En EL libro El País de las mujeres
cautivas el psicoanalista y escritor argentino Luis Frontera hacía notar, allá
en el principio de los noventa cuando la palabra Femicidio no se escribía en
los papeles por no existir como palabra pero si era escrita en las tragedias
diarias de los asesinatos cotidianos de miles de mujeres en manos de hombres,
particulares o parte de fuerzas institucionales del Estado o rectores de la
Justicia, señalaba el autor decíamos que la historia nacional -y por extensión la
universal agregamos- tenía dos gotas; una de sangre y otra se semen.
En esa imagen literaria nos hacía reflexionar sobre la presencia de la constante de la violencia -tanto concreta como simbólica- a lo largo del tiempo; constante que deja un silente reguero de humillaciones, negaciones, dolores y muertes y que en ese derrotero no solo lo ha propinado, sino que hasta se ha enorgullecido de ello. Fíjese Usted lector que una de las primeras obras de la literatura de la Patria no es nada más ni nada menos que La Cautiva y que junto con El Matadero; ambas de Esteban Echeverría muestran esa consagración de violencia, política y sexual, a la que se le canta genésicamente y que volverán a ser tópico literario vernáculo consagradas en la obra máxima de la argentinidad según el canon en el Martín Fierro, cautivas de la barbarie como figura de la literatura y que tendrán correlatos en las compañeras detenidas desaparecidas de la Dictadura Militar que sufrieron doble tormento por su condición de luchadoras sociales y de mujeres.
Y fue así porque a la mujer nunca
se le perdonó querer ser algo más de lo que se le impuso desde las lógicas del
poder androcéntrico y patriarcal; y si además estaba teñida por las marcas de
un origen difuso e inmoral -sabiendo que las morales son serviciales siempre a
los que mandan- y osaron ir contra los moldes entonces las iras serán dobles. Así se festejarán enfermedades terribles bajo
el cobarde anonimato de una frase en una pared y al verla muerta castigarán
doblemente su/sus osadías: a ELLA la desaparecerán luego de robarla, vejarla y
ocultarla a las otras ELLAS, la que debieron servir el champagne con que brindaron
sus patrones por su muerte mientras ellas la lloraban silentemente, porque ni
el permiso de una lágrima les permitieron. Pero VOLVIERON, y volvieron porque
nunca se fueron del sufrimiento y se encarnaron en rondas y pañuelos blancos
para mostrar a los hombres lo que significa el sentido de palabra como Valor,
dignidad, derechos y lo hicieron desde ser MADRES, no solo de sus hijos sino de
todos los que en la PLAZA vieron que ser Madre no es un mandato social y ahí parieron
a miles y miles que aprendieron a no callar ninguna muerte y que en esa lucha
reescribieron el diccionario; y esa miles fueron hermanas, esposas, compañeras,
amigas, colegas, alumnas, fueron todos los roles que las mujeres ocupan y nos
enseñaron a los hombres que los derechos son de todos y que todos debe incluir
a todas y todos; aprendimos a hablar y a darnos cuenta que el que nomina
domina, por eso reescribimos el lenguaje y dimos nombre a lo que no lo tenía,
llamamos FEMICIDIO al crimen y no solo empezamos
a llamar a las cosas por su nombre sino que además aprendimos a reclamar que NI
UNA MENOS es la consigna, que ya no hay lugar para cautivas y mucho menos para
captores, el país debe dejar ser ese país de mujeres cautivas; por eso en este
8 de marzo de pandemias y encierros, con la otra epidemia en alza, la de
asesinato de mujeres escribimos esto no para conmemorar sino que escribimos
esto PARA RECLAMAR AL ESTADO NACIONAL ARGENTINO HAGA USO DE SUS FACULTADES PARA
LOGRAR CESAR TODO EJERCICIO DE VIOLENCIA, TANTO FÍSICA COMO SIMBÓLICA, CONTRA
LAS MUEJRES para que el NI UNA MENOS NO SEA SOLO CONSIGNA SINO POLÍTICA DE
ESTADO, CASO CONTRARIO SEREMOS QUIENES OS LO DEMANDEN
No hay comentarios:
Publicar un comentario