*Docente en el Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González” y la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Introducción
La última dictadura militar supuso la
suspensión tanto del estado de derecho como
del ejercicio de la práctica política partidaria. Los políticos fueron
considerados por los uniformados como responsables de la crisis
económica y la violencia social,
que los últimos sostenían venir a resolver. En este sentido, los
miembros del nuevo régimen reactivaban en el imaginario colectivo el modelo
clásico instalado por ellos en el país, por el cual se atribuían el rol de
reserva moral de la República, una especie de meta-grupo social no contaminado
con la situación y sin intereses particulares,1 características opuestas a las que adjudicaban a los políticos.
Luego de los bíblicos siete años de
vacas flacas que duró la última dictadura militar, la recuperación de la democracia
se debió al fracaso del proyecto económico neoliberal, a la derrota frente a
Gran Bretaña en la guerra de las islas Malvinas y a la difusión masiva de los
crímenes cometidos, denunciados por distintos actores político-sociales desde el país como por los organismos
internacionales de derechos humanos. Pero, ¿cómo encarar la nueva etapa que se
iniciaba en la sociedad argentina?, ¿qué posicionamiento tomar frente a los
temas cruciales de la reconstrucción democrática?, ¿cómo encarar la relación
con las Fuerzas Armadas? y ¿cuáles eran las características y las necesidades
de esa sociedad de la que formaban
parte y a la que querían conducir? Tales interrogantes pueden develarse a partir los discursos de asunción de los
presidentes que lograron ser elegidos por la ciudadanía, luego del último
período dictatorial. Su análisis constituye el objeto de estudio de la presente
investigación. La misma centrará su atención en cómo influyeron las representaciones sociales en relación con la democracia.
Se sostiene como premisa que las representaciones sociales
pueden develarse de las expectativas y temores presentes en
los discursos presidenciales; que ellas están
condicionadas por el contexto histórico en el que se produce
la asunción a la primera magistratura del país; y que las mismas influyeron en la
elección de determinadas estrategias discursivas y argumentativas. La
transición de un período de facto a la democracia plena reclamó el desarrollo
de un entramado discursivo que les permitiera a los actores políticos
interesados en asumir la presidencia de la Nación resultar vencedores en la
contienda electoral. El estudio de esas matrices discursivas permitirá observar
cómo percibieron los mandatarios la sociedad y cómo las representaciones que tenían respecto
de ella desencadenaron su discurso público.
El concepto de transición fue conceptualizado por Guillermo O’Donnell “como el
intervalo que se extiende entre un régimen político y otro [delimitado] de un
lado, por el inicio del proceso de disolución del régimen autoritario, y del
otro, por el establecimiento de alguna forma de democracia…”2 Sin
embargo, varios investigadores en la década del
noventa observaron que un enfoque
político-institucional se mostraba
insuficiente y que era
necesario incluir al proceso de transición el cambio de modelo económico;3 idea que surgió en
ocasión de la crisis argentina de 1989 y que volvió a ponerse
en evidencia en la acaecida en 2001, similares a las que
acontecieron en otros países de la región. Así, y a diferencia de la idea sostenida
por el prestigioso politólogo argentino, se piensa que debe replantearse la noción misma de transición, incluyendo al institucional
los aspectos económico y jurídico. El último se propone agregar en este
trabajo, pues se considera que la transición
no concluye cuando asume un presidente por el voto popular ni porque se
aplique una economía de desarrollo e inclusión social sino, también, cuando la
Constitución regule las relaciones
sociales y, por lo tanto, los hechos
criminales cometidos por el Terrorismo de Estado se juzguen de
acuerdo a las leyes de la República, situación que aún no ha finalizado.4
También, la justificación del período
remite al concepto de democracia sostenido en
el trabajo, que incluye, entre otras características,8 la libertad
y el respeto por los derechos humanos.9 El pensamiento de los líderes
que debieron construir
un espacio democrático, en el sentido
aludido, luego de los años sombríos de la última
dictadura militar será puesto en evidencia a partir del estudio de fuentes primarias. El corpus documental10 estará compuesto
por los discursos de asunción a la primera magistratura de los
mandatarios elegidos por el voto popular: Raúl Alfonsín, 1983; Carlos Saúl Menem, 1989 y 1995; Fernando de la Rúa, 1999; Néstor Kirchner, 2003;
Cristina Fernández de Kirchner, 2007.11 La hermenéutica de los textos se realizará desde la
perspectiva histórica, teniendo en cuenta la teoría de las representaciones sociales
-creada por Moscovici
y enriquecida por Jodelet-,12 en el marco de la teoría de la argumentación –de acuerdo con
Plantin y con van Eemeren y Grootendorst-13 y el análisis crítico del discurso -desarrollado
por van Dijk, así como por Wodak y Mayer-14.15
El concepto de representación social
La influencia de Annales generó la utilización, durante décadas, de métodos que
permitían trabajar con datos homogéneos, repetibles y comparables a intervalos
regulares. Una historia cuantitativa que, finalmente, resultó incapaz de
explicar adecuadamente las creencias colectivas. La crisis que se generó dio
paso a una cuarta generación de Annales que
se centró en la historia social de las prácticas culturales.16 En este nuevo contexto y en el marco
de la interdisciplina, se hace presente el aporte de la psicología social –
incluso de la psicología histórica-, que se concreta en el concepto de representaciones sociales, entendiendo por ellas un conjunto de significaciones que delimitan las posiciones
que adoptan los individuos configurando una identidad social
que expresa los valores y las
necesidades del grupo al que esos individuos pertenecen, a la vez que otorga
significado a los actos sociales e
influye en sus comportamientos. De este modo, se alejan tanto del conocimiento
científico como de la realidad, siendo una estructuración significante que se convierte en real para esos individuos.17 Las
representaciones sociales se elaboran por medio de dos mecanismos: el de anclaje -situaciones sociales no
rutinarias que obtienen significado y se asimilan
al conjunto de creencias y valores preexistentes- y el de objetivación
-se seleccionan aspectos del objeto conceptual concretizándolos a un núcleo
figurativo y naturalizándolos.18
El concepto de representaciones sociales fue desarrollado por Serge Moscovici19 tanto para superar la escisión
entre individuo y sociedad, como para referirse a las interpretaciones de sentido común que
orientan las conductas de los individuos en el mundo social. Constituyen una
combinación de aspectos afectivos y cognitivos y, en general, suelen cambiar rápidamente, en un tiempo de corta
duración, a diferencia de las representaciones colectivas postuladas por Emile Durkheim
o de las mentalidades desarrolladas por Annales que lo hacen lentamente por ser
resistentes al cambio, más propias de la larga duración.20 En palabras de Denise Jodelet, “las mentalidades
comprometen el pasado y el tiempo largo, las representaciones el término corto
y un tiempo acelerado, incluso precipitaciones coyunturales en razón de los
medios de comunicación contemporáneos”.21 En efecto, la
comunicación social y la interacción modelan las representaciones sociales que, implícitas para los individuos por carecer de conciencia de su existencia, son un conocimiento práctico que permite asumir nuevas situaciones y actuar sobre
otros miembros del cuerpo social. Constituyen conocimientos cotidianos en un
contexto histórico-social preciso.22Empero,
la mutabilidad de las representaciones sociales no impide
que algunas de esas interpretaciones sean persistentes al paso
del tiempo.
De acuerdo con Moscovici, en el proceso
de constitución de las representaciones operan tres fases: científica, representativa e
ideológica. La primera es la
representación construida a partir de un conocimiento científico; la segunda
surge por la difusión y transformación de ese saber por la sociedad;
y, la última fase consiste en su apropiación por una institución: escuela de pensamiento, partido político u
organismo del Estado.23 De este modo, la visión particular de la sociedad
sostenida por un sujeto se construye a partir de las
representaciones sociales, debido a su pertenencia a una época y comunidad
determinada. Así, actúa y valora, comprende
y juzga según patrones que lo exceden,
surgidos de procesos colectivos. Constituyen para Jodelet un conocimiento socialmente elaborado y compartido que informa acerca del estado
de la realidad;24 conformadas, además, por construcciones simbólicas que aportan elementos cognitivos,
proponen normas y permiten explicaciones de los objetos sociales. Son modelos
de pensamiento que se dan a través de la tradición, la educación y la
comunicación social. Las representaciones sociales se originan en el devenir de
las comunicaciones interindividuales que constituyen lo que denominamos
“sentido común”. Por eso, la consideración del otro con quien se interactúa
funda una relación dialógica;25 esta dimensión del discurso argumentativo se da
por la presencia de un alocutario a
quien convencer.26 Entonces, el discurso político no sólo permite saber qué
piensa el emisor, sino también qué imagen pretende dar de sí y ésta, más allá
de las características de personalidad, está en relación con representaciones
compartidas con la sociedad a la que
se dirige y a la que trata de persuadir, lograr su adhesión o minimizar su
rechazo.
Los códigos compartidos con los
receptores y las características de éstos como las del emisor –incluida su ideología- pueden
abordarse por medio
del análisis crítico
del discurso, el cual “se centra específicamente en las estrategias de manipulación, legitimación, creación de
consenso y otros mecanismos discursivos que influyen en el pensamiento (e indirectamente en las
acciones) en beneficio de los más poderosos”27.
Así, como reconoce Teun van Dijk, el análisis crítico del
discurso se conecta con la psicología cognitiva y social del lenguaje,
procurando develar cómo se influye en los receptores de un mensaje y qué efecto
concreto provocará el mismo. Ahí es donde reside la utilidad de las
representaciones sociales, pues para que un mensaje surta el efecto deseado
debe ser comprendido por la audiencia y esto se logra cuando
se comparte un universo de creencias
y concepciones acerca de la realidad; cuando la expresión estratégica de las
proposiciones de la argumentación son aceptadas o aceptables por los oyentes.
Los procesos mentales de los
usuarios del lenguaje son los que atribuyen significados al texto, por eso es
necesario clarificar las representaciones cognitivas de los receptores del discurso. Siguiendo a van Dijk, los modelos de contexto se basan en representaciones sociales o cogniciones
sociales y se manifiestan en las estructuras de las opiniones socialmente
compartidas.28 Los modelos y cogniciones sociales son la conexión entre
texto y contexto.29 Así,
una estructura argumentativa puede expresar una organización de conocimiento –
creencia- preexistente, que puede ser general o específica. El último caso se
denomina modelo y consiste en una
estructura de creencia subjetiva que se almacena en la memoria episódica; en
cambio, es general cuando la argumentación expresa estructuras de creencia
general y socialmente compartidas (guiones, actitudes, valores, normas, ideología).30 Además de las formas de pensamiento
“estructurales”, la argumentación natural incluye otras formas denominadas
“estratégicas” que son cogniciones de carácter específico. Los modelos comunicativos o de contexto son
esenciales en la argumentación porque aportan información sobre las creencias
que el oyente no tiene o aún no ha aceptado, así como sobre otras creencias
generales y específicas qué sí posee y permiten generar un vínculo emocional
con el emisor del discurso. De este modo, la posición social del locutor afecta
su posicionamiento argumentativo.
Así,
las funciones de la argumentación son esencialmente cognitivas. Utiliza estrategias
discursivas que se dirigen a reforzar o provocar cambios en el sistema de
creencias de los oyentes, a generar su
persuasión. El estudio de la argumentación, además de permitir develar el modo específico en que el emisor estructuró el texto y la índole
de las perspectivas respecto del receptor
-sea directo, indirecto o tercero excluido-, se dirige a la aceptación de un motivo por los
oyentes y los lectores, de una opinión evaluadora o normativa, creencia o acto
de habla del orador. Las representaciones sociales sostenidas por los
presidentes argentinos del período 1983-2007 en el momento de la asunción
pueden ser analizadas por medio de la enunciación. Estas son las que le generan
al locutor político empatía con el auditorio por ser compartidas con aquellos a
los que se dispone a dirigir, otorgando sustancia al texto político.
Las representaciones sociales de los presidentes argentinos (1983-2007)
Las representaciones sociales que
sostienen los presidentes de la Nación Argentina respecto de la sociedad que
los eligió pueden ser visualizadas a través de su discurso. El estudio de ellas permite explicar las diferencias
que manifiestan los mandatarios entre sí en el momento de asunción. Teniendo en
cuenta el acotado período de análisis de veinticinco años, su pertenencia a la
misma clase social y a ideologías diversas aunque no diametralmente opuestas,
sus divergencias remiten, antes que al partido de pertenecía,31 al contexto de producción y, por lo tanto, develan la mutabilidad de
las citadas categorías de análisis.
El texto evidencia una matriz
interpretativa32 que articula dispositivos discursivos, de orden lingüístico -referidos al uso
de la lengua en función de las condiciones de producción y los fines de la
comunicación- y de carácter argumentativo -vinculados a las múltiples formas
empleadas por los humanos para influirse mutuamente. El entramado discursivo
enlaza componentes específicos que derivan del horizonte de expectativas y
temores compartidos por los integrantes de la comunidad. Tales proyecciones de deseos y amenazas que se considera posee la sociedad
sostienen la argumentación, mediante dos instancias: una de carácter
programático -nacida de las expectativas- y otra de legitimación
–originada en las amenazas. La última instancia se
diferencia de la legitimidad puesto que la legitimación se asienta en la necesidad
del sujeto de justificar su triunfo ante quienes no lo votaron y desvanecer los
cuestionamientos que percibe de la audiencia, mientras que la legitimidad está
dada por el acto eleccionario.
El componente de legitimación presente
en las estrategias argumentativas del discurso de asunción de Raúl Alfonsín, del 10 de diciembre de 1983 ante la Asamblea Legislativa, se
sustenta en la figura de la legalidad constitucional,33 la cual se opone
al lexema “motín”,
en alusión al accionar de grupos de guerrilleros y de la élite, a quienes acusa indirectamente de propiciar los golpes de Estado.34 Así,
opone el concepto de “motín” a la elección realizada
por medio del “sufragio”, al que asigna, explícitamente, varias
acepciones a lo largo del discurso:
“posibilidad de que gobierne el pueblo y de que el Estado sea independiente”,
“regla para obtener legitimidad”, forma que tiene el pueblo “de elegir a sus
gobernantes y a sus representantes”,
“resolución pacífica de los conflictos” y “límite para los sectores
privilegiados”. Este último sentido se asienta en la creencia
de que “el método violento de las elites de derecha o de izquierda se justifica a sí
mismo con el triunfo definitivo y final, absoluto, de una ideología sobre otra
y de una clase sobre otra”. De este modo, Alfonsín consagra a la democracia35 como la única posibilidad para superar los turbulentos años setenta, pues preservar el
sistema republicano funda un orden justo basado en la conciliación de ieas y
clases, que persigue el bien común.36 Sin embargo, si bien el líder radical funda su discurso en la Constitución Nacional, no
hace mención a los artículos de la Carta Magna porque sostiene que la
“legitimidad de origen del gobierno democrático” la da el sufragio.37
El segundo dispositivo argumentativo del
texto, de carácter programático, se sustenta en la idea de construir la unidad
nacional que, fundada en la justicia, dará inicio a una nueva etapa, poniendo
fin a los enfrentamientos fratricidas del pasado, tanto cercanos como mediatos.
Con ese propósito, Raúl Alfonsín propone una tarea mancomunada para lograr
cimentar el futuro a partir del texto de la Constitución Nacional. Así, la
alocución se estructura oponiendo ideas: gobierno fruto del sufragio frente a
gobierno surgido de la violencia, en las que incluye
tanto a las elites de derecha como a las de izquierda: “minorías armadas que reemplazan la ley por las balas,
tanto a través
del guerrillerismo como a través del golpismo. Por eso, señalamos
categóricamente que combatiremos el método violento de las elites derechistas o
izquierdistas”. Su propuesta era, entonces, pasar del estado de guerra a un renovado contrato
social.38
El dualista marco interpretativo del presidente que opone
la democracia al autoritarismo coincide
con la representación social del contexto de emergencia.39
Un tercer componente es la independencia del Estado. Para lograrla, Alfonsín presupone tres condiciones: la movilización de la juventud, la moralidad de los dirigentes electos y la libertad frente a los poderes económicos, financieros o armados.
De esta manera
confronta con la dictadura, ya que durante esa época histórica las
características mencionadas estuvieron ausentes en el escenario nacional. Así
sostiene: “El régimen se ocupa de la desmovilización de la juventud
[…] La democracia atiende a la movilización de la juventud en torno de los problemas
generales y de sus problemas específicos”. También afirma que no “serviría el
sufragio, si luego los gobernantes, elegidos a través del voto, se dejaran
corromper por los poderosos”, y alude a que “las dictaduras de derecha fueron
“apoyadas por algunos capitales monopólicos”. Finalmente, refiere que,
independientemente de su signo, las elites por la vía violenta
pretendieron establecer “el triunfo final,
absoluto, de una ideología sobre otra, de una clase
sobre otra”.
Asimismo, Alfonsín critica la “justificación de los medios en función
de los fines [pues] implica
admitir la propia corrupción, pero, sobre todo, implica admitir que se puede
dañar a otros seres humanos”. Sin embargo, y a pesar de proponer
como meta “recuperar la vida, la justicia
y la libertad”, expresar “más que una ideología, una ética” y sostener que “no
se puede gobernar sin memoria” no manifiesta la necesidad de juzgar los
crímenes de lesa humanidad cometidos durante
la dictadura, seguramente porque hubiera sido tomado como opuesto a la “la unión nacional” que
proponía lograr -en especial teniendo en cuenta las características propias
de un discurso de asunción- y porque “aspira
a la coexistencia de las diversas
clases y sectores sociales, de las diversas ideologías y de diferentes
concepciones de la verdad”. Esa omisión y su intención de conciliación social
preanuncia las leyes que suspendieron el juzgamiento de los responsables de
esos actos.40Las estrategias discursivas de Raúl Alfonsín están en relación con el
dramático pasado inmediato que se propone superar, por eso el empleo de
verbos en tiempo futuro en la primera parte de su discurso. También utiliza el pronombre colectivo “nosotros”, en alusión a su pertenencia al partido radical:
“Venimos de un movimiento que no luchó en 1890 para
ser gobierno, porque eso hubiera implicado establecer el principio de que el
poder, como decían los guerrilleristas de hace diez o doce años, estaba en la
boca de los fusiles”. Así, busca tomar distancia de la participación del
radicalismo en los levantamientos contra el orden
establecido en la etapa de la República
Oligárquica.41 De todos modos, la referencia a la
“Revolución de 1890” y el posterior surgimiento de la Unión Cívica Radical
están asociados en el imaginario social con la defensa de la democracia: la representación social fue instalada, de manera principal
y sólidamente, por los textos escolares, en los que se asociaba el origen del
partido con un posicionamiento frente al unicato
juarista y a las componendas de los “notables”42 del siglo anterior. La alusión, asimismo, le permitía, aunque de forma implícita,
confrontar con los militares y las organizaciones armadas de filiación
peronista o de tendencia comunista del pasado inmediato que procuraban obtener el poder por medio de las armas,
para imponer su modelo de país, impedientemente de la voluntad popular.43
Al establecer su identidad partidaria se diferencia -por su historia, discurso y prácticas-44 del
otro partido mayoritario, el justicialista, al cual venció en la contienda
electoral. El triunfo del candidato radical ponía fin a un tiempo de media
duración signado por las victorias electorales del peronismo, representación
social que se fue gestando a partir de la década del cuarenta del vigésimo
siglo.45
Respecto del pasado, no justifica su decisión
ni menciona personalidades o sucesos históricos particulares, salvo la
alusión al año ya mencionado en el que se fundó la Unión Cívica.
La causa de soslayar la memoria histórica persigue el objetivo de
construir la unidad de la Nación, evitando identificaciones que fragmenten el
cuerpo social.46 En cuanto a la proyección de sus palabras
expresa: “los problemas que debemos
resolver son de nuestra época; los problemas que debemos prever son, a lo sumo, de las siguientes dos generaciones”;
cita de autoridad, que atribuye a Juan
XXIII.47 También alude a Juan
Pablo II, aunque sin nombrarlo: “toda inacción en política, como dijo al actual
pontífice, sólo puede desarrollarse sobre el fondo de un gigantesco
remordimiento”. Ambas referencias proponen generar empatía con el pueblo
argentino, mayoritariamente católico. De este modo,
la temporalidad del discurso de Raúl Alfonsín no se circunscribe al momento de la enunciación: se extiende en el tiempo
hacia el siglo pasado
y al futuro cercano y, por lo tanto,
de manera acotada y con límites bastantes precisos.
Por medio de otra estrategia discursiva,
Raúl Alfonsín se presenta como un ser que puede equivocarse: “Como hombres que
somos podremos equivocarnos al gobernar”. Al reconocerse falible se aleja de los liderazgos autoritarios que lo precedieron y que mostraban una seguridad en sus acciones, siempre
inconsultas: “Hemos vivido
con dolor el imperio de la prepotencia y la arbitrariedad”. De este modo se refiere
al contradestinatario, que se hace presente en el texto
de manera multifacética y por la utilización del plural, materializándose en varios sujetos
colectivos: “oligarquías”, “guerrilleristas”, “totalitarios”, que conforman la
categoría de oposición o enemigos de la Argentina. A diferencia de éstos usa el
acto de habla de la promesa y el plural: “no debemos fallar”; pero, de
inmediato, se niega a dar una imagen insegura de sí afirmando: “No fallaremos”,
en consonancia con el clima de optimismo esperanzado del momento.48 Así,
la última locución del discurso, “que así sea”,
49 refuerza la actitud
de esperanza que toda la sociedad ha depositado en el inicio
del nuevo
período democrático y que el presidente asocia
explícitamente con una “oración laica de modestos ciudadanos”.50
La alocución de asunción a la primera
presidencia de Carlos Saúl Menem, el 8 de julio de 1989, manifiesta el contexto
de emergencia: “la frustración y el desencuentro de las dos patrias”, en
alusión a los enfrentamientos recientes entre compatriotas y se refiere al
“país quebrado” a causa de la crisis económica: la hiperinflación desatada
hacia el final del gobierno de Alfonsín,
que generó saqueos en los principales centros urbanos y precipitó la entrega de
la conducción del país al candidato justicialista ya electo.51 Esos acontecimientos también influyen en
las estrategias discursivas del líder peronista, quien utiliza el tiempo verbal
futuro para tomar distancia del pasado inmediato, proyectándose hacia el
porvenir. También recurre al contexto de producción para mostrar una dicotomía
nacional que además de referir al presente remonta al pasado, confrontando
cinco parejas de próceres, pero no para ofrecer una mirada maniquea de la
historia patria que justifique el enfrentamiento sino para proponer
la superación de la segmentación que caracterizó a la
sociedad argentina. Al evitar nombrar a los opositores o a los causantes de la
crisis sortea la dimensión polémica y refuerza el llamado a la unidad.
Los destinatarios del discurso de
asunción Menem son múltiples, como suele suceder en este tipo particular de
texto. Así, en el inicio de su alocución se dirige los receptores explícitos
inmediatos, específicos del ámbito en el cual se desarrolla la ceremonia, los
miembros del “Honorable Congreso de la Nación”, incluyendo a continuación a
otros actores políticos presentes, “Excelentísimos Señores Jefes de Estados”.
Ambos vocativos cumplen la función de refuerzo del emisor: los primeros son
quienes certifican el rol que está por asumir –la primera magistratura del
país- y los segundos participan como testigos del acto, a la vez que le
permiten establecer una identificación con él por el cargo que ejercen.
Posteriormente, amplía los receptores al aludir a otros dos colectivos:
“Hermanos y hermanas de todas las naciones. Pueblo
de mi patria”. Con el tercer vocativo
abandona el tono protocolar y, al igual que con el segundo, excede
el ámbito nacional
proyectándose al mundo y
evidenciando el componente mesiánico de su discurso.52 Finalmente,
al aludir a la expresión genérica
“Pueblo de mi patria” aparece el destinatario positivo, que involucra tanto al sujeto partidario como
al que no lo votó, activando las dimensiones de refuerzo y percepción, respectivamente.
Indirectamente, con el lexema “pueblo” circunscribe su alocución, sin ingresar
en la dimensión polémica, fortaleciendo su propósito conciliador.
Los rasgos de personalidad del hablante
se manifiestan inmediatamente iniciado el discurso en el personalismo de la
primera persona más el verbo volitivo “quiero”: “Ante la mirada de Dios y ante
el testimonio de la historia yo quiero proclamar: Argentina, levántate y anda”. De nuevo se hace presente
el componente mesiánico,53 que caracterizará el discurso de Menem. En efecto en varias ocasiones
a lo largo del texto repite la expresión:
“Argentina, levántate y anda”, asignándose el rol de Jesús e identificando al
país con el Lázaro bíblico, por uso del recurso de la personificación. Además
de la citada alusión bíblica, se evidencian referencias de carácter religioso:
“yo elevo mi corazón a Dios Nuestro Señor”; aparecen valores teológicos: “la
voz del pueblo, que siempre es la voz de Dios”, “la verdadera fuerza es siempre
la fuerza de la fe”; e incluso un estilo de escritura que se asemeja a una oración.
Así, en el discurso abundan
los lexemas reiterados, los cuales aparecen
tres y cuatro veces; ocho veces abusa de la repetición de oraciones que se
inician con el verbo en primera persona del singular
con sujeto tácito “pido”, y cierra la
alocución con “Una voz que hoy se alza como una oración,
como un ruego, como un grito
conmovedor: Argentina, levántate
y anda. Argentina, levántate y anda.
Argentina, levántate y anda”.
A diferencia de la “oración laica” de
Alfonsín, el innegable componente religioso de Menem apela a la convicción que tiene el locutor sobre la importancia de la fe cristiana en los
sectores populares. Considera
que tal recurso le generará
empatía con los destinatarios,
a la vez que le permitirá alejar las dudas que se tendieron sobre su religión,
especialmente teniendo en cuenta que procede de una familia musulmana, siendo
el único de sus miembros que modificó
su creencia convirtiéndose al cristianismo debido
a la necesidad de responder a los condiciones requeridas para ser presidente de la República establecidas por la
Constitución Nacional.54 Del mismo modo, las expresiones de raíz religiosa
le permiten reforzar en la audiencia
la idea directriz del discurso: mostrase como el sujeto capaz de poner fin a
“las dos patrias” y al enfrentamiento social; de superar las crisis económicas
periódicas; ser un mediador social y regenerador político, el Mesías que los conduciría a la Tierra
Prometida. La pretensión de sentirse un elegido de la Divina Providencia,
el pacificador elegido por Dios, lo lleva a presentar parejas de personajes
aparentemente opuestos que, en su discurso, se unen para superar la dicotomía existente
antes de él.55
Entre
los variados recursos
lingüísticos que utiliza
Carlos Saúl Menem para posicionarse como aquel que habría de
salvar al pueblo argentino de sus problemas están presentes los estereotipos coloquiales, que se hallan
al servicio de su afán repetitivo -por ejemplo, “hombre a hombre”. Utiliza el
tiempo verbal futuro, en su forma perifrástica “vamos a tener”, a la manera de
programa de acción. También presenta una polifonía generada por diversas fuentes enunciativas de modo
textual -Eva Perón, Leopoldo Marechal- y no textual -Jorge Luis Borges-
adueñándose de las palabras del Evangelio -tal como se analizó
antes- y tomando como propia una cita de autoridad que pertenece a Abraham
Lincoln, omitiendo la fuente: “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo”.
En la misma línea de Alfonsín, las estrategias argumentativas del discurso pronunciado por Menem proponen un llamado a la conciliación del pueblo argentino: “Se terminó el país
del `todos contra todos’, comienza el país de `todos junto a todos´” y a lo
nuevo: “Por eso, nuestro gobierno
es un gobierno de unidad
nacional”. Así, de manera implícita, preanuncia los indultos que beneficiarán a militares y civiles
comprometidos con delitos realizados durante
la dictadura militar
y los levantamientos carapintadas en contra de Alfonsín, como a los líderes y miembros de grupos
guerrilleros.56 El aspecto de la legitimidad descansa en
la expresión “plebiscito cotidiano”, procurando aprovechar una práctica
instalada por Alfonsín y a la vez
diferenciarse de su antecesor, quién sólo la utilizó para consultar a la población respecto del conflicto austral
con Chile.57 Vuelve a
apelar en los oyentes al contexto
de producción cuando manifiesta: “Esta inmensa emergencia nacional requerirá un
contacto directo con toda la población”, aludiendo, en la primera parte de la
oración, a los saqueos y actos de
violencia que se produjeron al finalizar la presidencia del líder radical, con
la que justifica, en la segunda, la práctica de la consulta popular.
En el mismo sentido, en el discurso de
asunción a su segunda presidencia, el 9 de julio de 1995, Carlos Saúl Menem
dirá que no alcanza con la “democracia representativa […] se exige en nuestros
tiempos que la democracia sea también participativa”, argumentación que reconoce las expectativas de la población y
la voluntad de la misma de un mayor protagonismo en la vida política. Asimismo,
propone como contenido programático “asegurar el federalismo […] que fortalece las
autonomías provinciales”, intentando alejar los temores instalados en la audiencia
de centralismo en la toma de decisiones, a la vez que pretende enmascarar bajo el rótulo de “federalismo” el achicamiento del estado que
había operado durante su primer mandato debido a la aplicación de un modelo económico neoliberal.58 También
en ese texto reconoce la importancia de la “estabilidad” económica,
pero por otro lado sostiene
la necesidad de un “crecimiento con justicia social”;
así se hace eco de las críticas
que ha recibido su política
neoliberal, intentado minimizar los temores del auditorio
y estimulando las esperanzas del mismo al inicio de su segundo
período presidencial. De este modo reconoce la necesidad que tiene la democracia de
participación popular y de desarrollo económico con inclusión social, o al menos se hace eco de la representación que sostiene la sociedad al respecto. A su vez, la mención de ambos presupuestos del sistema
político le permite anclar su mensaje con
el ideario peronista, minimizando los ataques que le realizaron, en especial dentro del partido, por
un posicionamiento radicalmente opuesto a las prácticas económico-sociales y político-
ideológicas desarrolladas por Juan Domingo
Perón en sus distintos mandatos
presidenciales: un modelo industrialista desarrollado con capitales nacionales que posibilitaba el pleno empleo, un protagonismo de los sectores
populares en la distribución del ingreso nacional
y un discurso antiimperialista que se traducía
en la instrumentación de una tercera posición.59 Las representaciones sociales
del contexto de emergencia guían
el discurso de asunción
a la primera magistratura del país de Fernando de la Rúa,
pronunciado ante la Asamblea Legislativa el 10 de diciembre de 1999, más que en
otros casos similares, haciéndose explícito cuando afirma: “es mi
responsabilidad interpretar la expresión del pueblo soberano”. Y a continuación
expresa: “Estoy convencido de que
su pronunciamiento no lo ha
determinado sólo una victoria electoral sino que es la expresión de un acto de
libertad que simboliza el anhelo de un cambio profundo”, fortaleciendo la
relación dialógica característica de este tipo de textos. También, pero de
manera implícita, retoma la representación clásica asociada al radicalismo: ser
el partido que se pronuncia en contra
de la tiranía; y, al hacerlo,
vuelve a recurrir
a la idea dicotómica autoritarismo-democracia, ya analizada en
su correligionario Alfonsín.
El contenido programático de la
alocución inaugural del líder radical es explícito: “Iniciamos un nuevo camino
[…] hacia una sociedad ética, solidaria y progresista”, de lo que se infiere que
las características opuestas son las que intenta erradicar con su acción de
gobierno, aunque elude confrontar con su antecesor en el cargo o los
funcionarios del gobierno de Menem, que socialmente son señalados como los
sujetos responsables del desarrollo de la corrupción en las esferas de poder
político y culpables de la ampliación de la brecha social. Es posible que su
omisión se deba a la necesidad de no generar un enfrentamiento con el partido
peronista, apelando a la unidad nacional. De igual manera que
hiciera Menem en el discurso de asunción a su segundo mandato reconoce los
resultados negativos del modelo económico, pero no propone políticas
alternativas, permaneciendo en el plano discursivo. También,
la consideración de las representaciones de la audiencia
–destinatario indirecto- se observa en las siguientes
oraciones del texto de Fernando de la Rúa: “Conozco profundamente a mi país y a nuestra gente. Y por eso sé del deseo profundo
de los argentinos de ser parte de un país decente, altruista y solidario”.
En los párrafos siguientes enumera
acciones del gobierno de Menem que son de conocimiento público y dan cuenta de
la mala administración de los recursos públicos.
Luego, enumera diversos
actores, especialmente aquellos
más perjudicados por las políticas económicas de su predecesor, al
que no menciona, eludiendo también a los representantes del poder económico
nacional y extranjero. Ante la referencia a la realidad: “la situación es grave”
sostiene la necesidad de “bajar el gasto”. Sin embargo, no ofrece propuestas para revertir los problemas, circunscribiendo el discurso a una
expresión de deseo.
En el cuerpo del texto, entre las
estrategias discursivas retoma al alocutario
específico: “Honorable Asamblea”. Asimismo, predomina la primera persona
del singular con menciones a la primera del plural, que se vuelve contundente
en la conclusión, al aunar el valor semántico del lexema “volver a afirmar” con
el tiempo futuro “reafirmaremos”. La percepción de una sociedad fragmentada
pudo conducir a evitar un “nosotros” definido.60 También,
se observa el uso del presente que atraviesa todo el texto, probablemente por
asumir su mandato sin una ruptura de la legalidad institucional. De este modo,
abundan los lexemas “convoco”, “vamos”, “tenemos”, “quiero”, que a su vez se
asocian a un voluntarismo carente de propuestas que caracteriza su discurso de asunción.
A diferencia de sus predecesores, Fernando de la Rúa tiene una concepción más amplia de la
democracia, resaltando especialmente las acepciones de “gobierno de la ley”, la
“regla de la mayoría” y la “independencia de poderes”.61 La última característica evidencia la
representación social asociada al gobierno de Menem: la violación de tal
principio por la subordinación el
poder judicial al ejecutivo. Por eso insiste sobre la ética como el problema
que debe enfrentar nuestro país: “Debemos movilizar esa enorme reserva moral
para que nos guíe hacia el futuro”.
Tal tarea lo motiva a convocar
a “amigos y adversarios”,
reclamando la unidad nacional. Y propone “un nuevo pacto entre la política
social y la política económica”, como dato esperanzador y confiado.
La solidez teórica y su conocimiento de
las representaciones sociales por parte de Fernando de la Rúa contrasta con una
discursividad caracterizada por el uso del lenguaje común y una marcada
actitud optimista que reemplaza a medidas concretas que reviertan la situación que denuncia: “Vamos a afrontar esta crisis con coraje”; “Los convoco a hacerlo”;
“A los que puedan más les pedimos un esfuerzo mayor”. Ante la pobreza de un
programa de acción preciso, el dispositivo programático de su discurso toma un
cariz puramente retórico que, sumado a su conocimiento del contexto de
emergencia y a la concepción más amplia de la democracia, ponen de manifiesto a
un líder teórico incapaz de trasmutar su adecuado análisis de situación en un
proyecto orgánico transformador, reduciendo su alocución a críticas que se
resuelven por decisiones que incumben al ámbito de la moral. Sin embargo,
ante la ausencia de propuestas específicas apela a “todos”, pues considera que “El problema es de todos. No se trata
del gobierno entrante o del saliente, del oficialismo o de la oposición.” La
ausencia de responsables contrasta con la gravedad de la situación del país,
que él mismo enuncia. Esta situación es generada porque Fernando de la Rúa se
encuentra en la disyuntiva de sostener aspectos
-como la paridad
monetaria- de un modelo
económico que sabe que no es el más adecuado por las consecuencias
socio-económicas que genera y su reemplazo
por una política diferente que revierta esos problemas. Dificultad que presagia un gobierno
vacilante y justifica la ausencia de propuestas concretas en el texto
presidencial.
El discurso de asunción a la primera
magistratura de la Nación pronunciado, el 25 de mayo de 2003, por Néstor
Kirchner se inicia formalmente aludiendo de manera explícita a los jefes de Estado y representantes extranjeros y continúa con los receptores
directos:
“los miembros del Congreso”. Focaliza, finalmente, en los
destinatarios indirectos por el ámbito de la alocución, las “ciudadanas y ciudadanos presentes, querido pueblo argentino”, dirigiéndose “a todos y a cada
uno de los argentinos”.62 La cuestión de género, propio del clima de época, conduce
a que el vocativo adquiera
la forma femenina
y masculina, siendo el primer presidente que tiene en
cuenta esta distinción; aunque ya se había manifestado de manera
incipiente en Menem –“Hermanos y hermanas”-, los ecos del lenguaje religioso son, en el dos veces
presidente, más evidentes que la voluntad de instalar la cuestión de género. Y, al igual que de la Rúa, Kirchner
emplea el tiempo
verbal presente por asumir su magistratura sin ruptura del régimen político
ni crisis social,63 y por una cierta
reactivación de la economía.64
El empleo de la lengua se aúna con las
estrategias argumentativas empleadas, cuyo sustento es el ejercicio de la
democracia –cita el artículo 93 de la Constitución nacional- y especialmente el
cambio de rumbo respecto del menemato65 y
su secuela, en referencia a de la Rúa, expresando: “El pueblo
ha marcado una fuerte opción por el futuro y el cambio”. Por eso, procura
diferenciarse de esos presidentes tanto por la “independencia de poderes”66 como en cuanto a la “libertad y respeto por los derechos
humanos”. En el mismo sentido, propone “construir políticas
de Estado a largo plazo para de esa manera crear futuro y generar tranquilidad”
y “un proyecto nacional que nos contenga”. Otro aspecto novedoso de su discurso
es la alusión a nuevos actores: “usuarios” y “consumidores”; y al “clientelismo político”, al que
considera “una tragedia cívica” que “no es producto de la asistencia social como gestión de Estado, sino de la
desocupación como consecuencia de un modelo económico”, buscando alejar los
temores de la audiencia en relación con ese aspecto.
La referencia a los derechos humanos no
está desarrollada explícitamente; se refiere
a ella cuando evoca la generación a la que pertenece, recordando las
atrocidades que la misma sufrió:
“Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me
sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no
pienso dejar en la puerta de entrada
de la Casa Rosada”. De este modo, introduce la imagen
que quiere dar de sí, la figura enunciativa del militante. La misma se ha
revalorizado a partir de la nueva etapa democrática y, en especial, desde la crisis del modelo neoliberal,67 con las movilizaciones populares, la
formación de asambleas barriales y los movimientos piqueteros. Otros
mandatarios también pudieron recordar un pasado de militancia, pero el contexto
de producción provoca su aparición ahora y no antes, fortaleciendo el proceso de identificación del presidente con su
audiencia, porque él es como la ciudadanía a la que dirige su discurso, un
sujeto que participa para cambiar la realidad.
En tal sentido, en el tercer
párrafo propone “construir prácticas colectivas de cooperación
que superen los discursos individuales de oposición”, haciéndose eco de las
acciones ya instaladas en el seno social que se cristalizaron en la formación
de grupos de autogestión ante la ausencia
del Estado, pero proponiendo el camino inverso,
el de recuperación del rol del
Estado y de la reinstalación de la modalidad de representación política. Así, al recordar los males de nuestro
pasado manifiesta que se llegó “al punto
de enfrentar seriamente a los dirigentes con
sus representados. Al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí”;
agregando, en otro momento: “Hay que conciliar a la política, a las
instituciones y al gobierno, con la sociedad” proponiendo superar la crisis de representación del contexto de emergencia. La figura presidencial y el rol del Estado son recuperados en su discurso,
y están ampliamente desarrollados en los aspectos
programáticos, que son más numerosos si se compara con sus predecesores.
Al recordar Néstor Kirchner a las
víctimas del Terrorismo de Estado revaloriza el rol de los jóvenes comprometidos con el quehacer
nacional e introduce el deber de la memoria –también propio del contexto de
producción-,68 tomando distancia de los mandatarios que evitaron revisar las leyes que
suspendieron los juicios por crímenes de lesa humanidad: “Llegamos sin rencores
pero con memoria” […] “vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la Justicia”.
Aquí, la mención al “sueño” –lexema que repite en varias partes del discurso-
alude a distintos momentos históricos: “de nuestros patriotas fundadores y de nuestros
abuelos inmigrantes y pioneros, de nuestra generación”;
así presenta la necesidad del cambio para lograr “una Argentina unida”,
“una Argentina normal”, “un país serio”, “un país más justo”.
Las estrategias discursivas y
argumentativas de Néstor Kirchner se articulan en el uso del colectivo “nosotros”,
aunque implícito: “[…] los convocamos a inventar el futuro”. De tal modo,
propone a los destinatarios sumarse a su proyecto político, ampliando la
convocatoria, especialmente si se tiene en cuenta el magro caudal electoral.69 Pero se opone a ese dato de la realidad cuando
expresa que “El 27 de abril, las ciudadanas y los ciudadanos de nuestro país,
en ejercicio de la soberanía popular, se decidieron por el avance decidido hacia lo nuevo, dar
vuelta una página de la historia”; sin embargo, si la gente hubiera querido el
cambio, Menem debería haber obtenido un caudal menor de votos que su
contrincante, situación que no se produjo. Corresponde recordar que Néstor
Kirchner llegó a la presidencia debido a que Menem decidió no presentarse a la
segunda vuelta, ante la posibilidad de que los partidos de la oposición le
negaran su apoyo. La afirmación del presidente se deriva, entonces, de su
percepción de las representaciones sociales del momento y no del dato fáctico
proveniente de las urnas.
La separación ideológica con sus
predecesores se refuerza con una referencia a la distancia espacial que tiene
con ellos cuando especifica su origen: “Venimos desde el Sur del mundo”,
volviendo a valerse del pronombre de primera del plural, también tácito e
inclusivo. En suma, Néstor Kirchner se muestra como el hombre nuevo que viene
de un lugar diferente que los demás gobernantes, para construir un porvenir
distinto, con nuevas prácticas y revalorizando la memoria social. Tal recurso
remite al modelo de llegada utilizado
por Perón tanto en 1943 como en 1973,70 estableciendo un nexo con el líder máximo de la
ideología política a la que adscribe.
De acuerdo con la versión de la Casa
Rosada, la alocución de Cristina Fernández de Kirchner del 10 de diciembre de 2007 se inicia con una respuesta: “Muchas gracias. ¡Viva, viva la Patria, viva, sí!”,
apelando explícitamente a la relación dialógica, la interacción discursiva, que
será una característica de su estilo político. La subjetividad del hablante,
acentuada por el empleo del pronombre de primera persona del singular, aparece
en el verbo de deseo “quiero” y en menor medida “creo”; aunque no está ausente
la expresión deóntica, incluyendo al auditorio, “debemos”. Se señala la escasa
relevancia otorgada a ciertos lexemas comunes en el discurso político -que en
general confronta con el pasado- por ejemplo “nuevo”, “futuro”, porque su
programa político se encuadra, en tanto continuación, en el de su predecesor
Néstor Kirchner.
El discurso de asunción de Cristina
Fernández introduce la cuestión de género desde un lugar distinto al de Kirchner,
por su pertenencia al sexo femenino, reconociendo que en
cualquier tarea que desempeñen a las mujeres les “va a
costar más”. Así, al referirse a los cambios
que deberá realizar
expresa: “sé que tal vez me cueste
más porque soy mujer”. Sin embargo, más que aludir al prejuicio
de género presente
en la sociedad, la nueva mandataria
evidencia una representación social que considera que debe desvanecer de su audiencia: la desconfianza que genera una mujer en el quehacer político.
Idea que remite, en especial, al desempeño de María Estela Martínez de Perón,
presidenta de la Nación Argentina en el
período 1974-1976.71 Y con la que tiene dos rasgos de similitud:
pertenecer al partido justicialista y
ser presidentas a continuación del mandato de su marido; aunque con la
diferencia que Martínez de Perón asumió a la muerte de su esposo por ser su
compañera de fórmula y, por lo tanto, vicepresidenta, mientras que Cristina
Fernández lo hizo también
por el voto popular pero en el período presidencial siguiente al de su cónyuge.
Debido al recuerdo social negativo
respecto de su predecesora en el cargo, no solo elude a la ex presidenta sino
que recurre a figuras emblemáticas positivas pertenecientes a su género: Eva
Perón, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo –a las que da el nuevo apelativo
“de la Patria”. Respecto de Eva
manifiesta que “tal vez ella se lo merecía más que yo”, de Madres y Abuelas
resalta su valentía: “se atrevieron donde nadie se atrevía y lo hicieron”. El
tono conmemorativo se cierra “con el ejemplo de ellas y también de nuestros
próceres, de Mariano Moreno, de San Martín y de Belgrano”.
Por ese motivo, la actual
presidenta del país insiste en fundar su legitimidad por varias vías, diferenciándose de su predecesora e intentando desvanecer las críticas de la oposición en relación con su designación
como candidata. Las formas argumentativas utilizadas son propias y refieren a los artículos 93 y 97 de la Constitución, al porcentaje de “más del 45%
de los votos válidos emitidos” y la mención
a su carrera política: “[...]
he pertenecido durante doce años a este Parlamento, he estado sentada
en esas bancas como ustedes
y con ustedes, como diputada y como senadora”. Su trayectoria le permite alejarse
tanto de María Estela Martínez
como de otras mujeres que ejercen un cargo político
por ser “esposas
de”.72 Una vez que ha satisfecho su necesidad de legitimidad y legitimación, Cristina
Fernández tiende un nexo con el pasado
inmediato, estableciendo la continuidad de proyecto político
al mencionar a su marido, a quien introduce
de dos maneras impersonales: como miembro del partido que gobernó previamente y al
que ella pertenece -“no les voy a decir lo que hemos hecho en cuatro años”- y de modo
repetitivo como “el presidente que está a mi izquierda”. El presente de la enunciación niega a Néstor Kirchner la calidad de mandatario saliente,
otorgándole actualidad y generando la idea de gobierno conjunto
que, justamente, es la
crítica que sostendrá la oposición, instalándose como representación social. La mención explícita del apellido de su cónyuge sólo tendrá lugar en la relación
de pertenencia con la “generación que creyó en ideales y en convicciones y que ni aún, ante el fracaso y la muerte”
perdieron “las ilusiones
y las fuerzas para cambiar el mundo”. Esta referencia
se podría sumar de manera
sugestiva con el lugar físico ocupado en el recinto por su marido en la ceremonia de asunción, “a la izquierda”, frase que es repetida en cuatro oportunidades y que puede remitir,
en una dimensión ideológica, a la utopía setentista. Así, de manera implícita, aludiendo a su generación y a quienes toma como ejemplo -Moreno,
Belgrano San Martín, Eva Perón,73 Madres y Abuelas
de Plaza de Mayo-, la mandataria revaloriza la participación
social encarnada en la figura de la militancia, conectando su discurso con el
de su marido y enlazando el tono conmemorativo con el épico.
El componente programático de su matriz discursiva resalta nuevamente
la idea de
continuar la labor de su predecesor, a la que califica como
“una construcción política, social y económica diferente” y que iniciada con
aquel “el 25 de mayo de 2003” tiene “en
las instituciones, en la sociedad, en un modelo económico de acumulación
con matriz diversificada e inclusión
social y nuestra inserción en el mundo, los cuatro ítems fundamentales”.
Revaloriza así, la idea de proceso y, también,
el diálogo, la memoria histórica, los derechos
humanos, la educación, la igualdad social
y la utopía; que confronta con las acciones del Congreso
Nacional de las décadas del ochenta y del noventa.
La proximidad temporal
con el bicentenario de la Revolución de Mayo74 la insta a resolver los juicios de “quienes fueron
responsables del mayor genocidio de nuestra historia”, para “reconstruir institucionalidad”, hacer justicia a las víctimas
directas e indirectas –a quienes menciona
explícitamente- y a las propias Fuerzas Armadas –“separar la paja del trigo”-,
a fin de lograr que “los argentinos podamos todos volver a mirarnos a la cara”.
No encara tal empresa como una labor individual sino conjunta en la que están
involucrados los tres poderes del Estado,
quienes ya han “derribado el muro de la impunidad” con “la anulación de las leyes de Obediencia Debida,
Punto Final e indultos […] aportando a la construcción del sistema democrático”. De
esta manera, Cristina Fernández permite cerrar el ciclo de transición
democrática al incluir en su discurso los aspectos institucionales, económico-
sociales y jurídicos.
Conclusión
La investigación demostró la necesidad
de ampliar la noción de transición a la
democracia, incorporando a los aspectos
político-institucionales los de carácter económico y judicial. Las crisis económico-políticas de 1989 y de 2001 pusieron de manifiesto que no
era suficiente considerar el traspaso
del poder que controlaban los militares a un presidente de la Nación elegido por el
voto popular y tampoco alcanzaba con incluir el período de inserción de los
uniformados a las pautas de la democracia; era imperioso tener en cuenta el
desarrollo económico, pues de otra manera no habría estabilidad política.
Asimismo, por ser fundamental para cerrar el proceso de transición, el trabajo consideró que era necesario agregar
el aspecto jurídico, debido a que la nueva sociedad democrática requería ser fundada en el respeto a las leyes.
El marco jurídico había sido violado no
sólo por el derrocamiento de un presidente constitucional, sino también porque
durante la dictadura
se cometieron crímenes
aberrantes que atentaban contra los derechos humanos de las víctimas.
Incluir el aspecto legal al concepto
de transición permite evitar la
impunidad, favoreciendo la reconciliación social a partir de la justicia y disuadiendo a los actores
sociales de realizar
de nuevas atrocidades. Solamente de ese modo se
podría afirmar Nunca Más poder sin ley, Nunca
Más estado de iniquidad.
Por eso, el trabajo analizó los
discursos de asunción a la primera magistratura de la República Argentina por el voto
popular entre 1983 y 2007, pues se consideró que, discursivamente, el proceso
de transición de la dictadura a la democracia iniciado por Alfonsín culmina con Fernández de Kirchner, cuando la
mandataria, además valorizar la importancia del sufragio y de la militancia
como lo hiciera el líder radical, manifiesta la necesidad de desarrollar un modelo económico
de acumulación con inclusión social y la
obligación de reconciliar a la sociedad juzgando a los
responsables de haber cometido crímenes de lesa humanidad.
El objetivo de reiniciar los juicios no
fue solamente castigar a los involucrados en
las violaciones desarrolladas durante el Terrorismo de Estado sino
liberar a los militares no implicados en ese accionar de la representación
social que los consideraba a todos ellos culpables -según se desprende del
texto de la primera mandataria. Se retomó, así, el proceso interrumpido por la
sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y el posterior indulto
a los militares que incurrieron en transgresiones a los derechos humanos, durante el funcionamiento del
Estado de Facto iniciado con el golpe de 1976. Además, la construcción de una sociedad
democrática luego de los fatídicos años de dictadura requirió, como también supuso Alfonsín en su discurso, tanto del
ejercicio del sufragio como del advenimiento de una nueva generación de jóvenes
que se interesaran por la política y participaran activamente del quehacer
nacional.
Se observó cómo las representaciones
sociales sostenidas por los mandatarios del actual período constitucional, en
tanto miembros de esa sociedad, desencadenaron la argumentación. Su estudio
puso de manifiesto la percepción de la realidad, los temores, las expectativas
y necesidades que sostenían los presidentes al inicio de su gestión. Tales tópicos fueron expresados por medio
de dispositivos discursivos y argumentativos, que se articularon conformando una matriz interpretativa que se estructuró de manera diferente
en cada líder político
de acuerdo con su ideología
partidaria, características de personalidad y, en especial, por el contexto de emergencia.
Los componentes programático y de
legitimación también se fundaron en las representaciones
sociales del contexto de producción: la idea de la democracia como panacea ante
los problemas éticos, económicos, sociales y políticos que generó la dictadura
militar, en Raúl Alfonsín; la necesidad de cambio económico y de armonía social
frente a la hiperinflación y la fragmentación social, en el primer mandato de
Carlos Saúl Menem y la corrección de los efectos sociales negativos de su
política económica, en su segundo período presidencial; el establecimiento de
principios morales frente a la corrupción política precedente, en Fernando de
la Rúa; la necesidad de recuperar el rol del
Estado y la democracia participativa ante la crisis
de representación política, en Néstor Kirchner; y
la continuidad de una economía de acumulación con desarrollo e inclusión y de reconciliación social por medio del
juzgamiento de los crímenes cometidos durante la dictadura, en Cristina
Fernández de Kirchner. También, los
discursos de asunción mostraron representaciones sociales más resistentes al
paso del tiempo: el radicalismo como alternativa frente al autoritarismo; la
existencia de dos tradiciones culturales y políticas
opuestas; o el deseo de cambio como remedio suficiente ante los problemas del
país. Y, en el caso de la actual
presidenta, la necesidad de desvanecer los temores entorno de una
representación social específica: la mujer en la actividad política. Para
lograrlo, la mandataria recurrió a su trayectoria en el ámbito político y a las
figuras emblemáticas de Eva Perón y de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a
la vez que evitó nombrar a la primera presidenta que tuvo la República
Argentina: María Estela Martínez de Perón.
Así,
el rol de las representaciones sociales en la construcción de liderazgos democráticos en la Argentina
contemporánea fue el de modelar el discurso presidencial. Los cambios en las
propuestas de los mandatarios acompañó la modificación de las representaciones
sociales. Por tal razón, se pasó de creer que era suficiente el cambio de
sistema político, a
reclamar un modelo económico de acumulación con inclusión y
el respeto de los derechos humanos
violados, aspectos que también reclamaron una transformación de la noción de transición
a la democracia.
Notas
1 Silvia SIGAL y
Eliseo VERÓN, Perón o muerte. Los
fundamentos discursivos del fenómeno peronista,
Buenos Aires, Legasa, 1986.
2 Guillermo O’DONNELL, Phillipe
SCHMITTER y L. WHITEHEAD (comps.), Transiciones
desde un gobierno autoritario, Buenos Aires, Paidós, 1988, vol. 4, p. 19.
El concepto de transición asociado al cambio institucional fue sostenido por
varios investigadores, entre ellos: Juan Carlos PORTANTIERO, “La democratización del Estado”, Revista Pensamiento Iberoamericano, N°
5, Buenos Aires; Carlos FLORIA, “La transición hacia la democracia pluralista”,
Julio PINTO (comp.), Ensayos sobre la
crisis argentina, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1988, tomo
II; Ernesto LÓPEZ, Ni la ceniza ni la
gloria. Actores, sistema político
y cuestión militar
en los años de Alfonsín,
Bernal, Universidad Nacional
de Quilmes, 1994.
3
La necesidad de incluir en el concepto de transición a la democracia a la economía fue sostenida por diversos
investigadores: Juan Carlos PORTANTIERO, “Revisando
el camino: las apuestas de la democracia en Sudamérica”, Revista Sociedad, N° 2, Facultad
de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 1993; Juan Carlos TORRE, “América
Latina, el gobierno
de la democracia en tiempos
difíciles”, Serie documentos de trabajo del Instituto
Torcuato Di Tella, N° 122, Buenos Aires, 1994. Portantiero mutó de la posición
institucionalista de 1984 a la que incluía la económica en 1993.
4 Se sigue el pensamiento clásico de
Aristóteles que concibe a la democracia como el gobierno de la ley
(ARISTÓTELES, Política, Madrid,
Alianza, 1995) y el de Arendt cuando sostiene que “En el Gobierno
constitucional las leyes positivas están concebidas para erigir fronteras
y establecer canales
de comunicación entre los
hombres cuya comunidad resulta constantemente amenazada por los nuevos hombres
que nacen dentro de ella” y que “las
fronteras de las leyes positivas son para la existencia política del hombre lo
que la memoria es para su existencia
histórica: garantizan la preexistencia de un mundo común, la realidad de una
continuidad que trasciende al espacio de vida individual de cada generación”
(Hannah ARENDT, Los orígenes del totalitarismo. 3 Totalitarismo, Madrid, Taurus,
1998, p. 373). Y, también cuando
afirma que “Los hombres son incapaces de perdonar aquello que no pueden
castigar”: Hannah ARENDT, The human Condition, Chicago, University
of Chicago Press, 1958, citada por Lawrence WESCHLER, A Miracle, A Universe, New York,
Pantheon Books, 1990, p. 245.
5 Por culminar se
entiende más elevado, sobresaliente y
no como final, acepción errónea pero
habitual en la
que es utilizado el término.
6 Adam PRZEWORSKI, “Democracy as a Contingent Outcome
of Conflicts”, John ELSTER and Rune
SLAGTAD (eds.) Constitutionalism
and Democracy, Cambridge, Cambridge University Press, 1985, p. 66.
7 Tal
como lo proponen: Manuel GARRETÓN, Del
autoritarismo a la democracia política: ¿una transición a reinventar?, Santiago
de Chile, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 1990, pp. 10-13; y, Marcelo CAVAROZZI, “Beyond Transitions to Democracy in Latin America”, Journal of Latin American
Studies, n° 24, 1992, p.
668.
8 Los
elementos que componen el concepto actual de democracia son analizados en Rubén
Francisco LASSO y Marta Ángela CAMUFFO,
“La democracia según los presidentes argentinos de la actual etapa del Estado
de derecho”, Memorias
de las XV Jornada de Investigación y Cuarto Encuentro
de Investigadores en Psicología
del Mercosur, Facultad de Psicología-U.B.A., 2008, tomo II, pp. 84-85.
9 La inclusión de los derechos humanos al concepto
contemporáneo de democracia es sostenida por FREEDOM
HOUSE, Democracy is century.
A survey of global political
change in the 20th century,
New York, Freedom
House, 1999.
10 Los discursos de los presidentes
Raúl Alfonsín, Carlos Saúl Menem y Fernando de la Rúa han sido tomados de
Luciano DE PRIVITELLIO y Luis Alberto ROMERO, Grandes discursos de la Historia Argentina, Buenos Aires, Aguilar,
2000, pp. 396-402, 426-435, 437-440; el de la segunda presidencia de Menem fue
tomado de La Prensa del
9 de julio de 1995; el de Néstor Kirchner de República Argentina, Dr. Néstor Kirchner: Mensaje Presidencial a
la Honorable Asamblea, 25 de mayo de 2003; y el de Cristina Fernández de
Kirchner del sitio oficial http//www.casarosada.gov.ar,
consultado el 26 de febrero de 2009.
11
No se han tenido en cuenta a los presidentes que asumieron producto de
la crisis política desencadenada por la renuncia
al cargo de presidente de la Nación por de la Rúa: Puerta, Rodríguez
Saá, Camaño y Duhalde. La decisión de excluirlos del trabajo se debió a que su asunción no fue decidida
por el voto de la ciudadanía sino por el Congreso Nacional a causa de
la situación de acefalía. Respecto del Duhalde, véase Rubén Francisco LASSO y
Marta Ángela CAMUFFO, “Las representaciones sociales en los discursos de los
presidentes constitucionales argentinos (1983-2007)”, Memorias de las XVI Jornadas Nacionales de Investigación en Psicología - Quinto Encuentro de
Investigadores en Psicología del Mercosur, Buenos
Aires, Facultad de Psicología-UBA, 2009, Tomo
II, pp. 121-122.
12 Serge MOSCOVICI, “Why a theory
of social representations?” K.
DEUAX and G.
PHILOGENE (eds.), Representations of the social, Oxford,
Blackwell, 2001. Denise JODELET, “Pensamiento
social e historicidad”, Relaciones,
vol. XXIV, 2003, pp. 99-113.
13 Christian PLANTIN, L’argumentation. Histoire, theories et
perspectives, Paris, PUF, 2005.
Frans VAN EEMEREN y Rob GROOTENDORST, A systematic theory of argumentation, Cambridge, University Press,
2004.
14 Teun A. VAN DIJK (comp.), Estudios del discurso, 2 vol.,
Barcelona, Gedisa, 2000. Teun A. VAN DIJK, Dominación
étnica y racismo discursivo en España y América latina, Barcelona, Gedisa,
2001. Ruth WODAK y Michael MAYER, Métodos
de análisis crítico del discurso, Barcelona, Gedisa, 2003.
15 Un marco teórico y metodológico
diferente es el propuesto por Victor ARMONY, Représenter la nation: le discours présidentiel de la transiton
démocratique en Argentine, Montréal, Balzac, 2000.
16 Respecto de la historia de las prácticas
culturales: Roger CHARTIER, El mundo como
representación.
Historia cultural:
entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa, 1995.
17 Denise JODELET, “Représentations
sociales un domaine en expansion”, Denise JODELET (coord.), Les représentations sociales, Paris,
PUF, 1989.
18 Los procesos enunciados son
desarrollados por Serge MOSCOVICI, “Why a theory of social representations?”…
cit.
19 En 1976 Moscovici realizó su aporte
teórico en relación con el concepto de representaciones
sociales: Serge MOSCOVICI, Social
influence and social change, London, Academic Press, 1976.
20 Las representaciones colectivas de
Emile Durkheim refieren a formas de conciencia social que se desarrollan
lentamente, al igual que las mentalidades y, a diferencia de estas últimas, las representaciones sociales
no proponen identificarse con las formas
de pensar de una época
o sociedad, pues cambian más rápidamente que aquellas.
21 Denise JODELET, “Pensamiento social …” cit., p.
108.
22 Denise JODELET, “Pensamiento social …” cit.
23 Serge MOSCOVICI, “The phenomenon of
Social Representations”, Serge MOSCOVICI, Explorations
in Social Psychology, New York, University Press, 2001, pp. 18-77.
24 Sobre este tema se recomienda Denise JODELET,
“Représentations sociales…” cit.
25 El concepto de relación dialógica
es ampliado en la obra de Mijail BAJTÍN, Estética
de la creación verbal, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.
26 Los procesos de persuasión y
convencimiento del auditorio son desarrollados por Marc ANGENOT, La parole parrohletaire, París,
Payot, 1982.
27 Teun A. VAN DIJK, Racismo y análisis crítico de los medios, Barcelona,
Paidós, 1997, p. 17.
28 Sostiene van Dijk (Idid., p. 39)
que cuando “las cogniciones sociales acerca de los distintos grupos sociales son parecidas, podemos entonces
decir que están controladas por los mismos patrones de interpretación
fundamental, es decir, por la misma ideología”.
29 Ibid.,
p. 40.
30 Ibid.,
p. 209.
31 Los mandatarios del período eran
afiliados y, por lo tanto, participaban de las ideas de alguno de los dos
partidos más populares de la Argentina: Alfonsín y de la Rúa pertenecían al
radicalismo, mientras que Menem, Kirchner y Fernández de Kirchner adscribían al
peronismo.
32 Con tal nombre se hace referencia
a la matriz discursiva, una
estructura que organiza datos diversos, estableciendo regularidades, y que, a
la vez, es una grilla interpretativa de los contenidos de carácter social.
Véase Jean-Claude BEACCO, La rhétorique
de l´historien. Une analyse linguistique de discours, Berna, Peter Lang,
1988, p. 37.
33 La mención de los artículos constitucionales
referidos a la elección presidencial serán citados en su discurso
de asunción por mandatarios posteriores a partir de
Kirchner.
34 En su campaña presidencial, Alfonsín había
denunciado el pacto militar-sindical que
gestaban los líderes del
peronismo.
35 El concepto de democracia no es
unívoco sino polisémico. En un estudio realizado por Lasso y Camuflo se detectó
que, de las doce características que se integran
el concepto contemporáneo de democracia, la regla de
la mayoría fue el ítem más representativo en el discurso
de Raúl Alfonsín -43,48% sobre
el total de variables.
Respecto del concepto de democracia y su presencia en los discursos
presidenciales del período 1983- 2007
véase Rubén Francisco LASSO y Marta Ángela CAMUFFO, “La democracia según los
presidentes argentinos de la actual etapa del Estado
de derecho”, Memorias de las XV Jornada de Investigación y Cuarto
Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur, Facultad
de Psicología-U.B.A., 2008,
tomo II, pp. 84-85.
36 Para una mirada distinta a la de
Raúl Alfonsín, que considere a la violencia como sustento de la política, se recomienda: Michael FOUCAULT,
Genealogía del racismo, Madrid, La Piqueta, 1992 y Walter BENJAMIN, Para una crítica de la violencia y otros ensayos, Madrid, Taurus, 1991.
37 Se confirma así la apreciación de
Benbenaste, quien consideró que para los afiliados a la Unión Cívica Radical “la democracia es verbalizada como
participación mediante el ejercicio del voto”. Narciso BENBENASTE, La madurez política en el argentino,
Buenos Aires, Eudeba, 2003, p. 138. Representación que, sin dudas, descansa en
la concepción del dirigente radical quien, a su vez, abreva en el ideario
partidario: desde su inicio, la Unión Cívica Radical abogó por el
antiacuerdismo y la pureza del sufragio.
38 González Bombal considera que en la elección de
Raúl Alfonsín la sociedad no votó contenidos precisos sino
la reinstauración “de un pacto vinculante fundado en el derecho”. Inés GONZÁLEZ
BOMBAL, “1983: el entusiasmo democrático”, Ágora,
año 3, N° 7, 1997, p. 150.
39 Para profundizar la perspectiva
dualista de ese momento se recomienda Hipólito SOLARI YRIGOYEN, “Antidemocracia y democracia en la Argentina, Sadl SOSNOWSKI, Representación y reconstrucción de una
cultura: el caso argentino, Buenos Aires, Eudeba, 1988, pp. 19-26. Y para
un estudio general del dualismo cultural en la sociedad argentina, Carlos ALTAMIRANO, “Las dos Argentinas”, Peronismo y cultura de izquierda, Buenos
Aires, Grupo Editor, 2001, pp. 27-38.
40 Luego de haber iniciado su mandato,
el 15 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín aprobó el decreto 187 que disponía constitución de la CONADEP (Comisión
Nacional sobre la desaparición de Personas) para recopilar
denuncias –expuestas en el texto Nunca Más, publicado
en 1984- que sirvieran de sustento a los juicios
contra los responsables de haber cometido delitos de lesa humanidad.
Pero, aún antes de la presión militar que desembocó en la conclusión de los
juicios contra los responsables del terrorismo de Estado, por la sanción de las
leyes de Punto Final (N° 23.492 de 1986) y de Obediencia Debida (N° 23.521 de
1987), Alfonsín había anticipado en 1984 su voluntad de reducir “el peso ejemplificador de la ley” sobre quienes
habían dado las órdenes o se
excedieron en su cumplimiento. Véanse el Proyecto del Poder Ejecutivo para
modificar el Código de Justicia Militar (Ley
23.049) en el Diario de Sesiones de
Cámara de Diputados del 5 de enero de 1984 y el discurso de Raúl Alfonsín
publicado en La Nación, el 14 de
diciembre de ese mismo año.
41 En 1890 el radicalismo no participa como partido
político en el levantamiento de ese año, pues la creación
de la Unión Cívica Radical tiene lugar en 1891, pero sí protagoniza los
levantamientos contra el gobierno nacional de 1895 y 1905. Luego candidatos del
partido alcanzan el poder por la vía constitucional en 1916, 1922 y 1928; pero el último período
fue interrumpido por un golpe militar en 1930. Después, los radicales colaboran
en el derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955, aunque no de manera
explícita. Posteriormente, el radicalismo, ya fracturado y con el peronismo proscripto, regresó al poder en 1958 –Unión
Cívica Radical Intransigente- y en 1963 -Unión
Cívica Radical del Pueblo-, gobiernos
que fueron derrocados en 1962 y 1966,
respectivamente. Finalmente, vuelve a ser gobierno con Raúl Alfonsín.
42
Por unicato se entiende al
estilo de gobierno presidencialista que afecta la relación entre los poderes y las
prácticas electorales. Asimismo, tal concepto incluye el hecho de que el
presidente de la República es, al
mismo tiempo, el jefe/presidente del partido político al cual pertenece. Para
el funcionamiento de la democracia
durante el régimen oligárquico se recomienda Natalio R. BOTANA, El orden
conservador. La política argentina entre 1880 y 1916, Buenos Aires,
Sudamericana, 1994. Sin embargo, el unicato
no desapareció de la vida política argentina luego de la sanción de la ley
Sáenz Peña en 1912 que modificó las
prácticas electorales, permaneciendo vigente, al menos parcialmente, en muchos
de los mandatarios argentinos, hasta la actualidad.
43 El accionar de diversas
organizaciones armadas de distinto signo político caracterizó la vida política argentina en la segunda mitad del
vigésimo siglo, destacándose entre las de tendencia comunista el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo)
y Montoneros entre las de filiación
peronista. Un análisis de las distintas organizaciones puede encontrarse en
Eduardo ANGUITA y Martín CAPARRÓS, La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la
Argentina (1966-1973), Buenos Aires, Norma, 1998. Richard GILLESPIE, Soldados de Perón. Los Montoneros, Buenos
Aires, Grijalbo, 1988.
44 El fundador del Partido Peronista/Justicialista, Juan Domingo Perón, participó del golpe militar de 1943 y
ocupó diversos puestos en los gobiernos
surgidos del mismo, aunque luego llegó a la presidencia por la vía
democrática en 1946 y 1952. Luego del golpe militar de 1955
que lo derrocó, Perón alentó desde el exilio
la resistencia peronista, que
espontáneamente se había generado y, también,
a los grupos que optaron por la vía violenta como manera de acceder al poder.
Para estos temas se recomienda: Daniel JAMES, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora
argentina, 1946-1976, Buenos Aires, Sudamericana; Richard GILLESPIE, Soldados de Perón. Los Montoneros, Buenos
Aires, Grijalbo, 1988; y, William RATLIFF, “Perón y la guerrilla: el arte de
engaño mutuo”, Samuel AMARAL y Mariano BEN PLOTKIN (comps.) Perón. Del exilio al poder, Buenos Aires, Cántaro, 1993, pp. 241-258.
45 Tal representación social se
construyó por los triunfos de Juan Domingo Perón en 1946 y 1952; del radical
Arturo Frondizi en 1958, merced a los votos justicialistas tras el acuerdo
logrado con el líder proscrito; de Héctor J. Cámpora en 1973; y, nuevamente, de
Perón ese mismo año. El único radical que llegó al poder durante la
proscripción del peronismo y sin ayuda de su caudal electoral fue, en 1963,
Arturo Illia, con el escaso 25,14% de los votos emitidos.
46 En la construcción de la autoestima
de una patria republicana, Raúl Alfonsín utilizó “memorias, pero sobre todo
de olvidos conspicuos y muy generosas indulgencias” sostiene Vicente PALERMO, “Entre la memoria y el olvido:
represión y democracia en la Argentina”, Marcos NOVARO y Vicente PALERMO, La historia reciente. Argentina en democracia,
Buenos Aires, Edhasa, 2004, p.171.
47
La alusión al pontífice que realiza Raúl Alfonsín es la siguiente: “Los
problemas que debemos resolver son de nuestra época; los problemas
que debemos prever son, a los sumo, los de las siguientes dos generaciones.
Como dijo Juan XXIII, más allá de eso no hay conclusiones seguras y los datos
son demasiado inciertos u oscilantes, lo que puede justificar la investigación,
pero no la acción política”.
48 La expresión “clima
de optimismo esperanzado” ha sido tomada de Mirta Zaida LOBATO y Juan SURIANO,
Nueva historia
argentina. Atlas histórico de la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana,
2000, p. 537.
49 En efecto, las oraciones cristianas finalizan con
“amén”, voz hebrea que significa “así sea”.
50 Respecto de la religiosidad laica
del radicalismo véase Marcelo PADOAN, Jesús,
el templo y los viles mercaderes. Un examen de la discursividad yrigoyenista, Bernal,
Universidad Nacional de Quilmes, 2002.
51 La entrega del poder de Raúl
Alfonsín a Carlos Saúl Menem estaba fijada para el 10 de diciembre de 1989, pero se adelantó el traspaso del
mando presidencial para el 9 de julio, es decir cinco meses antes de lo
previsto. La causa obedeció al aumento incontrolado de los precios, que se
tradujo en hiperinflación y desembocó
en saqueos de comercios a partir del 26 de mayo en varias ciudades -Rosario,
Córdoba, Santa Fe y Salta, entre otras- e incluso en conglomerados urbanos como
el Gran Buenos Aires, para evitar nuevos conflictos y descomprimir la situación social.
52 Rubén LASSO, “Construcción de
liderazgo y actitud mítica en presidentes constitucionales argentinos
reelegidos”, Memorias de las XV Jornada
de Investigación y Cuarto Encuentro de Investigadores en Psicología del
Mercosur, Facultad de Psicología-U.B.A., 2008, tomo II, pp. 81-83.
53
Para un análisis del mesianismo presente en la discursividad menemista y
su diferencia con la sostenida por el también dos veces presidente de la Nación
Hipólito Yrigoyen, véase Rubén LASSO, “Construcción de liderazgo y actitud
mítica…” cit.
54 Las prácticas políticas durante la gestión Carlos
Saúl Menem, que pesaron mucho en el funcionamiento de las
relaciones al interior
del partido gobernante y en su estilo de gobierno, fueron atribuidas a su cultura
materna. Sin embargo, varias de ellas,
como la concentración del poder,
el nepotismo, la fastuosidad, el personalismo,
la circulación de mujeres o la corrupción son características que pueden
observarse en casi todos los dictadores latinoamericanos sin que pueda
establecerse conexión fundamental con esa raíz cultural; por lo tanto, la
identificación de esas características con el aérea cultural de medio oriente
debería ser considerada una representación social.
55 La pareja Marechal-Borges fue
presentada por presentada por Carlos Saúl Menem como ejemplo de la dicotomía
pueblo-oligarquía, o como sostuvo Bárbaro, uno de sus funcionarios, “es como
una metáfora del acuerdo entre el trabajo y el capital” -Julio BÁRBARO, Página/12, 3 de septiembre de 1989. Sin
embargo, tal oposición es desmentida por Taffetani, pues ambos escritores
mantuvieron estrechos vínculos; de haber querido establecer confrontación
socioeconómica real, considera que debió oponer Discépolo a Borges. Oscar
TAFFETANI, “Menemismo y Cultura”, Oscar MARTÍNEZ, Atilio BORÓN, Eduardo GRÜNER
[et. al.], El menemato, Radiografía de
dos años de Carlos Menem, Buenos Aires, Letra Buena, 1991, pp. 249- 250.
56 Tres meses después de asumir, el 7 de octubre de 1989, Carlos
Saúl Menem firmó un primer
grupo de decretos
de indulto (Números 1002 a 1005) que beneficiaron a los jefes militares
procesados y no beneficiados por las
leyes de Punto Final y Obediencia Debida, a los líderes y miembros de grupos
guerrilleros acusados de subversión, a los carapintadas
de Semana Santa y Monte Caseros de 1987 y de Villa Martelli
de 1988 y a los miembros de la Junta de Comandantes condenados por la
guerra de las Malvinas. El segundo grupo de indultos (Números 2.741 a 2.746) del 29 de diciembre del año siguiente se diferenció de los anteriores porque benefició a sujetos particulares.
57
Con el propósito de resolver el conflicto limítrofe con Chile en
relación con el canal de Beagle, heredado del
período militar, el gobierno de Raúl Alfonsín
firmó un acuerdo en Ciudad del Vaticano el 24 de enerode 1984, pero como carecía de mayoría en el Senado decidió realizar una
consulta popular no vinculante, en la
cual la ciudadanía optó por la paz, debido en parte a la buena campaña de
publicidad realizada por el gobierno.
58 Un ejemplo de enmascaramiento del
neoliberalismo utilizando como excusa fortalecer el federalismo fue la transferencia que realizó el Ministerio
de Cultura y Educación de la Nación de las instituciones educativas de los
niveles secundario y terciario que aún estaban a su cargo -el nivel primario
había sido “federalizado” durante la aplicación del mismo modelo económico
durante la dictadura última militar. Asimismo, la Ley Federal de Educación N°
24.95 de abril de 1993, que proponía regular los problemas generados entre las
jurisdicciones educativas, había sido elaborada a partir de recomendaciones del
Banco Mundial. Sobre estos temas véase: José Luis CORAGGIO y Rosa María TORRES,
La educación según el Banco Mundial. Un
análisis de sus propuestas y métodos, Buenos Aires, Miño y Dávila, 1997;
y, Las reformas
educativas en los países del cono sur. Un balance crítico, Buenos Aires,
Clacso, 2005, pp. 95-120.
59 El líder del justicialismo ocupó la
primera magistratura del país por el sufragio popular en tres ocasiones:
1946-1952, 1952-1955 y 1973-74. La interrupción de los últimos dos períodos
obedeció a distintas causas: su derrocamiento por los militares en 1955 y a su
fallecimiento en 1974.
60 La ausencia de presentar un
“nosotros” definido debido a la fragmentación social es una hipótesis de
Ricardo SIDICARO, La crisis del Estado y
los actores políticos y socioeconómicos en la Argentina (1989-2001), Buenos
Aires, Eudeba, 2003, p. 59.
61 Respecto de los doce elementos véase Rubén
Francisco LASSO y Marta Ángela CAMUFFO, “La
democracia…” cit.
62 Se sigue la distinción clásica de
destinatarios. Aunque, por la transmisión directa del discurso mediante la
radio y la televisión, tal diferenciación se encuentra, en la actualidad,
desdibujada.
63
La sucesión presidencial es ordenada y, hasta ese momento, sin conflicto con
su antecesor. Asimismo, a partir
de 2003 se produce un repliegue del accionar de las organizaciones piqueteras,
que descomprimieron el clima de tensión social.
Respecto de las organizaciones obreras
y los movimientos piqueteros véase Daniel
CAMPIONE, “’Reaparición obrera’ en Argentina a partir de 2004”, Margarita LÓPEZ
MAYA, Nicolás Íñigo CARRERA y Pilar CALVEIRO, Luchas contrahegemónicas y cambios políticos recientes en América
Latina, Buenos Aires, CLACSO, 2008, p. 288.
64
De acuerdo con datos del INDEC, en el año 2003 se evidenció una
recuperación económica que generó un descenso de la inflación al 4%
mensual, un aumento de la suma salarial fija y un descenso de los conflictos obreros:
INDEC-Instituto Nacional de Estadísticas y Censos-, Serie histórica Índice de Precios
al Consumidor, 2005, www.indec.gov.ar.
65 Por menemato se
hace referencia a la década de gobierno de Carlos Saúl Menem (1989-1999),
“considerada
como bloque histórico de poder”, tal como lo plantean Santiago SENÉN
GONALÉZ y Fabián BOSOER, El sindicalismo
en tiempos de Menem, Buenos Aires, Corregidor, 1999, p. 11, nota 2.
66 La falta de independencia del poder
judicial respecto del ejecutivo durante los dos mandatos de Carlos Saúl Menem fue denunciada por Fernando de
la Rúa, pero durante el gobierno del líder radical se cuestionó la presión
realizada por el poder ejecutivo respecto del legislativo, especialmente por la
acusación, que la que fue objeto el presidente, de querer comprar los votos de
varios legisladores para que aprobaran un reforma laboral, situación
que generó la renuncia del vicepresidente de la Nación,
Carlos “Chacho” Álvarez
y el inicio de una causa judicial que aún sigue pendiente de resolución.
67
El momento culminante del proceso puede ubicarse con los sucesos de los
días 19 y 20 de diciembre de 2001. Para un análisis
de los movimientos populares se recomienda R. ZIBECHI, Genealogía de la revuelta. Argentina: la sociedad en
movimiento, Buenos Aires, Letra Libre, 2003.
68 El fin de milenio se caracterizó por la reactivación de las relaciones de interacción y conflicto entre
la memoria y la historia.
Sobre el tema de la memoria véanse,
texto clásico de Pierre NORA (dir.). Les Lieux de Mémoire. París: Gallimard, 1984-1993,
3 Tomos en 7 volúmenes. Para el caso
argentino y en particular en relación con los desaparecidos se recomiendan las
publicaciones y páginas web de la Comisión Provincial por la Memoria, la
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y Memoria Abierta, y S. GUELERMAN,
(comp.), Memorias en presente. Identidad y transmisión en la Argentina
posgenocidio, Buenos Aires, Norma, 2001.
69 Néstor Kirchner, con el Frente para
la Victoria, obtuvo solamente el 22,24 % del caudal de votos, mientras que
Carlos Saúl Menem, con el Partido Justicialista, el 24,45 %. Al no lograr
ninguno el 45 % y existiendo una diferencia de al menos 10 puntos con los otros candidatos, correspondía entre los dos primeros
realizar el ballotage, de acuerdo con los artículos
94 y 96 de la Constitución Nacional. Al no presentarse Menem a esa instancia,
Kirchner resultó electo presidente por aplicación del artículo 155 del Código
Electoral Nacional.
70 En la primera fecha, Perón venía
del cuartel, en la segunda de exilio. Respecto del modelo de llegada véase Silvia SIGAL y Eliseo VERÓN, Perón o muerte… cit.
71 También intenta alejarse de otras
mujeres “portadoras de apellido” que tuvieron mal desempeño en política como,
por ejemplo, María Julia Alsogaray. Respecto a María Estela Martínez véase
Rubén FranciscoL ASSO y Marta Ángela CAMUFFO, “Liderazgo y actitud mítica en
figuras femeninas presidenciables del peronismo”, Memorias de las XIV Jornadas Nacionales de Investigación en Psicología
- Tercer Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur, Buenos
Aires, Facultad de Psicología-UBA, 2007, Tomo II, 119-121.
72 En ocasión del Congreso Nacional del Partido
Justicialista, celebrado el 27 de marzo de 2007 en Parque
Norte, Cristina Fernández expresó: “pienso que mi partido también debe
dejar de darles lugar únicamente a las mujeres portadoras de marido.
Necesitamos también que las compañeras que lleguen lo hagan no porque están junto a otros compañeros importantes sino porque son cuadros del partido”. Un ejemplo de esas mujeres con las que confronta porque
“portan apellido” es Hilda “Chiche” González de Duhalde, la esposa del líder de
la tendencia ortodoxa del Justicialismo, Eduardo Duhalde.
73
Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo fueron actores principalísimos
desde fines de los años setenta del
siglo pasado. En el caso de Eva Perón, que murió en 1952, su vinculación con
los setenta se debe a la recuperación de su figura por la organización armada Montoneros: “Si Evita viviera
sería montonera”. Véase Silvia SIGAL y Eliseo VERÓN, Perón o muerte… cit.
74 En referencia a la formación de la Primera Junta de
Gobierno el 25 de Mayo de 1810 en Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario