*Docente en el Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González” y la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Introducción
La última dictadura militar supuso la
suspensión tanto del estado de derecho como
del ejercicio de la práctica política partidaria. Los políticos fueron
considerados por los uniformados como responsables de la crisis
económica y la violencia social,
que los últimos sostenían venir a resolver. En este sentido, los
miembros del nuevo régimen reactivaban en el imaginario colectivo el modelo
clásico instalado por ellos en el país, por el cual se atribuían el rol de
reserva moral de la República, una especie de meta-grupo social no contaminado
con la situación y sin intereses particulares,1 características opuestas a las que adjudicaban a los políticos.
Luego de los bíblicos siete años de
vacas flacas que duró la última dictadura militar, la recuperación de la democracia
se debió al fracaso del proyecto económico neoliberal, a la derrota frente a
Gran Bretaña en la guerra de las islas Malvinas y a la difusión masiva de los
crímenes cometidos, denunciados por distintos actores político-sociales desde el país como por los organismos
internacionales de derechos humanos. Pero, ¿cómo encarar la nueva etapa que se
iniciaba en la sociedad argentina?, ¿qué posicionamiento tomar frente a los
temas cruciales de la reconstrucción democrática?, ¿cómo encarar la relación
con las Fuerzas Armadas? y ¿cuáles eran las características y las necesidades
de esa sociedad de la que formaban
parte y a la que querían conducir? Tales interrogantes pueden develarse a partir los discursos de asunción de los
presidentes que lograron ser elegidos por la ciudadanía, luego del último
período dictatorial. Su análisis constituye el objeto de estudio de la presente
investigación. La misma centrará su atención en cómo influyeron las representaciones sociales en relación con la democracia.
Se sostiene como premisa que las representaciones sociales
pueden develarse de las expectativas y temores presentes en
los discursos presidenciales; que ellas están
condicionadas por el contexto histórico en el que se produce
la asunción a la primera magistratura del país; y que las mismas influyeron en la
elección de determinadas estrategias discursivas y argumentativas. La
transición de un período de facto a la democracia plena reclamó el desarrollo
de un entramado discursivo que les permitiera a los actores políticos
interesados en asumir la presidencia de la Nación resultar vencedores en la
contienda electoral. El estudio de esas matrices discursivas permitirá observar
cómo percibieron los mandatarios la sociedad y cómo las representaciones que tenían respecto
de ella desencadenaron su discurso público.
El concepto de transición fue conceptualizado por Guillermo O’Donnell “como el
intervalo que se extiende entre un régimen político y otro [delimitado] de un
lado, por el inicio del proceso de disolución del régimen autoritario, y del
otro, por el establecimiento de alguna forma de democracia…”2 Sin
embargo, varios investigadores en la década del
noventa observaron que un enfoque
político-institucional se mostraba
insuficiente y que era
necesario incluir al proceso de transición el cambio de modelo económico;3 idea que surgió en
ocasión de la crisis argentina de 1989 y que volvió a ponerse
en evidencia en la acaecida en 2001, similares a las que
acontecieron en otros países de la región. Así, y a diferencia de la idea sostenida
por el prestigioso politólogo argentino, se piensa que debe replantearse la noción misma de transición, incluyendo al institucional
los aspectos económico y jurídico. El último se propone agregar en este
trabajo, pues se considera que la transición
no concluye cuando asume un presidente por el voto popular ni porque se
aplique una economía de desarrollo e inclusión social sino, también, cuando la
Constitución regule las relaciones
sociales y, por lo tanto, los hechos
criminales cometidos por el Terrorismo de Estado se juzguen de
acuerdo a las leyes de la República, situación que aún no ha finalizado.4