellos años. No obstante, desde distintas posiciones reconocen las grandes diferencias frente al fenómeno italiano o alemán pero eso no quita de que busquen justificaciones, a veces algunas cerca del delirio sistemático (8), para presentar al peronismo como un fascismo criollo (Romero) o bien como un intento de aplicar un régimen fascista-que debido a las circunstancias- no pudo materializarse; no se pueden comprobar en sus acciones y políticas prácticas concretas, tampoco en sus discursos... entonces: el peronismo originario no fue fascista, pero si la “mentalidad” de Perón (Halperín Donghi). 
Esa justificación, casi caprichosa, demuestra la falta de seriedad y de rigor histórico del prestigioso historiador Halperín Donghi al momento de tratar analizar el fenómeno peronista (9). Esa suerte de fascismo que a simple vista no es fascismo lo presenta Halperín en la revista Contorno en julio de 1956, número dedicado a la problemática que había dejado el peronismo dentro de la sociedad: “Su fundador, ante la experiencia de los hechos, elaboró lo que alberdianamente podríamos llamar el fascismo posible, estableció la máxima dosis de fascismo que la Argentina de la segunda posguerra era capaz de soportar” (10).
Excediendo el marco temporal al que me remito para tratar la Historia social, solo haré mención que a medida que pasa el tiempo, Halperín se vuelve más reaccionario en cuanto al peronismo se refiere: en febrero de 2008 en una entrevista para la Revista Ñ sostiene: “Mi sincera opinión del peronismo –creo que no tengo ningún motivo para cambiarla –es que es un mamarracho”.) Para finalizar, si bien la Historia Social perdura como paradigma hegemónico, su tiempo de auge tiene un cierre abrupto con el gobierno de facto de 1966 que terminó destruyendo los espacios construidos para la elaboración de dicha corriente. Vale mencionar, frente a lo expuesto que la Historia social significó un notable cambio dentro de la historiografía nacional, sobre todo gracias a la apertura de interdisciplinariedad con otras ciencias, aunque no pudo resolver ciertas contradicciones, como la importancia del peronismo para entender la problemática nacional, que terminó abocándolo a una suerte de modernización de la historia oficial sin inmiscuirse en la parcialidad de su construcción generada en el siglo XIX.


Citas:
(1)En materia universitaria, la Constitución nacional de 1949 rezaba que: “Las universidades establecerán cursos obligatorios y comunes destinados a los estudiantes de todas las facultades para su formación política, con el propósito de que cada alumno conozca la esencia de lo argentino, la realidad espiritual, económica, social y política de su país, la evolución y misión histórica de la República Argentina, y para que adquiera conciencia de la responsabilidad que debe asumir en la empresa de lograr y afianzar los fines reconocidos y fijados en esta Constitución”. (INDICE ANALÍTICO DE LA CONSTITUCIÓN NACIONAL. Buenos Aires. Presidencia de la Nación. Subsecretaria de Informaciones. 1950. Cap. III, Art. 37 –IV.) Nota:  No obstante, al gobierno le faltó un coherente plan de adoctrinamiento cuyas consecuencias fueron la mezcla entre las adulaciones al líder con una verdadera cultura nacional: esto se vincula incluso a nivel historiográfico donde existían conflictos de interpretación entre el llamado revisionismo histórico con el tradicional liberal, del cual Perón no decidió apartarse.
(2) HALPERÍN DONGHI. “La historiografía argentina en la hora de la libertad” en Sur. Nov- dic. 1955. N° 237. pp. 114 –121. (el subrayado es mío).
(3) FRIGERIO, R. “El estudio de la Historia como base de la acción política del pueblo” en MERCHENSKY, M. Las corrientes ideológicas en la Historia Argentina. Buenos Aires. Concordia. 1961. p. 27.
(4) JAURETCHE, A. “FORJA y la década infame”. Buenos Aires. Peña Lillo. 1984. p. 10.
(5) DI TELLA, G. –ZYMELMAN, M. “Etapas del desarrollo económico argentino” en DI TELLA –GERMANI y otros. Argentina, sociedad de masas. Buenos Aires. EUDEBA. 1965. p. 187-१९५.
(6) JAURETCHE, A. “El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje”. Buenos Aires. Peña Lillo. 1984. pp. 14 –18.
(7) GERMANI, G. “Política y sociedad en una época de transición”. Buenos Aires. Paidós. 1971. p. 353.
(8) Tomo el atrevimiento de aplicar la misma calificación con que Halperín Donghi critica la labor de Scalabrini Ortiz en su libro “Política británica en el Río de la Plata”. “HALPERÍN DONGHI. El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional” Buenos Aires. Siglo XXI. p. 28.
(9) Sobre el mismo véase “GALASSO, N. “Halperín Donghi y el rigor científico” en La Historia Social. Buenos Aires. Centro Cultural Enrique Santos Descépolo. 2004. pp. 10 –12.
(10) HALPERÍN DONGHI, T. “Del fascismo al peronismo” en Contorno. Julio de 1956. N° 7 –8. p. 21.v

BIBLIOGRAFÍA
DEVOTO, F. “Braudel y la renovación histórica”. Buenos Aires. CEAL. 1991.
DI TELLA – GERMANI y otros. “Argentina, sociedad de masas”. Buenos Aires. EUDEBA. 1965
FRIGERIO, R. “El estudio de la Historia como base de la acción política del pueblo” en MERCHENSKY, M. “Las corrientes ideológicas” en la Historia Argentina. Buenos Aires. Concordia. 1961.
GALASSO, N. “La Historia Social”. Buenos Aires. Centro Cultural Enrique Santos Discépolo. 2004.
GERMANI, G. “Política y sociedad en una época de transición”. Buenos Aires. Paidós. 1971.
HALPERÍN DONGHI. “El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional”. Buenos Aires. Siglo XXI.
HALPERÍN DONGHI, T. “Del fascismo al peronismo” en Contorno. Julio de 1956. N° 7 –
HALPERÍN DONGHI. “La historiografía argentina en la hora de la libertad” en Sur. Nov- dic. 1955. N° 237. pp. 114 –121.
JAURETCHE, A. “El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje”. Buenos Aires. Peña Lillo. 1984.
JAURETCHE, A. “FORJA y la década infame”. Buenos Aires. Peña Lillo. 1984.
ROMERO, J. L. “Las ideologías de la cultura nacional y otros ensayos”. Buenos Aires. CEAL. 1982.
SPINELLÍ, M. E. “La renovación historiográfica en la Argentina y el análisis de la política del siglo XX, 1955 –1966” en DEVOTO, F. (comp.) “La historiografía en el siglo XX (II). B”

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