RUBÉN FRANCISCO LASSO – MARTA ÁNGELA CAMUFFO
Pertenencia
Institucional: UNTREF/ISP “Joaquín V. González” - UBA
El trabajo fue presentado en Primer Congreso de Estudios sobre el Peronismo:La Primera Década Organizado por la Red de Estudios sobre el Peronismo Mar del Plata los días 6 y 7 de noviembre de 2008.
INTRODUCCIÓN
La figura de María Eva Duarte de Perón ha sido identificada
con la manifestación de los sentimientos.
Idea que remite a la concepción peronista de género, suponiendo cierta
preponderancia de racionalidad, de parte de hombre y de intuición en la mujer.[1] Aunque, en stricto sensu el discurso político no centra su estudio en
cuestiones de género.
Los estudios en torno a Eva Perón son de diversa
índole: según el parecer de personas de su entorno (Jamandreu, Lagomarsino de
Guardo), o escritores que abordaron su vida desde diversas perspectivas
ideológicas (Main, Sebreli, Borroni y Vacca, Navarro, Barnes, Chavez, Dujovne
Ortiz); abordando algún aspecto de su accionar público (dos Santos, Bianchi) o
privado (Sucarrat); e incluso, de modo colateral (Waldmann, Sigal y Verón,
Crassweller).[2]
Distintas facetas de la personalidad de Evita se abordó
la obra publicada acerca de ella. Si
bien esos estudios han tratado su palabra, quedó esta constreñida a la
literalidad del texto impreso –el enunciado-, soslayando el análisis
lingüístico de sus textos, que es el objetivo principal del presente estudio.
Este trabajo se enmarca dentro del análisis del
discurso político, entendido como la posibilidad de construir un espacio
simbólico para configurar identidades colectivas y resolver a futuro problemas
del presente. Conviene diferenciar
enunciado de enunciación. El primero
alude al contenido del discurso, en cambio la enunciación es la relación del
que habla con aquello que dice, construyendo dos imágenes: la del sujeto que
habla –enunciador- y la de aquel a quien se dirige –destinatario.[3]
Al respecto, el discurso político no queda adherido a
la palabra, interpretando la enunciación de raíz política como un elemento
inscripto en una práctica social, circulando alrededor de cierto público y en
relación con los vínculos de poder que se establecen.[4]
Los medios discursivos que se emplean para influir
sobre el auditorio son, según Aristóteles, el logos (revela la razón), el ethos
(imagen de sí) y el pathos (lugar de
la emoción). Del ethos participan tanto la persona real que habla –locutor- como
aquello que representa en ese momento –enunciador.[5]
Por ser la esposa del Presidente de la República,
Gral. Juan Domingo Perón, Eva Duarte en su rol de locutor tiene derecho a la
palabra y funda su legitimidad sosteniendo una presencia de carácter
político. Al no detentar ningún cargo en
la esfera gubernamental, Eva Perón se constituye en un líder informal,
entendiendo por tal al que ejerce un poder sin ocupar ninguna función informal
en el Estado.[6] También aparece otra realidad del hablante:
aquella que permite la elaboración de una identidad discursiva; es decir,
cierta figura del sujeto que enuncia.
La identidad del sujeto se vehiculiza por medio de representaciones
sociales que configuran imaginarios socio discursivos, porque el sujeto expresa
y pone en acción ideas que tienen valor no tanto por sí mismas, sino por el
sujeto que las enuncia. En consecuencia,
el hombre político debe ser creíble, generar confianza en su poder de realización;
y, a la vez, debe lograr la identificación hacia su persona obteniendo la
adhesión a su pensamiento.
Existen diversas
posibilidades para que el ethos se
convierta en un discurso creíble y capaz de permitir la identificación. Es propósito de este trabajo investigar qué particularidades del ethos se hallan presentes en el discurso
de Eva Perón: y al mismo tiempo, cómo consiguió crear determinada imagen de sí
que proyectó en sus receptores generando adherentes y opositores.
Nuestra hipótesis de trabajo sostiene que Eva Perón se constituye en
tanto modelo a seguir, usando una metáfora, Evita se presenta como un espejo
que el auditorio debe imitar. Este es el
ethos, la estrategia de su discurso
político.
Para su demostración, siguiendo a Charaudeau,[7] se
abordarán procedimientos de orden lingüístico –expresivos y enunciativos- y
estrategias –credibilidad e identificación- empleadas en la producción
discursiva de Eva.
PROCEDIMIENTOS LINGÜÍSTICOS
UTILIZADOS POR EVA PERÓN
Los procedimientos lingüísticos son, entre otros,
aquellos capaces de producir un ethos.,
dependiendo de las circunstancias que presiden su empleo, por ejemplo: valores
de época, situación de comunicación y personalidad del orador. Pueden ser clasificados estos mecanismos
lingüísticos en expresivos y enunciativos.
Los primeros tienen que ver con la forma oral de la palabra, pues cada
locutor tiene su manera de comunicar, que a su vez se asocia con juicios
intuitivos y representaciones. En el
político se distinguen como procedimientos lingüísticos expresivos, según
Charaudeau, el “hablar”: “bien”, “fuerte”, “tranquilo” y “local”.
En la producción discursiva de Eva Perón, el “hablar bien” no reside en su elevado capital cultural; sin embargo, el lenguaje presente en sus textos denota conocimientos lingüísticos y retóricos. Se da de este modo, una paradoja acerca del verdadero autor de los discursos transmitidos por Eva. Sin pretensión de resolver la cuestión, se puede afirmar que los textos presentan un “hablar bien”. Asimismo, este se observa en su vocalización configurada por un tono de voz no monocorde –aunque crispada en ocasiones-, articulación mesurada y ritmo pausado; a ellos ha contribuido su condición de actriz, especialmente de radioteatro. Tales elementos le permiten a Eva Perón presentarse como un orador seguro y preocupado por hacerse entender por el auditorio sin apelar al habla vulgar.
A pesar de que Eva Perón no presenta las
características físicas que coinciden con el perfil de un locutor de “hablar fuerte”, asociado a la
corpulencia, su decir ofrece fortaleza a través de una gestualidad amplia y
enérgica, así como por la voz grave y bien timbrada. No están presentes en Eva Perón el “hablar tranquilo” ni el “hablar local”. El último debido a que no
utiliza el acento característico de una región.
El “hablar tranquilo” porque,
en general, sus discursos carecen de la confidencialidad de la conversación de
intimidad; y la utilización de vocativos como “Mis queridas compañeras” o “hermanas
mías” no deberían ser
entendidos en ese sentido, sino en carácter de expresiones retóricas porque Eva
establece una relación asimétrica entre ella -enunciador- y el destinatario que se halla
reforzado por el pronombre posesivo y sus variaciones: “mi”, “mías,” “mis”.[8]
PROCEDIMIENTOS ENUNCIATIVOS APLICADOS POR EVA PERÓN
Los procedimientos enunciativos consideran la
enunciación elocutiva –es la puesta en escena del locutor-, alocutiva -implica
un interlocutor en su acto de lenguaje-, y finalmente, la delocutiva -presenta
lo que se dice como si el locutor no estuviera implicado.
Los verbos de modalidad –aquellos que comprometen la
subjetividad del locutor- utilizados comúnmente en la enunciación elocutiva se
advierten en los discursos de Eva Perón: “Quiero”,
“he deseado”, “creí”.
Una modalidad de solicitación instala Eva,
verbigracia, cuando expresa: “A todos les
pido
que sean portadores de un gran abrazo para todos los descamisados de las provincias” (28-5-1952). Remite así, a la enunciación alocutiva recurriendo a pronombres personales de segunda persona (ustedes, en forma tácita) acompañados por verbos de modalidad (“pido”), calificativos (“gran”) y denominaciones (“descamisados”) que revelan tanto la implicación del interlocutor, el lugar que se asigna el locutor y la relación que establecen. Así, se posiciona Eva Perón como figura de guía: “estoy con ustedes para ser ese puente de amor y de felicidad que siempre he tratado de ser entre ustedes y el líder de los trabajadores” (1-5-1952).
que sean portadores de un gran abrazo para todos los descamisados de las provincias” (28-5-1952). Remite así, a la enunciación alocutiva recurriendo a pronombres personales de segunda persona (ustedes, en forma tácita) acompañados por verbos de modalidad (“pido”), calificativos (“gran”) y denominaciones (“descamisados”) que revelan tanto la implicación del interlocutor, el lugar que se asigna el locutor y la relación que establecen. Así, se posiciona Eva Perón como figura de guía: “estoy con ustedes para ser ese puente de amor y de felicidad que siempre he tratado de ser entre ustedes y el líder de los trabajadores” (1-5-1952).
La enunciación delocutiva presenta una verdad de
manera impersonal, independientemente del locutor y del receptor. No es común esta clase de enunciación en los
textos de Eva debido a que es notoria la alusión a su persona. Su intención comunicativa persigue el compromiso,
alejándose de una actitud de distanciamiento y frialdad. Entre las escasas menciones del uso del modo
impersonal, destacamos las siguientes: “Al
trabajador hay que pagarle lo que justamente se merece.” (7-12-1947). “Los integrantes del Partido Peronista
Femenino [...] declaran [...] que han estado, están y estarán con Perón.”
(4-5-1952).
EVA Y EL ETHOS
DE CREDIBILIDAD
En el discurso político la credibilidad es fundamental
porque el juego consiste en persuadir al auditorio en el cual reside cierto poder. El político construye este ethos por medio del uso de las
condiciones de sinceridad, realización y eficacia.
La condición de sinceridad o transparencia se sustenta
en la posibilidad de verificar si lo que la persona dice corresponde a lo que
piensa. Si el sujeto puede realizar lo
que promete, cumple entonces con la condición de realización. Y si, además, los
resultados resultan positivos, satisface el requisito la eficacia. Para el logro de esas tres condiciones, el
político elabora otros ethos: seriedad,
virtud y competencia.
El ethos de seriedad depende de las
representaciones de lo que cada grupo social considera o no serio. Su construcción requiere de la ayuda de
diversos índices:
1. Corporales y mímicos: se caracterizan por
cierta tensión corporal combinada con una expresión raramente sonriente del
rostro. Estas marcas se hallan en Eva
Perón.
2. De comportamiento: consiste en mantener el
control ante las críticas evitando accesos de cólera, presentar omnipresencia
en todos los frentes de la vida social – en especial con los que sufren-, no
participar en actividades frívolas, no encontrar placer en tareas fuera de las
de carácter institucional, y no generar dudas sobre su fidelidad matrimonial o
familiar. El comportamiento de Eva
cumple con este índice salvo en dos aspectos: su negativa a aceptar el disenso
y sus arrebatos, quizás inherentes a su carácter fogoso y juvenil,
especialmente frente a las clases dominantes y la injusticia social. Las siguientes citas refieren lo expresado: “la lucha por la paz es también una guerra.
Una guerra declarada y sin cuartel contra los privilegios de los parásitos que
pretenden volver a negociar nuestro patrimonio de argentinos.” (23-9-1947);
“Y saben que la oligarquía, que los
mediocres, que los vendepatria, todavía no están derrotados. Desde sus guaridas
asquerosas atentan contra el pueblo y contra la libertad” (22-8-1951), a lo
que el auditorio –el pathos- en tanto
lugar de respuesta al ethos,
responde: “leña, leña y leña”, para
luego agregar Eva: “Yo le pido a Dios que
no permita a esos insensatos levantar la mano contra Perón porque ¡guay de ese
día!” (1-5-1952).
3. Verbales: utilizan el tono mesurado, las
palabras y frases simples, una locución con marcas de serenidad y, asimismo,
alusiones personales sobre una vida dichosa.
Este índice no se observa en Eva debido a la posición maniquea
–nosotros/ellos- de su discurso político, que conduce a tomar partido sin
posibilidad de posiciones intermedias eludiendo el decir tranquilo, reemplazado
por cierta teatralidad dramática. Por
ese motivo, tampoco se controlaba ante las críticas ni permitía el
desacuerdo.
El peronismo es visualizado por Eva como una
revolución que restaña las décadas de gobierno de élites e intereses
extranjeros, que ignoraron a los sectores populares como destinatarios de la
acción gubernamental instalando, de este modo, un discurso incendiario, parcial
y aleccionador. Por tales motivos, la
discursividad de Eva no debería ser entendida como una “palabra amorosa”, apreciación que, sin embargo, es sostenida por Sigal y
Verón.[9]
El ethos de
virtud exige que el político dé pruebas de ser sincero y fiel, así como brindar
una imagen de honestidad personal. Estas
condiciones son una respuesta a los deseos de la ciudadanía, que busca en el
político a un individuo que sea modelo de lo correcto y honorable, al menos en
una visión idealizada del quehacer público. Se requiere la transparencia, la
ausencia de engaño, ser directo. No es
condición suficiente decir para hacer ni aun para parecer.
Este ethos
de virtud se hace explícito en Eva, especialmente, frente al ofrecimiento de la
vicepresidencia de la Nación por parte de la C.G.T. el 22 de agosto de 1951,
que Eva rechaza; decisión que formaliza el 31 de agosto por medio de un mensaje
radial, en el que se repiten los conceptos vertidos –aunque de manera más
elaborada por no ser una improvisación- en el denominado “cabildo abierto del justicialismo” y con la misma congoja de aquel
momento: “yo advertí que no debía cambiar
mi puesto de lucha en el movimiento peronista por ningún otro puesto.” De esta forma se manifiesta en Evita la
fidelidad a su compromiso de trabajar para el pueblo, a la vez que fortalece la
idea de haber seguido siempre la misma línea de pensamiento y acción. Propuso un proyecto, tomó el compromiso y lo
respetó, mostrando una convicción fuerte que se centra en ideas que no son
objeto de negociación.
El ethos de competencia requiere al mismo
tiempo de conocimiento y saber hacer. El
político debe dar cuenta de los antecedentes que ameritan sus conocimientos del
campo político y probar su capacidad para llegar a sus objetivos
lográndolos.
La ausencia de una
trayectoria política propia y dilatada, así como la carencia de un cargo dentro
de la estructura del Estado, conduce a Eva Perón a refugiarse en la figura y la
palabra de Perón quien se encuentra sólidamente instalado en el imaginario
social. En ese sentido, Eva afirma: “Nada de lo que tengo; nada de lo que soy; ni
nada de lo que pienso es mío: es de Perón.” (17-10-1951). Sin embargo, en ocasión de la presentación
pública de la ley que consagró el derecho al sufragio para las mujeres se
arroga, junto al alocutario (por el uso del plural) y del que luego se
distancia, el mérito de haberla obtenido, al tiempo que se muestra capaz de
mantener esa conquista: “Hemos llegado,
repito, al objetivo que nos habíamos trazado [...] ¡Con nuestro triunfo hemos
aceptado esta responsabilidad y no habremos de renunciar a ella! [...]
¿Podremos acaso las mujeres argentinas hacer otra cosa que no sea consolidar
esa histórica conquista? ¡Yo digo que no! ¡Yo proclamo que no! Y les juro que
no a todas las mujeres de mi Patria.” (23-9-1947).
EL ETHOS DE CREDIBILIDAD Y EL DISCURSO DE JUSTIFICACIÓN EN EVA
El político necesita justificar discursivamente sus
actos para cubrirse de posibles críticas o acusaciones. La justificación puede apoyarse en la
recusación, en una razón superior o en la ausencia de intencionalidad.
La estrategia de la razón superior, que puede tomar el
nombre de “razón de Estado”, debido a
que mediante ella el pueblo se reconoce en una entidad nacional, se observa en
Eva Perón. Al remitir a esa razón, Eva
asevera que su acción se justifica en pos de preservar esa identidad –aun si el
pueblo no se la pidió-, reforzando su legitimidad. Al igual que en las historias bíblicas y de
heroínas, en Evita la “razón de Estado”
está enraizada en una amalgama que combina aspectos de carácter providencial
con abstracciones identitarias, elementos significantes que conforman una
matriz simbólica: “abracé la causa del
pueblo y de la Patria, dando gracias a Dios de que me hubiese iluminado para
que, joven aún, pudiera brindar mi vida al servicio de una causa tan noble como
es esta de Perón” (15-3-1951).
Asimismo,
el ethos de credibilidad se cimenta
por interacción entre la identidad social (o “atribuido”: el ser psicológico y
social del sujeto) y la identidad discursiva (o “construido”: la puesta en escena).
La credibilidad de Eva reposa en la perfecta conexión entre ambas
identidades, generando un ethos donde
el reconocimiento social fue acorde a la imagen que ella quería dar de sí: “Han de comprender que yo como mujer del
pueblo al que en ningún momento he de olvidar, lucharé a la par del General”
(7-2-1946). La configuración de efectos
del discurso de Eva se ve reforzada por su actividad eficaz, que se manifestó
especialmente, por la acción desplegada desde la Fundación que presidía.
EVA Y EL ETHOS DE
IDENTIFICACIÓN
El ethos de
identificación reside en una relación tripartita constituida por sí mismo, el
otro y un tercero ausente portador de una imagen ideal de referencia. Esta es la que transmite el enunciador y por
la cual el destinatario se deja seducir.
Existen numerosas imágenes que el político pone en
juego para lograr el ethos de
identificación. Según Charaudeau, estas
pueden orientarse hacia sí mismo -fuerza, carácter, inteligencia, humanidad- o
hacia el ciudadano –de jefe, de solidaridad.
El ethos de carácter trata de
la fuerza de espíritu más que la del cuerpo –característica del ethos de fuerza-, y reivindica la acción
cumplida. Utiliza diversas figuras,
entre las que se cuentan la vituperación, la polémica, la provocación, la
altivez y, también, la moderación.
La altivez es la versión del ethos de carácter que mejor se adecua a Eva Perón porque, siendo
más atenuado y moral que el de orgullo, demuestra un sentimiento elevado de la
dignidad y del amor propio presentes en ella.
Características que se hallan en su reencuentro con el pueblo luego de
ser intervenida quirúrgicamente [10]:
“Estoy con todos ustedes, la misma que
antes, dispuesta a seguir con mi lucha y con mi trabajo, con más amor, con más
fe y con más fanatismo que antes por la causa de Perón que es la causa del
pueblo y de la Patria” (7-12-1951).
En relación con los ethos de identificación orientados hacia el ciudadano, Eva encarna
la condición de jefe, que a su vez se escinde en las subcategorías de soberano,
comendador y guía supremo. Esta última
aparece cuando el pueblo se identifica con un sujeto –en nuestro caso Eva- por
la incapacidad del grupo de decidir su propio destino. La forma que adquiere el guía puede ser
interna o externa al grupo. En el primer
caso, se está frente a un héroe; en cambio, en la segunda posibilidad, ante una
voz figurada que indica el camino a seguir revelando el porvenir, pudiendo
adoptar diversas posibilidades –pastor, profeta, soberano.
A lo largo de su existencia terrenal, Eva representa
el rol de guía suprema en su variante de pastor porque acompaña al pueblo
presidiéndolo, indicando sus pasos circunscriptos al momento presente: “Nosotros debemos emplear siempre la palabra
peronista. [...] La Revolución es peronista; la Constitución es peronista; el
gobierno es peronista y el Movimiento es peronista. [...] El Justicialismo es
una bandera del peronismo, lo mismo que la independencia económica, la
soberanía de la Patria y la justicia social.” (28-5-1952).
Próxima a su muerte, Eva deviene guía suprema profeta
puesto que es a la vez garante del pasado y se proyecta hacia el futuro
orientando la acción de la sociedad: “[...]
y aunque deje en el camino jirones de mi vida yo sé que ustedes recogerán mi
nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.” (17-10-1951). La marca lingüística de su deseo de
permanencia está especialmente en el uso del tiempo verbal futuro –“recogerán”, “llevarán”-, además de la
convicción al afirmar “yo sé”. De
manera más rotunda, y más cerca de su desaparición física afirma: “[...] mi general, quisiéramos venir muchos
y muchos años, y dentro de muchos siglos que vengan las futuras generaciones
para decirle en el bronce de su vida o en la vida de su bronce, que estamos
presentes, mi general, con usted.” (1-5-1952).
CONCLUSIÓN
La participación
femenina en el ámbito político, sin ser novedosa, cobra impulso en Occidente a
fines del siglo XIX. En nuestro país,
esa participación tuvo representantes en los distintos partidos políticos:
Elvira Rawson, radical; Alicia Moreau, socialista.
El coronel Juan
Perón, quien emerge del golpe militar de 1943 que derrocó al presidente
Castillo, valorará de manera positiva la participación femenina en
política. Esta idea respondía a una
estrategia concebida para orientar a los sectores populares y evitar el avance
de la izquierda democrática en las postrimerías de la segunda guerra mundial.
La inserción de la mujer en el
sistema político podría remitir a imaginarios que participaban tanto de la
tradición argentina –la lucha de la mujer y determinada legislación provincial
en torno al sufragio femenino-, como a movimientos europeos –verbigracia, la
Falange Española.
En este contexto
aparece Eva Duarte incorporándose rápidamente a la acción política, aunque
precedida por otras militantes del entorno de Perón. Evidencia de ello es la extensa producción
discursiva de orden público de Eva Perón.
El estudio de sus textos –siguiendo a Charaudeau-, en tanto discurso
político, permite develar un ethos,
cuya comprensión se alcanza por medio de una serie de mecanismos lingüísticos y
categorías de análisis, que a su vez se desagregan en distintas variantes.
Los procedimientos
lingüísticos expresivos empleados por Eva Perón concuerdan con un “hablar bien”
y “fuerte”, mientras que en los procedimientos enunciativos sobresalen los
rasgos alocutivo y elocutivo, sin dejar de estar presente el de índole
delocutivo.
La categoría de
credibilidad concede identificar en Eva un ethos
asociado a lo serio, virtuoso y competente; así como un discurso de
justificación sustentado en una “razón superior” donde se amalgaman el pueblo,
la Patria, el designio divino y la voluntad de Perón.
La categoría de
identificación descubre en Eva el ethos de
carácter asociado a la imagen de altivez, a causa de su enorme energía y
actitud reivindicatoria; mientras que en relación con los otros, su ethos es de jefe, en su variante de
“guía supremo”, adopta la forma de pastor –conductor de los ciudadanos en el
momento presente- y en el umbral de su muerte proyecta la de profeta –garante
del pasado que señala el porvenir.
.
BIBLIOGRAFÍA
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femenino”, en Memorias de las XII
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Mercosur. Avances, nuevos desarrollos e integración regional. Buenos Aires:
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Charaudeau, Patrick. Le
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Company, 1987.
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Centro Editor de América Latina, 1983.
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Sebreli, Juan José. Eva Perón ¿aventurera o militante? Buenos Aires: Siglo Veinte,
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Sucarrat, María. Vida sentimental de Eva Perón. Buenos Aires: Sudamericana, 2006.
Waldmann, Peter. El peronismo 1943-1955. Buenos Aires: Hyspamérica,1985.
[1] Sobre el particular véase Perón (2005). Asimismo, es útil tener presente que la
diferenciación sexual se encuentran en pensadores funcionalistas como Talcott
Parsons y Bayles (1955), quienes explicitan que tal división presume una base
biológica a la que llaman “conducta instrumental masculina y expresiva
femenina”.
[2] Main (1956), Sebreli (1966), Borroni y Vacca (1970), Jamandreu (1981),
dos Santos (1983), Waldmann (1985), Bianchi (1986), Barnes (1987), Crassweller
(1987), Chavez (1990), Lagomarsino de Guardo (1996), Dujovne Ortiz (2002), Sigal y Verón (2004), Navarro (2005), Sucarrat
(2006).
[3] Sigal y Verón (2004).
[4] Charaudeau (2005).
[5] Ducrot (1984), Meyer (2004). La
palabra de Eva Perón ha sido atravesada por la entrega, la pasión y la fuerza,
siendo identificada fundamentalmente con el pathos
por diversos autores. Sin embargo,
Sebreli [(1966), 79] considera que Eva cuando se proyecta “[...] en el trabajo,
en la acción, en la lucha; de la pasión de la noche ha pasado a la ley del día,
del pathos al ethos.” Cabe destacar que
esas categorías son entendidas de manera diferente en este trabajo.
[6] La expresión líder informal y su conceptualización ha sido tomada de de
Imaz (1964).
[7] Charaudeau (2005), tercera parte: “Images
des acteurs politiques”, cap. I y II. La traducción es nuestra.
[8] Sobre la relación asimétrica que establece Eva Perón en ocasión de la
sanción de la ley de sufragio femenino véase Camuffo y Lasso (2005).
[9] Sigal y Verón (2004), 202-208.
[10] El discurso es pronunciado por Eva cuando se cumplían tres semanas de
haber abandonado el hospital.
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