domingo, 31 de mayo de 2020

El rol de las representaciones sociales en la construcción de liderazgos democráticos en la Argentina contemporánea



                      Rubén Francisco Lasso*


*Docente en el Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González” y la Universidad Nacional de Tres de Febrero.



Introducción
La última dictadura militar supuso la suspensión tanto del estado de derecho como  del ejercicio de la práctica política partidaria. Los políticos fueron considerados por los uniformados como responsables de la crisis económica y la violencia social, que los últimos sostenían venir a resolver. En este sentido, los miembros del nuevo régimen reactivaban en el imaginario colectivo el modelo clásico instalado por ellos en el país, por el cual se atribuían el rol de reserva moral de la República, una especie de meta-grupo social no contaminado con la situación y sin intereses particulares,1 características opuestas a las que adjudicaban a los políticos.
Luego de los bíblicos siete años de vacas flacas que duró la última dictadura militar, la recuperación de la democracia se debió al fracaso del proyecto económico neoliberal, a la derrota frente a Gran Bretaña en la guerra de las islas Malvinas y a la difusión masiva de los crímenes cometidos, denunciados por distintos actores político-sociales desde el país como por los organismos internacionales de derechos humanos. Pero, ¿cómo encarar la nueva etapa que se iniciaba en la sociedad argentina?, ¿qué posicionamiento tomar frente a los temas cruciales de la reconstrucción democrática?, ¿cómo encarar la relación con las Fuerzas Armadas? y ¿cuáles eran las características y las necesidades de esa sociedad de la que formaban parte y a la que querían conducir? Tales interrogantes pueden develarse a partir los discursos de asunción de los presidentes que lograron ser elegidos por la ciudadanía, luego del último período dictatorial. Su análisis constituye el objeto de estudio de la presente investigación. La misma centrará su atención en cómo influyeron las representaciones sociales en relación con la democracia.
Se sostiene como premisa que las  representaciones  sociales  pueden  develarse  de las expectativas y temores presentes en los discursos presidenciales; que ellas están condicionadas por el contexto histórico en el que se produce la asunción a la primera magistratura del país; y que las mismas influyeron en la elección de determinadas estrategias discursivas y argumentativas. La transición de un período de facto a la democracia plena reclamó el desarrollo de un entramado discursivo que les permitiera a los actores políticos interesados en asumir la presidencia de la Nación resultar vencedores en la contienda electoral. El estudio de esas matrices discursivas permitirá observar cómo percibieron los mandatarios la sociedad y cómo las representaciones que tenían respecto de ella desencadenaron su discurso público.

El concepto de transición fue conceptualizado por Guillermo O’Donnell “como el intervalo que se extiende entre un régimen político y otro [delimitado] de un lado, por el inicio del proceso de disolución del régimen autoritario, y del otro, por el establecimiento de alguna forma de democracia…”2 Sin embargo, varios investigadores en la década del noventa observaron que un enfoque político-institucional se mostraba insuficiente y que era necesario incluir al proceso de transición el cambio de modelo económico;3 idea que surgió en ocasión de la crisis argentina de 1989 y que volvió a ponerse en evidencia en la acaecida en 2001, similares a las que acontecieron en otros países de la región. Así, y a diferencia de la idea sostenida por el prestigioso politólogo argentino, se piensa que debe replantearse la noción misma de transición, incluyendo al institucional los aspectos económico y jurídico. El último se propone agregar en este trabajo, pues se considera que la transición no concluye cuando asume un presidente por el voto popular ni porque se aplique una economía de desarrollo e inclusión social sino, también, cuando la Constitución regule  las relaciones sociales y, por lo tanto, los hechos criminales cometidos por el Terrorismo de Estado se juzguen de acuerdo a las leyes de la República, situación que aún no ha finalizado.4
En consonancia, se utiliza el período de estudio 1983-2007, porque el año de apertura coincide con el inicio del ciclo de transición de la dictadura a la democracia y el cierre del segmento temporal culmina5 con la voluntad discursiva de continuar los juicios de lesa humanidad y profundizar un modelo económico de acumulación con inclusión social. De tal modo, el lapso reúne todos los aspectos necesarios a tener en cuenta en el concepto de transición que se propone en esta investigación. Además porque, como sostiene Adam Przeworsky, la solución principal al problema de las transiciones a la democracia radica en la creación de instituciones capaces de garantizar resultados óptimos en todos los actores sociales de acuerdo con su distribución social, ideológica o económica;6 o, al menos,  cuando los actores principales acepten las reglas básicas del sistema y participen en el juego democrático de acuerdo a ellas,7 proceso que demanda una temporalidad de mediana duración.
También, la justificación del período remite al concepto de democracia sostenido en el trabajo, que incluye, entre otras características,8 la libertad y el respeto por los derechos humanos.9 El pensamiento de los líderes que debieron construir un espacio democrático, en el sentido aludido, luego de los años sombríos de la última dictadura militar será puesto en evidencia a partir del estudio de fuentes primarias. El corpus documental10 estará compuesto por los discursos de asunción a la primera magistratura de los mandatarios elegidos por el voto popular: Raúl Alfonsín, 1983; Carlos Saúl Menem, 1989 y 1995; Fernando de la Rúa, 1999; Néstor Kirchner, 2003; Cristina Fernández de Kirchner, 2007.11 La hermenéutica de los textos se realizará desde la perspectiva histórica, teniendo en cuenta la teoría de  las representaciones sociales -creada por Moscovici y enriquecida por Jodelet-,12 en el marco de la teoría de la argumentación –de acuerdo con Plantin y con van Eemeren y Grootendorst-13 y el análisis crítico del discurso -desarrollado por van Dijk, así como por Wodak y Mayer-14.15


El concepto de representación social

La influencia de Annales generó la utilización, durante décadas, de métodos que permitían trabajar con datos homogéneos, repetibles y comparables a intervalos regulares. Una historia cuantitativa que, finalmente, resultó incapaz de explicar adecuadamente las creencias colectivas. La crisis que se generó dio paso a una cuarta generación de Annales que se centró en la historia social de las prácticas culturales.16   En este nuevo contexto     y en el marco de la interdisciplina, se hace presente el aporte de la psicología social – incluso de la psicología histórica-, que se concreta en el concepto de representaciones sociales, entendiendo por ellas un conjunto de significaciones que delimitan las posiciones que adoptan los individuos configurando una identidad social que expresa los valores y las necesidades del grupo al que esos individuos pertenecen, a la vez que otorga significado  a los actos sociales e influye en sus comportamientos. De este modo, se alejan tanto del conocimiento científico como de la realidad, siendo una estructuración significante que  se convierte en real para esos individuos.17 Las representaciones sociales se elaboran     por medio de dos mecanismos: el de anclaje -situaciones sociales no rutinarias que obtienen significado y se asimilan al conjunto de creencias y valores preexistentes- y el de objetivación -se seleccionan aspectos del objeto conceptual concretizándolos a un núcleo figurativo y naturalizándolos.18
El concepto de representaciones sociales fue desarrollado por Serge Moscovici19 tanto para superar la escisión entre individuo y sociedad, como para referirse a las interpretaciones de sentido común que orientan las conductas de los individuos en el mundo social. Constituyen una combinación de aspectos afectivos y cognitivos y, en general, suelen cambiar rápidamente, en un tiempo de corta duración, a diferencia de las representaciones colectivas postuladas por Emile Durkheim o de las mentalidades desarrolladas por Annales que lo hacen lentamente por ser resistentes al cambio, más propias de la larga duración.20 En palabras de Denise Jodelet, “las mentalidades comprometen el pasado y el tiempo largo, las representaciones el término corto y un tiempo acelerado, incluso precipitaciones coyunturales en razón de los medios de comunicación contemporáneos”.21 En efecto, la comunicación social y la interacción modelan las representaciones sociales que, implícitas para los individuos por carecer de conciencia de su existencia, son un conocimiento práctico que permite asumir nuevas situaciones y actuar sobre otros miembros del cuerpo social. Constituyen conocimientos cotidianos en un contexto histórico-social preciso.22Empero, la mutabilidad de las representaciones sociales no impide que algunas de esas interpretaciones sean persistentes al paso del tiempo.
De acuerdo con Moscovici, en el proceso de constitución de las representaciones operan tres fases: científica, representativa e ideológica. La primera es la representación construida a partir de un conocimiento científico; la segunda surge por la difusión y transformación de ese saber por la sociedad; y, la última fase consiste en su apropiación por una institución: escuela de pensamiento, partido político u organismo del Estado.23 De este modo, la visión particular de la sociedad sostenida por un sujeto se construye a partir de las representaciones sociales, debido a su pertenencia a una época y comunidad determinada. Así, actúa y valora, comprende y juzga según patrones que lo exceden, surgidos de procesos colectivos. Constituyen para Jodelet un conocimiento socialmente elaborado y compartido que informa acerca del estado de la realidad;24 conformadas, además, por construcciones simbólicas que aportan elementos cognitivos, proponen normas y permiten explicaciones de los objetos sociales. Son modelos de pensamiento que se dan a través de la tradición, la educación y la comunicación social. Las representaciones sociales se originan en el devenir de las comunicaciones interindividuales que constituyen lo que denominamos “sentido común”. Por eso, la consideración del otro con quien se interactúa funda una relación dialógica;25 esta dimensión del discurso argumentativo se da por la presencia de un alocutario a quien convencer.26 Entonces, el discurso político no sólo permite saber  qué piensa el emisor, sino también qué imagen pretende dar de sí y ésta, más allá de las características de personalidad, está en relación con representaciones compartidas con la sociedad a la que se dirige y a la que trata de persuadir, lograr su adhesión o minimizar su rechazo.
Los códigos compartidos con los receptores y las características de éstos como las   del emisor –incluida su ideología-  pueden  abordarse  por  medio  del  análisis  crítico  del discurso, el cual “se centra específicamente en las estrategias de manipulación, legitimación, creación de consenso y otros mecanismos discursivos que influyen en el pensamiento (e indirectamente en las acciones) en beneficio de los más poderosos”27. Así, como reconoce Teun van Dijk, el análisis crítico del discurso se conecta con la psicología cognitiva y social del lenguaje, procurando develar cómo se influye en los receptores de un mensaje y qué efecto concreto provocará el mismo. Ahí es donde reside la utilidad de las representaciones sociales, pues para que un mensaje surta el efecto deseado debe ser comprendido por la audiencia y esto se logra cuando se comparte un universo de creencias y concepciones acerca de la realidad; cuando la expresión estratégica de las proposiciones de la argumentación son aceptadas o aceptables por los oyentes. Los procesos mentales de los usuarios del lenguaje son los que atribuyen significados al texto, por eso es necesario clarificar las representaciones cognitivas de los receptores del discurso. Siguiendo a van Dijk, los modelos de contexto se basan en representaciones sociales o cogniciones sociales y se manifiestan en las estructuras de las opiniones socialmente compartidas.28 Los modelos y cogniciones sociales son la conexión entre texto y contexto.29 Así, una estructura argumentativa puede expresar una organización de conocimiento – creencia- preexistente, que puede ser general o específica. El último caso se denomina modelo y consiste en una estructura de creencia subjetiva que se almacena en la memoria episódica; en cambio, es general cuando la argumentación expresa estructuras de creencia general y socialmente compartidas (guiones, actitudes, valores, normas, ideología).30 Además de las formas de pensamiento “estructurales”, la argumentación natural incluye otras formas denominadas “estratégicas” que son cogniciones de carácter específico. Los modelos comunicativos o de contexto son esenciales en la argumentación porque aportan información sobre las creencias que el oyente no tiene o aún no ha aceptado, así como sobre otras creencias generales y específicas qué sí posee y permiten generar un vínculo emocional con el emisor del discurso. De este modo, la posición social del locutor afecta su posicionamiento argumentativo.
Así, las funciones de la argumentación son esencialmente cognitivas. Utiliza estrategias discursivas que se dirigen a reforzar o provocar cambios en el sistema de creencias de   los oyentes, a generar su persuasión. El estudio de la argumentación, además de permitir develar el modo específico en que el emisor estructuró el texto y la índole de las perspectivas respecto del receptor -sea directo, indirecto o tercero excluido-, se dirige a la aceptación de un motivo por los oyentes y los lectores, de una opinión evaluadora o normativa, creencia o acto de habla del orador. Las representaciones sociales sostenidas por los presidentes argentinos del período 1983-2007 en el momento de la asunción pueden ser analizadas por medio de la enunciación. Estas son las que le generan al locutor político empatía con el auditorio por ser compartidas con aquellos a los que se dispone a dirigir, otorgando sustancia al texto político.
 Las representaciones sociales de los presidentes argentinos (1983-2007)
Las representaciones sociales que sostienen los presidentes de la Nación Argentina respecto de la sociedad que los eligió pueden ser visualizadas a través de su discurso.     El estudio de ellas permite explicar las diferencias que manifiestan los mandatarios entre sí en el momento de asunción. Teniendo en cuenta el acotado período de análisis de veinticinco años, su pertenencia a la misma clase social y a ideologías diversas aunque no diametralmente opuestas, sus divergencias remiten, antes que al partido de pertenecía,31 al contexto de producción y, por lo tanto, develan la mutabilidad de las citadas categorías de análisis.
El texto evidencia una matriz interpretativa32 que articula dispositivos discursivos,  de orden lingüístico -referidos al uso de la lengua en función de las condiciones de producción y los fines de la comunicación- y de carácter argumentativo -vinculados a las múltiples formas empleadas por los humanos para influirse mutuamente. El entramado discursivo enlaza componentes específicos que derivan del horizonte de expectativas y temores compartidos por los integrantes de la comunidad. Tales proyecciones de deseos  y amenazas que se considera posee la sociedad sostienen la argumentación, mediante dos instancias: una de carácter programático -nacida de las expectativas- y otra de legitimación
–originada en las amenazas. La última instancia se diferencia de la legitimidad puesto que la legitimación se asienta en la necesidad del sujeto de justificar su triunfo ante quienes no lo votaron y desvanecer los cuestionamientos que percibe de la audiencia, mientras que la legitimidad está dada por el acto eleccionario.
El componente de legitimación presente en las estrategias argumentativas del discurso de asunción de Raúl Alfonsín, del 10 de diciembre de 1983 ante la Asamblea Legislativa, se sustenta en la figura de la legalidad constitucional,33 la cual se opone al lexema “motín”, en alusión al accionar de grupos de guerrilleros y de la élite, a quienes acusa indirectamente de propiciar los golpes de Estado.34 Así, opone el concepto de “motín” a la elección realizada por medio del “sufragio”, al que asigna, explícitamente, varias acepciones a lo largo del discurso: “posibilidad de que gobierne el pueblo y de que el Estado sea independiente”, “regla para obtener legitimidad”, forma que tiene el pueblo “de elegir a sus gobernantes  y a sus representantes”, “resolución pacífica de los conflictos” y “límite para los sectores privilegiados”. Este último sentido se asienta en la creencia de que “el método violento de las elites de derecha o de izquierda se justifica a sí mismo con el triunfo definitivo y final, absoluto, de una ideología sobre otra y de una clase sobre otra”. De este modo, Alfonsín consagra a la democracia35 como la única posibilidad para superar los turbulentos años setenta, pues preservar el sistema republicano funda un orden justo basado en la conciliación de ieas y clases, que persigue el bien común.36 Sin embargo, si bien el líder radical funda su discurso en la Constitución Nacional, no hace mención a los artículos de la Carta Magna porque sostiene que la “legitimidad de origen del gobierno democrático” la da el sufragio.37
El segundo dispositivo argumentativo del texto, de carácter programático, se sustenta en la idea de construir la unidad nacional que, fundada en la justicia, dará inicio a una nueva etapa, poniendo fin a los enfrentamientos fratricidas del pasado, tanto cercanos como mediatos. Con ese propósito, Raúl Alfonsín propone una tarea mancomunada para lograr cimentar el futuro a partir del texto de la Constitución Nacional. Así, la alocución se estructura oponiendo ideas: gobierno fruto del sufragio frente a gobierno surgido de la violencia, en las que incluye tanto a las elites de derecha como a las de izquierda: “minorías armadas que reemplazan la ley por las balas, tanto a través del guerrillerismo como a través del golpismo. Por eso, señalamos categóricamente que combatiremos el método violento de las elites derechistas o izquierdistas”. Su propuesta era, entonces, pasar del estado de guerra a un renovado contrato social.38 El dualista marco interpretativo del presidente que opone la democracia al autoritarismo coincide con la representación social del contexto de emergencia.39
Un tercer componente es la independencia del Estado. Para lograrla, Alfonsín presupone tres condiciones: la movilización de la juventud, la moralidad de los dirigentes electos y la libertad frente a los poderes económicos, financieros o armados. De esta manera confronta con la dictadura, ya que durante esa época histórica las características mencionadas estuvieron ausentes en el escenario nacional. Así sostiene: “El régimen se ocupa de la desmovilización de la juventud […] La democracia atiende a la movilización de la juventud en torno de los problemas generales y de sus problemas específicos”. También afirma que no “serviría el sufragio, si luego los gobernantes, elegidos a través del voto, se dejaran corromper por los poderosos”, y alude a que “las dictaduras de derecha fueron “apoyadas por algunos capitales monopólicos”. Finalmente, refiere que, independientemente de su signo, las elites por la vía violenta pretendieron establecer “el triunfo final, absoluto, de una ideología sobre otra, de una clase sobre otra”.
Asimismo, Alfonsín critica la “justificación de los medios en función de los fines [pues] implica admitir la propia corrupción, pero, sobre todo, implica admitir que se puede dañar a otros seres humanos”. Sin embargo, y a pesar de proponer como meta “recuperar la vida, la justicia y la libertad”, expresar “más que una ideología, una ética” y sostener que “no se puede gobernar sin memoria” no manifiesta la necesidad de juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura, seguramente porque hubiera sido tomado como opuesto a la “la unión nacional” que proponía lograr -en especial teniendo en cuenta las características propias de un discurso de asunción- y porque “aspira a la coexistencia de las diversas clases y sectores sociales, de las diversas ideologías y de diferentes concepciones de la verdad”. Esa omisión y su intención de conciliación social preanuncia las leyes que suspendieron el juzgamiento de los responsables de esos actos.40Las estrategias discursivas de Raúl Alfonsín están en relación con el dramático pasado inmediato que se propone superar, por eso el empleo de verbos en tiempo futuro en la primera parte de su discurso. También utiliza el pronombre colectivo “nosotros”, en alusión a su pertenencia al partido radical: “Venimos de un movimiento que no luchó en 1890 para ser gobierno, porque eso hubiera implicado establecer el principio de que el poder, como decían los guerrilleristas de hace diez o doce años, estaba en la boca de los fusiles”. Así, busca tomar distancia de la participación del radicalismo en los levantamientos contra el orden establecido en la etapa de la República Oligárquica.41 De todos modos, la referencia a la “Revolución de 1890” y el posterior surgimiento de la Unión Cívica Radical están asociados en el imaginario social con la defensa de la democracia: la representación social fue instalada, de manera principal y sólidamente, por los textos escolares, en los que se asociaba el origen del partido con un posicionamiento frente al unicato juarista y a las componendas de los “notables”42 del siglo anterior. La alusión, asimismo, le permitía, aunque de forma implícita, confrontar con los militares y las organizaciones armadas de filiación peronista o de tendencia comunista del pasado inmediato que procuraban obtener el poder por medio de las armas, para imponer su modelo de país, impedientemente de la voluntad popular.43
Al establecer su identidad partidaria se diferencia -por su historia, discurso y prácticas-44 del otro partido mayoritario, el justicialista, al cual venció en la contienda electoral. El triunfo del candidato radical ponía fin a un tiempo de media duración signado por las victorias electorales del peronismo, representación social que se fue gestando a partir de la década del cuarenta del vigésimo siglo.45 Respecto del pasado, no justifica su decisión ni menciona personalidades o sucesos históricos particulares, salvo la alusión al año ya mencionado en el que se fundó la Unión Cívica. La causa de soslayar la memoria histórica persigue el objetivo de construir la unidad de la Nación, evitando identificaciones que fragmenten el cuerpo social.46 En cuanto a la proyección de sus palabras expresa: “los problemas que debemos resolver son de nuestra época; los problemas que debemos prever son, a lo sumo, de las siguientes dos generaciones”; cita de autoridad, que atribuye a Juan
XXIII.47 También alude a Juan Pablo II, aunque sin nombrarlo: “toda inacción en política, como dijo al actual pontífice, sólo puede desarrollarse sobre el fondo de un gigantesco remordimiento”. Ambas referencias proponen generar empatía con el pueblo argentino, mayoritariamente católico. De este modo, la temporalidad del discurso de Raúl Alfonsín no se circunscribe al momento de la enunciación: se extiende en el tiempo hacia el siglo pasado y al futuro cercano y, por lo tanto, de manera acotada y con límites bastantes precisos.
Por medio de otra estrategia discursiva, Raúl Alfonsín se presenta como un ser que puede equivocarse: “Como hombres que somos podremos equivocarnos al gobernar”. Al reconocerse falible se aleja de los liderazgos autoritarios que lo precedieron y que mostraban una seguridad en sus acciones, siempre inconsultas: “Hemos vivido con dolor el imperio de la prepotencia y la arbitrariedad”. De este modo se refiere al contradestinatario, que se hace presente en el texto de manera multifacética y por la utilización del plural, materializándose en varios sujetos colectivos: “oligarquías”, “guerrilleristas”, “totalitarios”, que conforman la categoría de oposición o enemigos de la Argentina. A diferencia de éstos usa el acto de habla de la promesa y el plural: “no debemos fallar”; pero, de inmediato, se niega a dar una imagen insegura de sí afirmando: “No fallaremos”, en consonancia con el clima de optimismo esperanzado del momento.48 Así, la última locución del discurso, “que así sea”, 49 refuerza la actitud de esperanza que toda la sociedad ha depositado en el inicio del nuevo





período democrático y que el presidente asocia explícitamente con una “oración laica de modestos ciudadanos”.50
La alocución de asunción a la primera presidencia de Carlos Saúl Menem, el 8 de julio de 1989, manifiesta el contexto de emergencia: “la frustración y el desencuentro de las dos patrias”, en alusión a los enfrentamientos recientes entre compatriotas y se refiere al “país quebrado” a causa de la crisis económica: la hiperinflación desatada hacia el  final del gobierno de Alfonsín, que generó saqueos en los principales centros urbanos y precipitó la entrega de la conducción del país al candidato justicialista ya electo.51 Esos acontecimientos también influyen en las estrategias discursivas del líder peronista, quien utiliza el tiempo verbal futuro para tomar distancia del pasado inmediato, proyectándose hacia el porvenir. También recurre al contexto de producción para mostrar una dicotomía nacional que además de referir al presente remonta al pasado, confrontando cinco parejas de próceres, pero no para ofrecer una mirada maniquea de la historia patria que justifique el enfrentamiento sino para proponer la superación de la segmentación que caracterizó a la sociedad argentina. Al evitar nombrar a los opositores o a los causantes de la crisis sortea la dimensión polémica y refuerza el llamado a la unidad.
Los destinatarios del discurso de asunción Menem son múltiples, como suele suceder en este tipo particular de texto. Así, en el inicio de su alocución se dirige los receptores explícitos inmediatos, específicos del ámbito en el cual se desarrolla la ceremonia, los miembros del “Honorable Congreso de la Nación”, incluyendo a continuación a otros actores políticos presentes, “Excelentísimos Señores Jefes de Estados”. Ambos vocativos cumplen la función de refuerzo del emisor: los primeros son quienes certifican el rol que está por asumir –la primera magistratura del país- y los segundos participan como testigos del acto, a la vez que le permiten establecer una identificación con él por el cargo que ejercen. Posteriormente, amplía los receptores al aludir a otros dos colectivos: “Hermanos y hermanas de todas las naciones. Pueblo de mi patria”. Con el tercer vocativo abandona el tono protocolar y, al igual que con el segundo, excede el ámbito nacional proyectándose al mundo y evidenciando el componente mesiánico de su discurso.52 Finalmente, al aludir a la expresión genérica “Pueblo de mi patria” aparece el destinatario positivo, que involucra tanto al sujeto partidario como al que no lo votó, activando las dimensiones de refuerzo   y percepción, respectivamente. Indirectamente, con el lexema “pueblo” circunscribe su alocución, sin ingresar en la dimensión polémica, fortaleciendo su propósito conciliador.
Los rasgos de personalidad del hablante se manifiestan inmediatamente iniciado el discurso en el personalismo de la primera persona más el verbo volitivo “quiero”: “Ante la mirada de Dios y ante el testimonio de la historia yo quiero proclamar: Argentina, levántate y anda”. De nuevo se hace presente el componente mesiánico,53 que caracterizará el discurso de Menem. En efecto en varias ocasiones a lo largo del texto repite la expresión: “Argentina, levántate y anda”, asignándose el rol de Jesús e identificando al país con el Lázaro bíblico, por uso del recurso de la personificación. Además de la citada alusión bíblica, se evidencian referencias de carácter religioso: “yo elevo mi corazón a Dios Nuestro Señor”; aparecen valores teológicos: “la voz del pueblo, que siempre es la voz de Dios”, “la verdadera fuerza es siempre la fuerza de la fe”; e incluso un estilo de escritura que se asemeja a una oración. Así, en el discurso abundan los lexemas reiterados, los cuales aparecen tres y cuatro veces; ocho veces abusa de la repetición de oraciones que se inician con el verbo en primera persona del singular con sujeto tácito “pido”, y cierra la





alocución con “Una voz que hoy se alza como una oración, como un ruego, como un grito conmovedor: Argentina, levántate y anda. Argentina, levántate y anda. Argentina, levántate y anda”.
A diferencia de la “oración laica” de Alfonsín, el innegable componente religioso de Menem apela a la convicción que tiene el locutor sobre la importancia de la fe cristiana en los sectores populares. Considera que tal recurso le generará empatía con los destinatarios, a la vez que le permitirá alejar las dudas que se tendieron sobre su religión, especialmente teniendo en cuenta que procede de una familia musulmana, siendo el único de sus miembros que modificó su creencia convirtiéndose al cristianismo debido a la necesidad de responder a los condiciones requeridas para ser presidente de la República establecidas por la Constitución Nacional.54 Del mismo modo, las expresiones de raíz religiosa le permiten reforzar en la audiencia la idea directriz del discurso: mostrase como el sujeto capaz de poner fin a “las dos patrias” y al enfrentamiento social; de superar las crisis económicas periódicas; ser un mediador social y regenerador político, el Mesías que los conduciría    a la Tierra Prometida. La pretensión de sentirse un elegido de la Divina Providencia, el pacificador elegido por Dios, lo lleva a presentar parejas de personajes aparentemente opuestos que, en su discurso, se unen para superar la dicotomía existente antes de él.55
Entre los variados recursos lingüísticos que utiliza Carlos Saúl Menem para posicionarse como aquel que habría de salvar al pueblo argentino de sus problemas están presentes   los estereotipos coloquiales, que se hallan al servicio de su afán repetitivo -por ejemplo, “hombre a hombre”. Utiliza el tiempo verbal futuro, en su forma perifrástica “vamos a tener”, a la manera de programa de acción. También presenta  una  polifonía generada  por diversas fuentes enunciativas de modo textual -Eva Perón, Leopoldo Marechal- y no textual -Jorge Luis Borges- adueñándose de las palabras del Evangelio -tal como se analizó antes- y tomando como propia una cita de autoridad que pertenece a Abraham Lincoln, omitiendo la fuente: “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
En la misma línea de Alfonsín, las estrategias argumentativas del discurso pronunciado por Menem proponen un llamado a la conciliación del pueblo argentino: “Se terminó el país del `todos contra todos’, comienza el país de `todos junto a todos´” y a lo nuevo: “Por eso, nuestro gobierno es un gobierno de unidad nacional”. Así, de manera implícita, preanuncia los indultos que beneficiarán a militares y civiles comprometidos con delitos realizados durante la dictadura militar y los levantamientos carapintadas en contra de Alfonsín, como a los líderes y miembros de grupos guerrilleros.56 El aspecto de la legitimidad descansa   en la expresión “plebiscito cotidiano”, procurando aprovechar una práctica instalada por Alfonsín y a la vez diferenciarse de su antecesor, quién sólo la utilizó para consultar a    la población respecto del conflicto austral con Chile.57 Vuelve a apelar en los oyentes al contexto de producción cuando manifiesta: “Esta inmensa emergencia nacional requerirá un contacto directo con toda la población”, aludiendo, en la primera parte de la oración,   a los saqueos y actos de violencia que se produjeron al finalizar la presidencia del líder radical, con la que justifica, en la segunda, la práctica de la consulta popular.
En el mismo sentido, en el discurso de asunción a su segunda presidencia, el 9 de julio de 1995, Carlos Saúl Menem dirá que no alcanza con la “democracia representativa […] se exige en nuestros tiempos que la democracia sea también participativa”, argumentación que reconoce las expectativas de la población y la voluntad de la misma de un mayor protagonismo en la vida política. Asimismo, propone como contenido programático “asegurar el federalismo […] que fortalece las autonomías provinciales”, intentando alejar los temores instalados en la audiencia de centralismo en la toma de decisiones, a la vez que pretende enmascarar bajo el rótulo de “federalismo” el achicamiento del estado que había operado durante su primer mandato debido a la aplicación de un modelo económico neoliberal.58 También en ese texto reconoce la importancia de la “estabilidad” económica, pero por otro lado sostiene la necesidad de un “crecimiento con justicia social”; así se hace eco de las críticas que ha recibido su política neoliberal, intentado minimizar los temores del auditorio y estimulando las esperanzas del mismo al inicio de su segundo período presidencial. De este modo reconoce la necesidad que tiene la democracia de participación popular y de desarrollo económico con inclusión social, o al menos se hace eco de la representación que sostiene la sociedad al respecto. A su vez, la mención de ambos presupuestos del sistema político le permite anclar su mensaje con el ideario peronista, minimizando los ataques que le realizaron, en especial dentro del partido, por un posicionamiento radicalmente opuesto a las prácticas económico-sociales y político- ideológicas desarrolladas por Juan Domingo Perón en sus distintos mandatos presidenciales: un modelo industrialista desarrollado con capitales nacionales que posibilitaba el pleno empleo, un protagonismo de los sectores populares en la distribución del ingreso nacional y un discurso antiimperialista que se traducía en la instrumentación de una tercera posición.59 Las representaciones sociales del contexto de emergencia guían el discurso de asunción
a la primera magistratura del país de Fernando de la Rúa, pronunciado ante la Asamblea Legislativa el 10 de diciembre de 1999, más que en otros casos similares, haciéndose explícito cuando afirma: “es mi responsabilidad interpretar la expresión del pueblo soberano”. Y a continuación expresa: “Estoy convencido  de  que  su  pronunciamiento no lo ha determinado sólo una victoria electoral sino que es la expresión de un acto de libertad que simboliza el anhelo de un cambio profundo”, fortaleciendo la relación dialógica característica de este tipo de textos. También, pero de manera implícita, retoma la representación clásica asociada al radicalismo: ser el partido que se pronuncia en contra de la tiranía; y, al hacerlo, vuelve a recurrir a la idea dicotómica autoritarismo-democracia, ya analizada en su correligionario Alfonsín.
El contenido programático de la alocución inaugural del líder radical es explícito: “Iniciamos un nuevo camino […] hacia una sociedad ética, solidaria y progresista”, de lo que se infiere que las características opuestas son las que intenta erradicar con su acción de gobierno, aunque elude confrontar con su antecesor en el cargo o los funcionarios del gobierno de Menem, que socialmente son señalados como los sujetos responsables del desarrollo de la corrupción en las esferas de poder político y culpables de la ampliación de la brecha social. Es posible que su omisión se deba a la necesidad de no generar un enfrentamiento con el partido peronista, apelando a la unidad nacional. De igual manera que hiciera Menem en el discurso de asunción a su segundo mandato reconoce los resultados negativos del modelo económico, pero no propone políticas alternativas, permaneciendo en el plano discursivo. También, la consideración de las representaciones de la audiencia
–destinatario indirecto- se observa en las siguientes oraciones del texto de Fernando de la Rúa: “Conozco profundamente a mi país y a nuestra gente. Y por eso del deseo profundo de los argentinos de ser parte de un país decente, altruista y solidario”.
En los párrafos siguientes enumera acciones del gobierno de Menem que son de conocimiento público y dan cuenta de la mala administración de los recursos públicos. 
Luego, enumera diversos actores, especialmente aquellos más perjudicados por las políticas económicas de su predecesor, al que no menciona, eludiendo también a los representantes del poder económico nacional y extranjero. Ante la referencia a la realidad: “la situación es grave” sostiene la necesidad de “bajar el gasto”. Sin embargo, no ofrece propuestas para revertir los problemas, circunscribiendo el discurso a una expresión de deseo.
En el cuerpo del texto, entre las estrategias discursivas retoma al alocutario específico: “Honorable Asamblea”. Asimismo, predomina la primera persona del singular con menciones a la primera del plural, que se vuelve contundente en la conclusión, al aunar el valor semántico del lexema “volver a afirmar” con el tiempo futuro “reafirmaremos”. La percepción de una sociedad fragmentada pudo conducir a evitar un “nosotros” definido.60 También, se observa el uso del presente que atraviesa todo el texto, probablemente por asumir su mandato sin una ruptura de la legalidad institucional. De este modo, abundan los lexemas “convoco”, “vamos”, “tenemos”, “quiero”, que a su vez se asocian a un voluntarismo carente de propuestas que caracteriza su discurso de asunción.
A diferencia de sus predecesores, Fernando de la Rúa tiene una concepción más amplia de la democracia, resaltando especialmente las acepciones de “gobierno de la ley”, la “regla de la mayoría” y la “independencia de poderes”.61 La última característica evidencia la representación social asociada al gobierno de Menem: la violación de tal principio    por la subordinación el poder judicial al ejecutivo. Por eso insiste sobre la ética como el problema que debe enfrentar nuestro país: “Debemos movilizar esa enorme reserva moral para que nos guíe hacia el futuro”. Tal tarea lo motiva a convocar a “amigos y adversarios”, reclamando la unidad nacional. Y propone “un nuevo pacto entre la política social y la política económica”, como dato esperanzador y confiado.
La solidez teórica y su conocimiento de las representaciones sociales por parte de Fernando de la Rúa contrasta con una discursividad caracterizada por el uso del lenguaje común y una marcada actitud optimista que reemplaza a medidas concretas que reviertan la situación que denuncia: “Vamos a afrontar esta crisis con coraje”; “Los convoco a hacerlo”; “A los que puedan más les pedimos un esfuerzo mayor”. Ante la pobreza de un programa de acción preciso, el dispositivo programático de su discurso toma un cariz puramente retórico que, sumado a su conocimiento del contexto de emergencia y a la concepción más amplia de la democracia, ponen de manifiesto a un líder teórico incapaz de trasmutar su adecuado análisis de situación en un proyecto orgánico transformador, reduciendo su alocución a críticas que se resuelven por decisiones que incumben al ámbito de la moral. Sin embargo, ante la ausencia de propuestas específicas apela a “todos”, pues considera que “El problema es de todos. No se trata del gobierno entrante o del saliente, del oficialismo o de la oposición.” La ausencia de responsables contrasta con la gravedad de la situación del país, que él mismo enuncia. Esta situación es generada porque Fernando de la Rúa se encuentra en la disyuntiva de sostener aspectos -como la paridad monetaria- de un modelo económico que sabe que no es el más adecuado por las consecuencias socio-económicas que genera y su reemplazo por una política diferente que revierta esos problemas. Dificultad que presagia un gobierno vacilante y justifica la ausencia de propuestas concretas en el texto presidencial.
El discurso de asunción a la primera magistratura de la Nación pronunciado, el 25 de mayo de 2003, por Néstor Kirchner se inicia formalmente aludiendo de manera explícita a los jefes de Estado y representantes extranjeros y continúa con los receptores directos: 
“los miembros del Congreso”. Focaliza, finalmente, en los destinatarios indirectos por el ámbito de la alocución, las “ciudadanas y ciudadanos presentes, querido pueblo argentino”, dirigiéndose “a todos y a cada uno de los argentinos”.62 La cuestión de género, propio del clima de época, conduce a que el vocativo adquiera la forma femenina y masculina, siendo el primer presidente que tiene en cuenta esta distinción; aunque ya se había manifestado de manera incipiente en Menem –“Hermanos y hermanas”-, los ecos del lenguaje religioso son, en el dos veces presidente, más evidentes que la voluntad de instalar la cuestión de género. Y, al igual que de la Rúa, Kirchner emplea el tiempo verbal presente por asumir su magistratura sin ruptura del régimen político ni crisis social,63 y por una cierta reactivación de la economía.64
El empleo de la lengua se aúna con las estrategias argumentativas empleadas, cuyo sustento es el ejercicio de la democracia –cita el artículo 93 de la Constitución nacional- y especialmente el cambio de rumbo respecto del menemato65 y su secuela, en referencia     a de la Rúa, expresando: “El pueblo ha marcado una fuerte opción por el futuro y el cambio”. Por eso, procura diferenciarse de esos presidentes tanto por la “independencia de poderes”66 como en cuanto a la “libertad y respeto por los derechos humanos”. En el mismo sentido, propone “construir políticas de Estado a largo plazo para de esa manera crear futuro y generar tranquilidad” y “un proyecto nacional que nos contenga”. Otro aspecto novedoso de su discurso es la alusión a nuevos actores: “usuarios” y “consumidores”; y al “clientelismo político”, al que considera “una tragedia cívica” que “no es producto de la asistencia social como gestión de Estado, sino de la desocupación como consecuencia de un modelo económico”, buscando alejar los temores de la audiencia en relación con ese aspecto.
La referencia a los derechos humanos no está desarrollada explícitamente; se refiere   a ella cuando evoca la generación a la que pertenece, recordando las atrocidades que       la misma sufrió: “Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”. De este modo, introduce la imagen que quiere dar de sí, la figura enunciativa del militante. La misma se ha revalorizado a partir de la nueva etapa democrática y, en especial, desde la crisis del modelo neoliberal,67 con las movilizaciones populares, la formación de asambleas barriales y los movimientos piqueteros. Otros mandatarios también pudieron recordar un pasado de militancia, pero el contexto de producción provoca su aparición ahora y no antes, fortaleciendo el proceso de identificación del presidente con su audiencia, porque él es como la ciudadanía a la que dirige su discurso, un sujeto que participa para cambiar la realidad.
En tal sentido, en el tercer párrafo propone “construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos individuales de oposición”, haciéndose eco de las acciones ya instaladas en el seno social que se cristalizaron en la formación de grupos de autogestión ante la ausencia del Estado, pero proponiendo el camino inverso, el de recuperación del rol del Estado y de la reinstalación de la modalidad de representación política. Así, al recordar los males de nuestro pasado manifiesta que se llegó “al punto de enfrentar seriamente a los dirigentes con sus representados. Al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí”; agregando, en otro momento: “Hay que conciliar a la política, a las instituciones y al gobierno, con la sociedad” proponiendo superar la crisis de representación del contexto de emergencia. La figura presidencial y el rol del Estado son recuperados en su discurso, están ampliamente desarrollados en los aspectos programáticos, que son más numerosos si se compara con sus predecesores.
Al recordar Néstor Kirchner a las víctimas del Terrorismo de Estado revaloriza el rol de los jóvenes comprometidos con el quehacer nacional e introduce el deber de la memoria –también propio del contexto de producción-,68 tomando distancia de los mandatarios que evitaron revisar las leyes que suspendieron los juicios por crímenes de lesa humanidad: “Llegamos sin rencores pero con memoria” […] “vengo a proponerles un sueño que es   la construcción de la verdad y la Justicia”. Aquí, la mención al “sueño” –lexema que repite en varias partes del discurso- alude a distintos momentos históricos: “de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, de nuestra generación”; así presenta la necesidad del cambio para lograr “una Argentina unida”, “una Argentina normal”, “un país serio”, “un país más justo”.
Las estrategias discursivas y argumentativas de Néstor Kirchner se articulan en el uso del colectivo “nosotros”, aunque implícito: “[…] los convocamos a inventar el futuro”. De tal modo, propone a los destinatarios sumarse a su proyecto político, ampliando la convocatoria, especialmente si se tiene en cuenta el magro caudal electoral.69 Pero se opone a ese dato de la realidad cuando expresa que “El 27 de abril, las ciudadanas y los ciudadanos de nuestro país, en ejercicio de la soberanía popular, se decidieron por el avance decidido hacia lo nuevo, dar vuelta una página de la historia”; sin embargo, si la gente hubiera querido el cambio, Menem debería haber obtenido un caudal menor de votos que su contrincante, situación que no se produjo. Corresponde recordar que Néstor Kirchner llegó a la presidencia debido a que Menem decidió no presentarse a la segunda vuelta, ante la posibilidad de que los partidos de la oposición le negaran su apoyo. La afirmación del presidente se deriva, entonces, de su percepción de las representaciones sociales del momento y no del dato fáctico proveniente de las urnas.
La separación ideológica con sus predecesores se refuerza con una referencia a la distancia espacial que tiene con ellos cuando especifica su origen: “Venimos desde el Sur del mundo”, volviendo a valerse del pronombre de primera del plural, también tácito e inclusivo. En suma, Néstor Kirchner se muestra como el hombre nuevo que viene de un lugar diferente que los demás gobernantes, para construir un porvenir distinto, con nuevas prácticas y revalorizando la memoria social. Tal recurso remite al modelo de llegada utilizado por Perón tanto en 1943 como en 1973,70 estableciendo un nexo con el líder máximo de la ideología política a la que adscribe.
De acuerdo con la versión de la Casa Rosada, la alocución de Cristina Fernández de Kirchner del 10 de diciembre de 2007 se inicia con una respuesta: “Muchas gracias. ¡Viva, viva la Patria, viva, sí!”, apelando explícitamente a la relación dialógica, la interacción discursiva, que será una característica de su estilo político. La subjetividad del hablante, acentuada por el empleo del pronombre de primera persona del singular, aparece en el verbo de deseo “quiero” y en menor medida “creo”; aunque no está ausente la expresión deóntica, incluyendo al auditorio, “debemos”. Se señala la escasa relevancia otorgada a ciertos lexemas comunes en el discurso político -que en general confronta con el pasado- por ejemplo “nuevo”, “futuro”, porque su programa político se encuadra, en tanto continuación, en el de su predecesor Néstor Kirchner.
El discurso de asunción de Cristina Fernández introduce la cuestión de género desde un lugar distinto al de Kirchner, por su pertenencia al sexo femenino, reconociendo que en





cualquier tarea que desempeñen a las mujeres les “va a costar más”. Así, al referirse a los cambios que deberá realizar expresa: “sé que tal vez me cueste más porque soy mujer”. Sin embargo, más que aludir al prejuicio de género presente en la sociedad, la nueva mandataria evidencia una representación social que considera que debe desvanecer de su audiencia: la desconfianza que genera una mujer en el quehacer político. Idea que remite, en especial, al desempeño de María Estela Martínez de Perón, presidenta de la Nación Argentina en  el período 1974-1976.71 Y con la que tiene dos rasgos de similitud: pertenecer al partido justicialista y ser presidentas a continuación del mandato de su marido; aunque con la diferencia que Martínez de Perón asumió a la muerte de su esposo por ser su compañera de fórmula y, por lo tanto, vicepresidenta, mientras que Cristina Fernández lo hizo también por el voto popular pero en el período presidencial siguiente al de su cónyuge. Debido    al recuerdo social negativo respecto de su predecesora en el cargo, no solo elude a la ex presidenta sino que recurre a figuras emblemáticas positivas pertenecientes a su género: Eva Perón, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo –a las que da el nuevo apelativo “de      la Patria”. Respecto de Eva manifiesta que “tal vez ella se lo merecía más que yo”, de Madres y Abuelas resalta su valentía: “se atrevieron donde nadie se atrevía y lo hicieron”. El tono conmemorativo se cierra “con el ejemplo de ellas y también de nuestros próceres, de Mariano Moreno, de San Martín y de Belgrano”.
Por ese motivo, la actual presidenta del país insiste en fundar su legitimidad por varias vías, diferenciándose de su predecesora e intentando desvanecer las críticas de la oposición en relación con su designación como candidata. Las formas argumentativas utilizadas son propias y refieren a los artículos 93 y 97 de la Constitución, al porcentaje de “más del 45% de los votos válidos emitidos” y la mención a su carrera política: “[...] he pertenecido durante doce años a este Parlamento, he estado sentada en esas bancas como ustedes y con ustedes, como diputada y como senadora”. Su trayectoria le permite alejarse tanto de María Estela Martínez como de otras mujeres que ejercen un cargo político por ser “esposas de”.72 Una vez que ha satisfecho su necesidad de legitimidad y legitimación, Cristina Fernández tiende un nexo con el pasado inmediato, estableciendo la continuidad de proyecto político al mencionar a su marido, a quien introduce de dos maneras impersonales: como miembro del partido que gobernó previamente y al que ella pertenece -“no les voy a decir lo que hemos hecho en cuatro años”- y de modo repetitivo como “el presidente que está a mi izquierda”. El presente de la enunciación niega a Néstor Kirchner la calidad de mandatario saliente, otorgándole actualidad y generando la idea de gobierno conjunto que, justamente, es la crítica que sostendrá la oposición, instalándose como representación social. La mención explícita del apellido de su cónyuge sólo tendrá lugar en la relación de pertenencia con la “generación que creyó en ideales y en convicciones y que ni aún, ante el fracaso y la muerte” perdieron “las ilusiones y las fuerzas para cambiar el mundo”. Esta referencia se podría sumar de manera sugestiva con el lugar físico ocupado en el recinto por su marido en la ceremonia de asunción, “a la izquierda”, frase que es repetida en cuatro oportunidades y que puede remitir, en una dimensión ideológica, a la utopía setentista. Así, de manera implícita, aludiendo a su generación y a quienes toma como ejemplo -Moreno, Belgrano San Martín, Eva Perón,73 Madres y Abuelas de Plaza de Mayo-, la mandataria revaloriza la participación social encarnada en la figura de la militancia, conectando su discurso con el
de su marido y enlazando el tono conmemorativo con el épico.
El componente programático de su matriz discursiva resalta nuevamente la idea de





continuar la labor de su predecesor, a la que califica como “una construcción política, social y económica diferente” y que iniciada con aquel “el 25 de mayo de 2003” tiene  “en las instituciones, en la sociedad, en un modelo económico de acumulación con  matriz diversificada e inclusión social y nuestra inserción en el mundo, los cuatro ítems fundamentales”. Revaloriza así, la idea de proceso y, también, el diálogo, la memoria histórica, los derechos humanos, la educación, la igualdad social y la utopía; que confronta con las acciones del Congreso Nacional de las décadas del ochenta y del noventa.
La proximidad temporal con el bicentenario de la Revolución de Mayo74 la insta a resolver los juicios de “quienes fueron responsables del mayor genocidio de nuestra historia”, para “reconstruir institucionalidad”, hacer justicia a las víctimas directas e indirectas –a quienes menciona explícitamente- y a las propias Fuerzas Armadas –“separar la paja del trigo”-, a fin de lograr que “los argentinos podamos todos volver a mirarnos a la cara”. No encara tal empresa como una labor individual sino conjunta en la que están involucrados los tres poderes del Estado, quienes ya han “derribado el muro de la impunidad” con “la anulación de las leyes de Obediencia Debida, Punto Final e indultos […] aportando a la construcción del sistema democrático”. De esta manera, Cristina Fernández permite cerrar el ciclo de transición democrática al incluir en su discurso los aspectos institucionales, económico- sociales y jurídicos.


Conclusión

La investigación demostró la necesidad de ampliar la noción de transición a la democracia, incorporando a los aspectos político-institucionales los de carácter económico y judicial. Las crisis económico-políticas de 1989 y de 2001 pusieron de manifiesto que no era suficiente considerar el traspaso del poder que controlaban los militares a un presidente de la Nación elegido por el voto popular y tampoco alcanzaba con incluir el período de inserción de los uniformados a las pautas de la democracia; era imperioso tener en cuenta el desarrollo económico, pues de otra manera no habría estabilidad política. Asimismo, por ser fundamental para cerrar el proceso de transición, el trabajo consideró que era necesario agregar el aspecto jurídico, debido a que la nueva sociedad democrática requería ser fundada en el respeto a las leyes.
El marco jurídico había sido violado no sólo por el derrocamiento de un presidente constitucional, sino también porque durante la dictadura se cometieron crímenes aberrantes que atentaban contra los derechos humanos de las víctimas. Incluir el aspecto legal al concepto de transición permite evitar la impunidad, favoreciendo la reconciliación social a partir de la justicia y disuadiendo a los actores sociales de realizar de nuevas atrocidades. Solamente de ese modo se podría afirmar Nunca Más poder sin ley, Nunca Más estado de iniquidad.
Por eso, el trabajo analizó los discursos de asunción a la primera magistratura de       la República Argentina por el voto popular entre 1983 y 2007, pues se consideró que, discursivamente, el proceso de transición de la dictadura a la democracia iniciado por Alfonsín culmina con Fernández de Kirchner, cuando la mandataria, además valorizar la importancia del sufragio y de la militancia como lo hiciera el líder radical, manifiesta la necesidad de desarrollar un modelo económico de acumulación con inclusión social y la





obligación de reconciliar a la sociedad juzgando a los responsables de haber cometido crímenes de lesa humanidad.
El objetivo de reiniciar los juicios no fue solamente castigar a los involucrados en    las violaciones desarrolladas durante el Terrorismo de Estado sino liberar a los militares no implicados en ese accionar de la representación social que los consideraba a todos ellos culpables -según se desprende del texto de la primera mandataria. Se retomó, así, el proceso interrumpido por la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y el posterior indulto a los militares que incurrieron en transgresiones a los derechos humanos, durante el funcionamiento del Estado de Facto iniciado con el golpe de 1976. Además, la construcción de una sociedad democrática luego de los fatídicos años de dictadura requirió, como también supuso Alfonsín en su discurso, tanto del ejercicio del sufragio como del advenimiento de una nueva generación de jóvenes que se interesaran por la política y participaran activamente del quehacer nacional.
Se observó cómo las representaciones sociales sostenidas por los mandatarios del actual período constitucional, en tanto miembros de esa sociedad, desencadenaron la argumentación. Su estudio puso de manifiesto la percepción de la realidad, los temores, las expectativas y necesidades que sostenían los presidentes al inicio de su gestión. Tales tópicos fueron expresados por medio de dispositivos discursivos y argumentativos, que se articularon conformando una matriz interpretativa que se estructuró de manera diferente en cada líder político de acuerdo con su ideología partidaria, características de personalidad y, en especial, por el contexto de emergencia.
Los componentes programático y de legitimación también se fundaron en las representaciones sociales del contexto de producción: la idea de la democracia como panacea ante los problemas éticos, económicos, sociales y políticos que generó la dictadura militar, en Raúl Alfonsín; la necesidad de cambio económico y de armonía social frente a la hiperinflación y la fragmentación social, en el primer mandato de Carlos Saúl Menem y la corrección de los efectos sociales negativos de su política económica, en su segundo período presidencial; el establecimiento de principios morales frente a la corrupción política precedente, en Fernando de la Rúa; la necesidad de recuperar el rol del Estado y la democracia participativa ante la crisis de representación política, en Néstor Kirchner; y la continuidad de una economía de acumulación con desarrollo e inclusión    y de reconciliación social por medio del juzgamiento de los crímenes cometidos durante la dictadura, en Cristina Fernández de Kirchner. También, los discursos de asunción mostraron representaciones sociales más resistentes al paso del tiempo: el radicalismo como alternativa frente al autoritarismo; la existencia de dos tradiciones culturales y políticas opuestas; o el deseo de cambio como remedio suficiente ante los problemas del país. Y, en el caso de la actual presidenta, la necesidad de desvanecer los temores entorno de una representación social específica: la mujer en la actividad política. Para lograrlo, la mandataria recurrió a su trayectoria en el ámbito político y a las figuras emblemáticas de Eva Perón y de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a la vez que evitó nombrar a la primera presidenta que tuvo la República Argentina: María Estela Martínez de Perón.
Así, el rol de las representaciones sociales en la construcción de liderazgos democráticos en la Argentina contemporánea fue el de modelar el discurso presidencial. Los cambios en las propuestas de los mandatarios acompañó la modificación de las representaciones sociales. Por tal razón, se pasó de creer que era suficiente el cambio de sistema político, a





reclamar un modelo económico de acumulación con inclusión y el respeto de los derechos humanos violados, aspectos que también reclamaron una transformación de la noción de transición a la democracia.





Notas

1 Silvia SIGAL y Eliseo VERÓN, Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista,
Buenos Aires, Legasa, 1986.
2 Guillermo O’DONNELL, Phillipe SCHMITTER y L. WHITEHEAD (comps.), Transiciones desde un gobierno autoritario, Buenos Aires, Paidós, 1988, vol. 4, p. 19. El concepto de transición asociado al cambio institucional fue sostenido por varios investigadores, entre ellos: Juan Carlos PORTANTIERO, “La democratización del Estado”, Revista Pensamiento Iberoamericano, N° 5, Buenos Aires; Carlos FLORIA, “La transición hacia la democracia pluralista”, Julio PINTO (comp.), Ensayos sobre la crisis argentina, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1988, tomo II; Ernesto LÓPEZ, Ni la ceniza ni la gloria. Actores, sistema político y cuestión militar en los años de Alfonsín, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1994.
3  La necesidad de incluir en el concepto de transición a la democracia a la economía fue sostenida por   diversos investigadores: Juan Carlos PORTANTIERO, “Revisando el camino: las apuestas de la democracia en Sudamérica”, Revista Sociedad, 2, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 1993; Juan Carlos TORRE, “América Latina, el gobierno de la democracia en tiempos difíciles”, Serie documentos de trabajo del Instituto Torcuato Di Tella, N° 122, Buenos Aires, 1994. Portantiero mutó de la posición institucionalista de 1984 a la que incluía la económica en 1993.
4 Se sigue el pensamiento clásico de Aristóteles que concibe a la democracia como el gobierno de la ley (ARISTÓTELES, Política, Madrid, Alianza, 1995) y el de Arendt cuando sostiene que “En el Gobierno constitucional las leyes positivas están concebidas para erigir fronteras y establecer canales de comunicación entre los hombres cuya comunidad resulta constantemente amenazada por los nuevos hombres que nacen dentro de ella” y que “las fronteras de las leyes positivas son para la existencia política del hombre lo que  la memoria es para su existencia histórica: garantizan la preexistencia de un mundo común, la realidad de una continuidad que trasciende al espacio de vida individual de cada generación” (Hannah ARENDT, Los orígenes del totalitarismo. 3 Totalitarismo, Madrid, Taurus, 1998, p. 373). Y, también cuando afirma que “Los hombres son incapaces de perdonar aquello que no pueden castigar”: Hannah ARENDT, The human Condition, Chicago, University of Chicago Press, 1958, citada por Lawrence WESCHLER, A Miracle, A Universe, New York, Pantheon Books, 1990, p. 245.
5 Por culminar se entiende más elevado, sobresaliente y no como final, acepción errónea pero habitual en la
que es utilizado el término.
6 Adam PRZEWORSKI, “Democracy as a Contingent Outcome of Conflicts”, John ELSTER and Rune
SLAGTAD (eds.) Constitutionalism and Democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 1985, p. 66.
7 Tal como lo proponen: Manuel GARRETÓN, Del autoritarismo a la democracia política: ¿una transición a reinventar?, Santiago de Chile, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 1990, pp. 10-13; y, Marcelo CAVAROZZI, “Beyond Transitions to Democracy in Latin America”, Journal of Latin American Studies, n° 24, 1992, p. 668.
8 Los elementos que componen el concepto actual de democracia son analizados en Rubén Francisco LASSO y Marta Ángela CAMUFFO, “La democracia según los presidentes argentinos de la actual etapa del Estado de derecho”, Memorias de las XV Jornada de Investigación y Cuarto Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur, Facultad de Psicología-U.B.A., 2008, tomo II, pp. 84-85.
9 La inclusión de los derechos humanos al concepto contemporáneo de democracia es sostenida por FREEDOM
HOUSE, Democracy is century. A survey of global political change in the 20th century, New York, Freedom House, 1999.
10 Los discursos de los presidentes Raúl Alfonsín, Carlos Saúl Menem y Fernando de la Rúa han sido tomados de Luciano DE PRIVITELLIO y Luis Alberto ROMERO, Grandes discursos de la Historia Argentina, Buenos Aires, Aguilar, 2000, pp. 396-402, 426-435, 437-440; el de la segunda presidencia de Menem fue




tomado de La Prensa del 9 de julio de 1995; el de Néstor Kirchner de República Argentina, Dr. Néstor Kirchner: Mensaje Presidencial a la Honorable Asamblea, 25 de mayo de 2003; y el de Cristina Fernández de Kirchner del sitio oficial http//www.casarosada.gov.ar, consultado el 26 de febrero de 2009.
11   No se han tenido en cuenta a los presidentes que asumieron producto de la crisis política desencadenada por la renuncia al cargo de presidente de la Nación por de la Rúa: Puerta, Rodríguez Saá, Camaño y Duhalde. La decisión de excluirlos del trabajo se debió a que su asunción no fue decidida por el voto de la ciudadanía sino por el Congreso Nacional a causa de la situación de acefalía. Respecto del Duhalde, véase Rubén Francisco LASSO y Marta Ángela CAMUFFO, “Las representaciones sociales en los discursos de los presidentes constitucionales argentinos (1983-2007)”, Memorias de las XVI Jornadas Nacionales de Investigación en Psicología - Quinto Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur, Buenos Aires, Facultad de Psicología-UBA, 2009, Tomo II, pp. 121-122.
12 Serge MOSCOVICI, “Why a  theory  of  social  representations?”  K.  DEUAX  and  G.  PHILOGENE  (eds.), Representations of the social, Oxford, Blackwell, 2001. Denise JODELET, “Pensamiento social e historicidad”, Relaciones, vol. XXIV, 2003, pp. 99-113.
13 Christian PLANTIN, L’argumentation. Histoire, theories et perspectives, Paris, PUF, 2005. Frans VAN EEMEREN y Rob GROOTENDORST, A systematic theory of argumentation, Cambridge, University Press, 2004.
14 Teun A. VAN DIJK (comp.), Estudios del discurso, 2 vol., Barcelona, Gedisa, 2000. Teun A. VAN DIJK, Dominación étnica y racismo discursivo en España y América latina, Barcelona, Gedisa, 2001. Ruth WODAK y Michael MAYER, Métodos de análisis crítico del discurso, Barcelona, Gedisa, 2003.
15 Un marco teórico y metodológico diferente es el propuesto por Victor ARMONY, Représenter la nation: le discours présidentiel de la transiton démocratique en Argentine, Montréal, Balzac, 2000.
16 Respecto de la historia de las prácticas culturales: Roger CHARTIER, El mundo como representación.
Historia cultural: entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa, 1995.
17 Denise JODELET, “Représentations sociales un domaine en expansion”, Denise JODELET (coord.), Les représentations sociales, Paris, PUF, 1989.
18 Los procesos enunciados son desarrollados por Serge MOSCOVICI, “Why a theory of social representations?”… cit.
19 En 1976 Moscovici realizó su aporte teórico en relación con el concepto de representaciones sociales: Serge MOSCOVICI, Social influence and social change, London, Academic Press, 1976.
20 Las representaciones colectivas de Emile Durkheim refieren a formas de conciencia social que se desarrollan lentamente, al igual que las mentalidades y, a diferencia de estas últimas, las representaciones sociales no proponen identificarse con las formas de pensar de una época o sociedad, pues cambian más rápidamente que aquellas.
21 Denise JODELET, “Pensamiento social …” cit., p. 108.
22 Denise JODELET, “Pensamiento social …” cit.
23 Serge MOSCOVICI, “The phenomenon of Social Representations”, Serge MOSCOVICI, Explorations in Social Psychology, New York, University Press, 2001, pp. 18-77.
24 Sobre este tema se recomienda Denise JODELET, “Représentations sociales…” cit.
25 El concepto de relación dialógica es ampliado en la obra de Mijail BAJTÍN, Estética de la creación verbal, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.
26 Los procesos de persuasión y convencimiento del auditorio son desarrollados por Marc ANGENOT,  La  parole parrohletaire, París, Payot, 1982.
27 Teun A. VAN DIJK, Racismo y análisis crítico de los medios, Barcelona, Paidós, 1997, p. 17.
28 Sostiene van Dijk (Idid., p. 39) que cuando “las cogniciones sociales acerca de los distintos grupos sociales son parecidas, podemos entonces decir que están controladas por los mismos patrones de interpretación fundamental, es decir, por la misma ideología”.
29 Ibid., p. 40.
30 Ibid., p. 209.
31 Los mandatarios del período eran afiliados y, por lo tanto, participaban de las ideas de alguno de los dos partidos más populares de la Argentina: Alfonsín y de la Rúa pertenecían al radicalismo, mientras que Menem, Kirchner y Fernández de Kirchner adscribían al peronismo.
32 Con tal nombre se hace referencia a la matriz discursiva, una estructura que organiza datos diversos, estableciendo regularidades, y que, a la vez, es una grilla interpretativa de los contenidos de carácter social. Véase Jean-Claude BEACCO, La rhétorique de l´historien. Une analyse linguistique de discours, Berna, Peter Lang, 1988, p. 37.
33 La mención de los artículos constitucionales referidos a la elección presidencial serán citados en su discurso
de asunción por mandatarios posteriores a partir de Kirchner.
34 En su campaña presidencial, Alfonsín había denunciado el pacto militar-sindical que gestaban los líderes del




peronismo.
35 El concepto de democracia no es unívoco sino polisémico. En un estudio realizado por Lasso y Camuflo se detectó que, de las doce características que se integran el concepto contemporáneo de democracia, la regla de la mayoría fue el ítem más representativo en el discurso de Raúl Alfonsín -43,48% sobre el total de variables. Respecto del concepto de democracia y su presencia en los discursos presidenciales del período 1983-  2007 véase Rubén Francisco LASSO y Marta Ángela CAMUFFO, “La democracia según los presidentes argentinos de la actual etapa del Estado de derecho”, Memorias de las XV Jornada de Investigación y Cuarto Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur, Facultad de Psicología-U.B.A., 2008, tomo II, pp. 84-85.
36 Para una mirada distinta a la de Raúl Alfonsín, que considere a la violencia como sustento de la política, se recomienda: Michael FOUCAULT, Genealogía del racismo, Madrid, La Piqueta, 1992 y Walter BENJAMIN, Para una crítica de la violencia y otros ensayos, Madrid, Taurus, 1991.
37 Se confirma así la apreciación de Benbenaste, quien consideró que para los afiliados a la Unión Cívica Radical “la democracia es verbalizada como participación mediante el ejercicio del voto”. Narciso BENBENASTE, La madurez política en el argentino, Buenos Aires, Eudeba, 2003, p. 138. Representación que, sin dudas, descansa en la concepción del dirigente radical quien, a su vez, abreva en el ideario partidario: desde su inicio, la Unión Cívica Radical abogó por el antiacuerdismo y la pureza del sufragio.
38 González Bombal considera que en la elección de Raúl Alfonsín la sociedad no votó contenidos precisos sino
la reinstauración “de un pacto vinculante fundado en el derecho”. Inés GONZÁLEZ BOMBAL, “1983: el entusiasmo democrático”, Ágora, año 3, N° 7, 1997, p. 150.
39 Para profundizar la perspectiva dualista de ese momento se recomienda Hipólito SOLARI YRIGOYEN, “Antidemocracia y democracia en la Argentina, Sadl SOSNOWSKI, Representación y reconstrucción de una cultura: el caso argentino, Buenos Aires, Eudeba, 1988, pp. 19-26. Y para un estudio general del dualismo cultural en la sociedad argentina, Carlos ALTAMIRANO, “Las dos Argentinas”, Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Grupo Editor, 2001, pp. 27-38.
40 Luego de haber iniciado su mandato, el 15 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín aprobó el decreto 187 que disponía constitución de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la desaparición de Personas) para recopilar denuncias –expuestas en el texto Nunca Más, publicado en 1984- que sirvieran de sustento a los juicios contra los responsables de haber cometido delitos de lesa humanidad. Pero, aún antes de la presión militar que desembocó en la conclusión de los juicios contra los responsables del terrorismo de Estado, por la sanción de las leyes de Punto Final (N° 23.492 de 1986) y de Obediencia Debida (N° 23.521 de 1987), Alfonsín había anticipado en 1984 su voluntad de reducir “el peso ejemplificador de la ley” sobre quienes habían dado las órdenes o se excedieron en su cumplimiento. Véanse el Proyecto del Poder Ejecutivo para modificar el Código de Justicia Militar (Ley 23.049) en el Diario de Sesiones de Cámara de Diputados del 5 de enero de 1984 y el discurso de Raúl Alfonsín publicado en La Nación, el 14 de diciembre de ese mismo año.
41 En 1890 el radicalismo no participa como partido político en el levantamiento de ese año, pues la creación
de la Unión Cívica Radical tiene lugar en 1891, pero sí protagoniza los levantamientos contra el gobierno nacional de 1895 y 1905. Luego candidatos del partido alcanzan el poder por la vía constitucional en   1916, 1922 y 1928; pero el último período fue interrumpido por un golpe militar en 1930. Después, los radicales colaboran en el derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955, aunque no de manera explícita. Posteriormente, el radicalismo, ya fracturado y con el peronismo proscripto, regresó al poder en 1958 –Unión Cívica Radical Intransigente- y en 1963 -Unión Cívica Radical del Pueblo-, gobiernos que fueron derrocados en 1962 y 1966, respectivamente. Finalmente, vuelve a ser gobierno con Raúl Alfonsín.
42     Por unicato se entiende al estilo de gobierno presidencialista que afecta la relación entre los poderes y                     las prácticas electorales. Asimismo, tal concepto incluye el hecho de que el presidente de la República      es, al mismo tiempo, el jefe/presidente del partido político al cual pertenece. Para el funcionamiento de      la democracia durante el régimen oligárquico se recomienda Natalio R. BOTANA, El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916, Buenos Aires, Sudamericana, 1994. Sin embargo, el unicato no desapareció de la vida política argentina luego de la sanción de la ley Sáenz Peña en 1912 que modificó   las prácticas electorales, permaneciendo vigente, al menos parcialmente, en muchos de los mandatarios argentinos, hasta la actualidad.
43 El accionar de diversas organizaciones armadas de distinto signo político caracterizó la  vida  política argentina en la segunda mitad del vigésimo siglo, destacándose entre las de tendencia comunista el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y Montoneros entre las de filiación peronista. Un análisis de las distintas organizaciones puede encontrarse en Eduardo ANGUITA y Martín CAPARRÓS, La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina (1966-1973), Buenos Aires, Norma, 1998. Richard GILLESPIE, Soldados de Perón. Los Montoneros, Buenos Aires, Grijalbo, 1988.
44    El fundador del Partido Peronista/Justicialista, Juan Domingo Perón, participó del golpe militar de 1943 y
ocupó diversos puestos en los gobiernos surgidos del mismo, aunque luego llegó a la presidencia por la vía




democrática en 1946 y 1952. Luego del golpe militar de 1955 que lo derrocó, Perón alentó desde el exilio  la resistencia peronista, que espontáneamente se había generado y, también, a los grupos que optaron por la vía violenta como manera de acceder al poder. Para estos temas se recomienda: Daniel JAMES, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Buenos Aires, Sudamericana; Richard GILLESPIE, Soldados de Perón. Los Montoneros, Buenos Aires, Grijalbo, 1988; y, William RATLIFF, “Perón y la guerrilla: el arte de engaño mutuo”, Samuel AMARAL y Mariano BEN PLOTKIN (comps.) Perón. Del exilio al poder, Buenos Aires, Cántaro, 1993, pp. 241-258.
45 Tal representación social se construyó por los triunfos de Juan Domingo Perón en 1946 y 1952; del radical Arturo Frondizi en 1958, merced a los votos justicialistas tras el acuerdo logrado con el líder proscrito; de Héctor J. Cámpora en 1973; y, nuevamente, de Perón ese mismo año. El único radical que llegó al poder durante la proscripción del peronismo y sin ayuda de su caudal electoral fue, en 1963, Arturo Illia, con el escaso 25,14% de los votos emitidos.
46 En la construcción de la autoestima de una patria republicana, Raúl Alfonsín utilizó “memorias, pero sobre todo de olvidos conspicuos y muy generosas indulgencias” sostiene Vicente PALERMO, “Entre la memoria y el olvido: represión y democracia en la Argentina”, Marcos NOVARO y Vicente PALERMO, La historia reciente. Argentina en democracia, Buenos Aires, Edhasa, 2004, p.171.
47  La alusión al pontífice que realiza Raúl Alfonsín es la siguiente: “Los problemas que debemos resolver son  de nuestra época; los problemas que debemos prever son, a los sumo, los de las siguientes dos generaciones. Como dijo Juan XXIII, más allá de eso no hay conclusiones seguras y los datos son demasiado inciertos u oscilantes, lo que puede justificar la investigación, pero no la acción política”.
48 La expresión “clima de optimismo esperanzado” ha sido tomada de Mirta Zaida LOBATO y Juan SURIANO,
Nueva historia argentina. Atlas histórico de la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, p. 537.
49 En efecto, las oraciones cristianas finalizan con “amén”, voz hebrea que significa “así sea”.
50 Respecto de la religiosidad laica del radicalismo véase Marcelo PADOAN, Jesús, el templo y los viles mercaderes. Un examen de la discursividad yrigoyenista, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2002.
51 La entrega del poder de Raúl Alfonsín a Carlos Saúl Menem estaba fijada para el 10 de diciembre de 1989, pero se adelantó el traspaso del mando presidencial para el 9 de julio, es decir cinco meses antes de lo previsto. La causa obedeció al aumento incontrolado de los precios, que se tradujo en hiperinflación y desembocó en saqueos de comercios a partir del 26 de mayo en varias ciudades -Rosario, Córdoba, Santa Fe y Salta, entre otras- e incluso en conglomerados urbanos como el Gran Buenos Aires, para evitar nuevos conflictos y descomprimir la situación social.
52 Rubén LASSO, “Construcción de liderazgo y actitud mítica en presidentes constitucionales argentinos reelegidos”, Memorias de las XV Jornada de Investigación y Cuarto Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur, Facultad de Psicología-U.B.A., 2008, tomo II, pp. 81-83.
53   Para un análisis del mesianismo presente en la discursividad menemista y su diferencia con la sostenida por el también dos veces presidente de la Nación Hipólito Yrigoyen, véase Rubén LASSO, “Construcción de liderazgo y actitud mítica…” cit.
54 Las prácticas políticas durante la gestión Carlos Saúl Menem, que pesaron mucho en el funcionamiento de las
relaciones al interior del partido gobernante y en su estilo de gobierno, fueron atribuidas a su cultura materna. Sin embargo, varias de ellas, como la concentración del poder, el nepotismo, la fastuosidad, el personalismo, la circulación de mujeres o la corrupción son características que pueden observarse en casi todos los dictadores latinoamericanos sin que pueda establecerse conexión fundamental con esa raíz cultural; por lo tanto, la identificación de esas características con el aérea cultural de medio oriente debería ser considerada una representación social.
55 La pareja Marechal-Borges fue presentada por presentada por Carlos Saúl Menem como ejemplo de la dicotomía pueblo-oligarquía, o como sostuvo Bárbaro, uno de sus funcionarios, “es como una metáfora del acuerdo entre el trabajo y el capital” -Julio BÁRBARO, Página/12, 3 de septiembre de 1989. Sin embargo, tal oposición es desmentida por Taffetani, pues ambos escritores mantuvieron estrechos vínculos; de haber querido establecer confrontación socioeconómica real, considera que debió oponer Discépolo a Borges. Oscar TAFFETANI, “Menemismo y Cultura”, Oscar MARTÍNEZ, Atilio BORÓN, Eduardo GRÜNER [et. al.], El menemato, Radiografía de dos años de Carlos Menem, Buenos Aires, Letra Buena, 1991, pp. 249- 250.
56 Tres meses después de asumir, el 7 de octubre de 1989, Carlos Saúl Menem firmó un primer grupo de decretos de indulto (Números 1002 a 1005) que beneficiaron a los jefes militares procesados y no beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, a los líderes y miembros de grupos guerrilleros acusados de subversión, a los carapintadas de Semana Santa y Monte Caseros de 1987 y de Villa Martelli de 1988 y a los miembros de la Junta de Comandantes condenados por la guerra de las Malvinas. El segundo grupo de indultos (Números 2.741 a 2.746) del 29 de diciembre del año siguiente se diferenció de los anteriores porque benefició a sujetos particulares.
57   Con el propósito de resolver el conflicto limítrofe con Chile en relación con el canal de Beagle, heredado   del período militar, el gobierno de Raúl Alfonsín firmó un acuerdo en Ciudad del Vaticano el 24 de enerode 1984, pero como carecía de mayoría en el Senado decidió realizar una consulta popular no vinculante,  en la cual la ciudadanía optó por la paz, debido en parte a la buena campaña de publicidad realizada por el gobierno.
58 Un ejemplo de enmascaramiento del neoliberalismo utilizando como excusa fortalecer el federalismo fue la transferencia que realizó el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación de las instituciones educativas de los niveles secundario y terciario que aún estaban a su cargo -el nivel primario había sido “federalizado” durante la aplicación del mismo modelo económico durante la dictadura última militar. Asimismo, la Ley Federal de Educación N° 24.95 de abril de 1993, que proponía regular los problemas generados entre las jurisdicciones educativas, había sido elaborada a partir de recomendaciones del Banco Mundial. Sobre estos temas véase: José Luis CORAGGIO y Rosa María TORRES, La educación según el Banco Mundial. Un análisis de sus propuestas y métodos, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1997; y, Las reformas educativas en los países del cono sur. Un balance crítico, Buenos Aires, Clacso, 2005, pp. 95-120.
59 El líder del justicialismo ocupó la primera magistratura del país por el sufragio popular en tres ocasiones: 1946-1952, 1952-1955 y 1973-74. La interrupción de los últimos dos períodos obedeció a distintas causas: su derrocamiento por los militares en 1955 y a su fallecimiento en 1974.
60 La ausencia de presentar un “nosotros” definido debido a la fragmentación social es una hipótesis de Ricardo SIDICARO, La crisis del Estado y los actores políticos y socioeconómicos en la Argentina (1989-2001), Buenos Aires, Eudeba, 2003, p. 59.
61 Respecto de los doce elementos véase Rubén Francisco LASSO y Marta Ángela CAMUFFO, “La
democracia…” cit.
62 Se sigue la distinción clásica de destinatarios. Aunque, por la transmisión directa del discurso mediante la radio y la televisión, tal diferenciación se encuentra, en la actualidad, desdibujada.
63  La sucesión presidencial es ordenada y,  hasta ese momento, sin conflicto con su antecesor. Asimismo, a  partir de 2003 se produce un repliegue del accionar de las organizaciones piqueteras, que descomprimieron el clima de tensión social. Respecto de las organizaciones obreras y los movimientos piqueteros véase Daniel CAMPIONE, “’Reaparición obrera’ en Argentina a partir de 2004”, Margarita LÓPEZ MAYA, Nicolás Íñigo CARRERA y Pilar CALVEIRO, Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes en América Latina, Buenos Aires, CLACSO, 2008, p. 288.
64     De acuerdo con datos del INDEC, en el año 2003 se evidenció una recuperación económica que generó     un descenso de la inflación al 4% mensual, un aumento de la suma salarial fija y un descenso de los conflictos obreros: INDEC-Instituto Nacional de Estadísticas y Censos-, Serie histórica Índice de Precios al Consumidor, 2005, www.indec.gov.ar.
65 Por menemato se hace referencia a la década de gobierno de Carlos Saúl Menem (1989-1999), “considerada
como bloque histórico de poder”, tal como lo plantean Santiago SENÉN GONALÉZ y Fabián BOSOER, El sindicalismo en tiempos de Menem, Buenos Aires, Corregidor, 1999, p. 11, nota 2.
66 La falta de independencia del poder judicial respecto del ejecutivo durante los dos mandatos de Carlos Saúl Menem fue denunciada por Fernando de la Rúa, pero durante el gobierno del líder radical se cuestionó la presión realizada por el poder ejecutivo respecto del legislativo, especialmente por la acusación, que la que fue objeto el presidente, de querer comprar los votos de varios legisladores para que aprobaran un reforma laboral, situación que generó la renuncia del vicepresidente de la Nación, Carlos “Chacho” Álvarez y el inicio de una causa judicial que aún sigue pendiente de resolución.
67  El momento culminante del proceso puede ubicarse con los sucesos de los días 19 y 20 de diciembre de  2001. Para un análisis de los movimientos populares se recomienda R. ZIBECHI, Genealogía de la revuelta. Argentina: la sociedad en movimiento, Buenos Aires, Letra Libre, 2003.
68  El fin de milenio se caracterizó por la reactivación de las relaciones de interacción y conflicto entre la memoria y la historia. Sobre el tema de la memoria véanse, texto clásico de Pierre NORA (dir.). Les Lieux de Mémoire. París: Gallimard, 1984-1993, 3 Tomos en 7 volúmenes. Para el caso argentino y en particular en relación con los desaparecidos se recomiendan las publicaciones y páginas web de la Comisión Provincial por la Memoria, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y Memoria Abierta, y S. GUELERMAN, (comp.), Memorias en presente. Identidad y transmisión en la Argentina posgenocidio, Buenos Aires, Norma, 2001.
69 Néstor Kirchner, con el Frente para la Victoria, obtuvo solamente el 22,24 % del caudal de votos, mientras que Carlos Saúl Menem, con el Partido Justicialista, el 24,45 %. Al no lograr ninguno el 45 % y existiendo una diferencia de al menos 10 puntos con los otros candidatos, correspondía entre los dos primeros realizar el ballotage, de acuerdo con los artículos 94 y 96 de la Constitución Nacional. Al no presentarse Menem a esa instancia, Kirchner resultó electo presidente por aplicación del artículo 155 del Código Electoral Nacional.
70 En la primera fecha, Perón venía del cuartel, en la segunda de exilio. Respecto del modelo de llegada véase Silvia SIGAL y Eliseo VERÓN, Perón o muerte… cit.
71 También intenta alejarse de otras mujeres “portadoras de apellido” que tuvieron mal desempeño en política como, por ejemplo, María Julia Alsogaray. Respecto a María Estela Martínez véase Rubén FranciscoL  ASSO y Marta Ángela CAMUFFO, “Liderazgo y actitud mítica en figuras femeninas presidenciables del peronismo”, Memorias de las XIV Jornadas Nacionales de Investigación en Psicología - Tercer Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur, Buenos Aires, Facultad de Psicología-UBA, 2007, Tomo II, 119-121.
72 En ocasión del Congreso Nacional del Partido Justicialista, celebrado el 27 de marzo de 2007 en Parque
Norte, Cristina Fernández expresó: “pienso que mi partido también debe dejar de darles lugar únicamente a las mujeres portadoras de marido. Necesitamos también que las compañeras que lleguen lo hagan no porque están junto a otros compañeros importantes sino porque son cuadros del partido”. Un ejemplo de esas mujeres con las que confronta porque “portan apellido” es Hilda “Chiche” González de Duhalde, la esposa del líder de la tendencia ortodoxa del Justicialismo, Eduardo Duhalde.
73    Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo fueron actores principalísimos desde fines de los años setenta     del siglo pasado. En el caso de Eva Perón, que murió en 1952, su vinculación con los setenta se debe a la recuperación de su figura por la organización armada Montoneros: “Si Evita viviera sería montonera”. Véase Silvia SIGAL y Eliseo VERÓN, Perón o muerte… cit.
74 En referencia a la formación de la Primera Junta de Gobierno el 25 de Mayo de 1810 en Buenos Aires.


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